Historias cortas

El lobo 1/4

Tenemos historia corta nueva!!!!
Antes de nada, quiero pediros que me tengáis paciencia con esta historia porque sus capítulos son un poco más largos de lo que os tengo acostumbrad@s. Quería esperar a tenerlos todos porque no sé lo que me llevará escribir el siguiente, pero como siempre, no me puedo aguantar.
Espero que os guste y sobre todo, que esperéis con ansia el próximo. Un fuerte abrazo.

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Hola, déjame decirte que si estás aquí en busca de la típica historia de amor, es hora de despedirnos.
Pero si realmente sientes curiosidad y quieres conocerme, por favor, permanece atenta a estas líneas y a las que vendrán más adelante.
No espero que te enamores de mí, aunque casi, y digo casi para no parecerte demasiado pretencioso, estoy seguro de que sucederá.
¿No me crees?
Luego no digas que no te avisé.

Supongo que lo primero que debería hacer es presentarme.
Mi nombre es Logan Hart, y soy el capullo más grande con el que alguna vez te has cruzado. Te lo digo en presente porque eso no ha cambiado.

Se me conoce mayormente como El lobo, principalmente porque disfruto devorando a chicas inocentes.
Es algo superior a mí. Son como un canto de sirena. Veo una y no me detengo hasta haberme clavado profundamente en ella.
Es una adicción que no estoy dispuesto a superar.

La noche es mi elemento, cuando cazo, y siempre, repito, siempre, me llevo a la chica a la cama.
Cuando ella cae dormida a causa del placer, recojo los condones, mi ropa y desaparezco.
Nada de números de teléfono ni llamadas empalagosas.
Ellas acaban satisfechas y yo me siento eufórico hasta que el hambre acecha de nuevo.
Y todo iba bien, maldita sea.
O así era, hasta la llegada de Caperucita.

Me estoy adelantando a los acontecimientos, y siempre es mejor empezar el cuento por el principio, así que ahí voy.

Tengo veintiocho años, mido casi dos metros y soy físicamente perfecto.
Recuerda que te dije que era un capullo. No debes olvidarlo.

Trabajo como camarero en un bar de copas. No es el trabajo soñado, pero eso me permite ver de primera mano a mis presas.

Ellas disfrutan creyendo que son ellas las que me cazan a mi. Pobres inocentes. No seré yo quien las saque de su error. Se darán cuenta en cuanto abran los ojos y se encuentren solas y desnudas en una cama deshecha y fría.

Mi lista de inocentes, no por serlo técnicamente, porque nunca he tenido una virgen, asciende a las dos cifras, rozando las tres. Y nunca repito.

Supongo que es por eso que al principio no la vi, porque no iba sola. La acompañaba una chica que venía todos los viernes sin fallar nunca.
Era bueno con las caras y sabía que ya la había tenido abierta de par en par para mí durante horas.

También tengo que contarte sobre mis reglas supongo ya que me dispongo a ser sincero.

1.- Nada de números de teléfono.

2.- NUNCA-fíjate que lo puse en mayúscula- dormir con la chica. (Mi cama es demasiado cómoda)

3.- No repito polvo. Te follo y me largo.

Son tres simples reglas a las que me aferro con uñas y dientes.
No estoy interesado en relaciones. Disfruto demasiado siendo como soy, ¿por qué iba a joder eso para acabar con alguien a quien terminaría detestando a la larga?

Entonces, volviendo a esa noche, yo me encontraba haciendo mi trabajo.
La noche de los viernes hay barra libre para chicas. Ellas beben gratis y atraen a moscones para que consuman mientras tratan de ligar.

El bar donde trabajo se encuentra en pleno puerto olímpico, lo que significa que nunca está vacío. Llenamos el aforo todo el fin de semana y uno nunca se aburre. Tampoco tenemos tiempo para eso.