La adivina 2/5

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Antes de nada, perdón por haber dejado esta historia empezada y abandonada. Es hora de seguirla. Podéis volver a leer la primera parte para no olvidar lo que pasó, y prometo no dejarla a medias de nuevo.

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Miró a su alrededor conteniendo las lágrimas.

Sabía que eso ocurriría. Su padre se había asegurado de recordárselo día tras día durante los últimos seis meses. En cuanto surgiera la oportunidad, dejarían atrás aquel lugar y empezarían de nuevo en otro.

Dejó su maleta en el suelo, junto a la puerta. Debería deshacerla y guardar las cosas en el armario, pero era lo último que quería.

No se había despedido de Liam, su único amigo de verdad. La única persona con la que había podido contar.

¿Estaría él enfadado? ¿La extrañaría? Ella ya lo echaba de menos. Ni siquiera habían transcurrido cuarenta y ocho horas desde que huyeron como si fueran ladrones del que consideraba su hogar, escapando al amanecer.

Quería llamarle, pero no tenía como hacerlo. Aun no tenían línea en ese nuevo "hogar", y su viejo móvil había desaparecido en cuanto su padre la hizo subir deprisa y corriendo al coche.

Durante meses, quiso decirle la verdad a Liam. Nunca lo hizo por temor a que él creyera que no merecía la pena seguir cultivando su amistad si finalmente ella se marchaba.

Y una parte de ella en realidad tenía la esperanza de que su padre cambiase de opinión, sin embargo la noche anterior cuando entró en casa después de tan maravillosa tarde con su amigo, dejó muy claro que era la última vez que lo vería.

Nunca entendió porqué su padre aborrecía al chico. Liam había sido muy bueno con ella desde que se conocieron cinco años atrás. Por primera vez había sentido que encajaba con alguien y era la primera vez que se quedaban tanto tiempo en un sitio. Eso le dio esperanzas y estas finalmente se habían roto.

La adivina había tenido razón. Ella no era feliz. Ocultarle la verdad a Liam, la persona en la que más confiaba, no fue fácil. Y eso no fue todo.

En pocos meses él alcanzaría la mayoría de edad. En algún momento se cansaría de estar con una niña y empezaría a salir con chicas mayores. Alguien que pudiera acompañarle a todas partes. Alguien que no era ella.

Las lágrimas llegaron con más fuerza y aferrándose a la almohada con la cama aun sin hacer, dejó salir toda la tristeza que acumulaba en su interior.

Algún día, cuando tuviese edad suficiente, dejaría a su padre y regresaría con Liam.

¿Se acordaría él de ella entonces?

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DOS AÑOS DESPUÉS

Despidió al último cliente de la ferretería y colocó el cartel de cerrado.

Un día más.

Habían transcurrido setecientos treinta días, doce horas y minuto arriba, minuto abajo desde que la vio por última vez.

Ahora había otra familia viviendo en su casa, y él se había mudado de casa de sus padres casi un año atrás. Odiaba la vista de otras personas donde debería estar Claire.

Los primeros doce meses, intentó día tras día encontrarla. Su teléfono había permanecido apagado y finalmente dado de baja. No encontró cuentas en las redes sociales, y supuso que su padre debió asegurarse también de que ni siquiera pudiera crear una a escondidas.

Después del primer año y sin que ella tratase de contactarlo tampoco, se dio por vencido.

No importaba que su corazón se negase a aceptarlo. Necesitaba olvidarla para poder seguir adelante.

De camino a su pequeño apartamento, se abrochó completamente la chaqueta y metió las manos en los bolsillos cuando una fuerte ráfaga de aire le vino de cara.

Lo más probable era que se avecinase una tormenta. Habían estado avisando en la televisión de un fuerte frente frío acercándose a la costa.

Pasó de largo el puerto sin siquiera darle una mirada.

No quería más recuerdos que los que ya lo asolaban por las noches.

-Eres tú.

Volvió la mirada hacia la anciana y la reconoció de inmediato.

Verla trajo de nuevo imágenes de aquella noche.

-Se equivocó. Nuestro destino no está ligado. Ella se marchó.

-¿Lo hice? Yo nunca me equivoco, ¿sabes?

-Siempre hay una primera vez y ojala no hubiese tenido que ver conmigo.

Otra ráfaga de aire le golpeó y la mujer levantó el rostro hacia el cielo e inhaló.

-¿Hueles eso?

La confusión por el repentino cambio de tema le hizo responder.

-¿La tormenta?

-No. El fuego.

Sin otra cosa más que decir, se alejó por dónde había venido y él continuó su camino.

Una vez en casa, tras una ducha y ponerse el pijama, se sentó en el sofá con una taza de te y encendió el televisor.

-Noticias de última hora -anunció el corresponsal de noticias-. El fuego que empezó hace apenas una hora en la vieja fábrica textil Monroe ha sido provocado. Después de que los bomberos controlaran las llamas, hemos podido hablar con su jefe y el capitán de la policía. Nos han confirmado que hay al menos dos víctimas mortales y varios heridos. Parece que están empezando a salir las víctimas para que los servicios de emergencia les atiendan. Disculpe, disculpe...

El corresponsal prosiguió hablando pero él ya no escuchaba, porqué allí, en la televisión nacional, una Claire dos años mayor salía acompañada del edificio por uno de los bomberos.

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