La apuesta 2/12

131 23 18
                                    

Después de la primera semana en el nuevo trabajo, Sunny empezó a sentirse cómoda con sus nuevos compañeros.

Había temido que las cosas fueran como siempre habían sido: Comentarios maliciosos y no solo a sus espaldas.

Con un cuerpo curvilíneo, de muslos gruesos y cierta redondez en el vientre, nunca había sido objeto de deseo de ningún hombre, aunque tenía la piel suave y lisa y un rostro hermoso.

Por ese mismo motivo, cuando uno de estos empezó a mostrar cierto interés en ella, se sintió alagada.

Y por primera vez en su vida, también adecuada.

Roger Perkins trabajaba en el mismo sector que ella. Siempre que pasaba por delante de su mesa le guiñaba un ojo o le sonreía si ella estaba en ese momento al teléfono.

También solían coincidir durante la hora del descanso, donde compartían la salita con algunos otros compañeros mientras tomaban café.

Con el paso de los días, empezaron a conversar, interesándose en la vida del otro y poco a poco, él empezó a dar algunos avances.

Cuando hablaban, se aseguraba de dejarle algún roce ocasional en la mano, o le apartaba el pelo de la frente dejando una leve caricia en la mejilla.

El día que finalmente la invitó a salir, llegó a su casa emocionada y dispuesta a disfrutar de una hermosa velada.

Él había mencionado que la llevaría a cenar y quizá a tomar una copa mientras veían un monólogo de un chico al que ambos admiraban.

Guardando el documento en el que estaba trabajando y apagando el ordenador, dejó cerrado su trabajo por el día.
Todavía era temprano, de modo que podría llegar a casa, ducharse y prepararse para su cita antes de que Roger la recogiera.

La cita fue hermosa. Todo lo que siempre había deseado cuando soñaba despierta en su habitación mientras las demás chicas a su alrededor disfrutaban de la cosa real.

Después de recogerla en su casa, había conducido hasta un pequeño y acogedor restaurante italiano con pequeños jarrones y flores frescas en las mesas y estas cubiertas con los típicos manteles a cuadros rojos y blancos.

El vino con el que acompañaron su cena era dulce y le dejó un sabor agradable en el paladar mezclado con la deliciosa comida llena de especias.

Durante el postre, que compartieron, siguieron con la conversación que habían estado manteniendo a lo largo de la velada. No hubo ni un solo silencio incómodo entre ellos.

Jamás se había sentido tan a gusto con otra persona.

Con el estómago lleno, caminaron de la mano hacia el lugar que prometía un par de horas de risa y diversión y lo obtuvieron.

Llegada la medianoche, la dejó en la puerta de su casa y tímidamente le preguntó si podía besarla.
Fue increíblemente dulce y respetuoso con ella sin pedir nada más. Dándole su tiempo hasta que estuviese lista.

Poco a poco, con el paso de las semanas y luego los meses, su relación avanzó cada vez más, hasta ese día. La mañana que todo se desmoronó.

La noche anterior había sido increíble.
Después de una agradable cena en su casa y de acurrucarse juntos en el sofá mientras disfrutaban de una película, Sunny sintió que era el momento perfecto.

Se había enamorado de Roger con cada sonrisa, caricia o palabra bonita que le dedicaba.

Como no tenía ninguna experiencia, al principio no fue muy sutil tratando de hacerle entender que era hora, así que viendo que él no daba el paso, cerró los ojos y deseó que las palabras saliesen seguras de sus labios.

-¿Quieres quedarte a dormir?

La película se detuvo en la televisión y la mano con la que él le estuvo acariciando el cabello también.

Al sentir como se incorporaba, ella hizo lo mismo y se obligó a mirarle a los ojos.

-¿Estás segura, cariño? Sabes que no tengo ninguna prisa. Te quiero y...

-Lo sé y por eso mismo quiero hacerlo. Te quiero también y estoy lista.

Una preciosa sonrisa se formó en sus labios antes de que sus labios tocaran los de ella.

Más allá de los nervios, confió completamente en que él sabría tranquilizarla.

Ya en su habitación, dejó que él le quitara la ropa mientras la besaba de forma tierna antes de que se deshiciera de la suya.

Estaba cohibida. Ningún hombre la había visto nunca con poca ropa, menos aun desnuda.

-Eres tan hermosa. Soy tan afortunado de tenerte y de que me quieras.

Las palabras, susurradas en la oscuridad, fueron un bálsamo para ella.
La última de sus inseguridades cayó y le permitió adentrarse en su cuerpo después de acariciarla hasta casi hacerle perder el sentido.

Fue la experiencia más maravillosa de su vida.

Dos dias después, sintiéndose aun en una nube, llegó a la oficina y dejó las cosas en su mesa antes de dirigirse a la sala común a por una taza de café.

Las risas fueron lo primero que le llamó la atención, pero tampoco era algo fuera de lo común. El ambiente siempre era relajado y aun era temprano.

Casi estaba en la puerta cuando lo escuchó.

-Ya podéis pagar, pringados. ¡La gorda ha sido desflorada! Tardaste demasiado, tío. Ya empezaba a pensar que te gustaba o algo.

No reconoció la voz, pero sí la que respondió.

-Cállate idiota. No ha sido más que una jodida apuesta.

-----------------

Perdón por el retraso. Voy a ver si puedo ponerme al día y terminarla.

Historias cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora