La adivina 4/5

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Ella ya no estaba allí. Una amable y encantadora enfermera confirmó que Claire había recibido el alta y ahora no tenía ni idea de por dónde empezar a buscarla.

-Stuart, créeme cuando te digo que puedo andar. No necesito una silla de ruedas para desplazarme hasta el aparcamiento.

-Pero nena, la doctora ha sido muy clara. Reposo absoluto.

-Dudo que se estuviera refiriendo a esto. Eres un exagerado. Inhalé humo pero el bebé y yo estamos bien y...

Fueron esas últimas palabras de la mujer las que llamaron su atención.
En un lugar como aquel en el que no residían más de dos mil habitantes, confiaba en que el humo que inhaló fuera en el incendio de la fábrica.

-Disculpe -se acercó a ellos y tendió la mano primero hacia el hombre, quien lo miraba con desconfianza- estoy buscando a una chica que vino aquí herida por el incendio. Su nombre es Claire. Me han confirmado que ya le han dado el alta y quisiera poder ponerme en contacto con ella. Mi nombre es Liam y...

-Oh, dios mío. ¡Eres tú!

-¿Perdón?

La mujer esbozó una enorme sonrisa y casi empezó a dar saltitos emocionada. Si su marido no ha estuviese agarrando de los brazos seguramente nada se lo impediría.

-¡Viniste por ella! Dios sabe que el idiota de su padre no la merece. Esa niña necesita a alguien que la quiera junto a ella.

La esperanza creció dentro de su pecho al darse cuenta de que no se equivocó al acercarse a ellos. Conocían a Claire.

-¿Puedes decirme cómo dar con ella?

-Puedo hacer algo mejor. Te llevaremos a su casa.

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No estaba en casa, pero por como encontró todo cuando llegó, posiblemente la habría dejado hacia poco.

Al principio se asustó pensando que habían entrado ladrones, aunque lo único de valor que poseían era el dinero que ella tenía guardado dentro de su colchón. Una pequeña abertura en un lateral en la que su padre jamás buscaría y que le permitía seguir llenando el frigorífico y la despensa.

Después de comprobar que eso seguía en su lugar y descubrir que la ropa de su padre había desaparecido, sumó dos más dos.
Si había albergado alguna duda acerca de lo ocurrido en la fábrica, su rápida huída del lugar y de la que era su casa hablaba por sí sola.
Sin embargo no entendía el motivo.

Unos golpes en la puerta, seguida de una profunda voz, le detuvo el corazón.

-¡Policía!

Temblorosa, alcanzó el cerrojo y abrió la puerta.

Ante ella, dos hombres uniformados esperaban con una mano sobre sus armas, lo que la puso aún más nerviosa.
Debieron notarlo porque de inmediato dejaron de hacerlo.

-¿Claire Smith? -asintió con temor-. Buscamos a tu padre. ¿Se encuentra en casa?

-No. Él...

Si la policía estaba allí buscándolo quizá sabían lo mismo que ella, quizá más.

-¿Trabajas en la fabrica Monroe?- Preguntó uno de ellos mirando fijamente su vendaje. Asintió de nuevo.

-Se ha confirmado que el incendió fue provocado y las cámaras del edificio de enfrente grabaron a tu padre escapar corriendo de allí poco antes de que llegaran los bomberos. ¿Puedes decirnos dónde encontrarle?

-No. Acabo de llegar del hospital. Encontré el apartamento revuelto cuando llegué y su ropa no está.

Se apartó de la puerta, dejándoles ver por primera vez el interior.

Los agentes compartieron una mirada cargada de tristeza.
Sí, tenía un padre de mierda que podría haberla matado a ella y a otros junto a las dos víctimas mortales que ya había, y estaba claro que acababa de abandonarla a su suerte.

-Deberías acompañarnos, Claire. ¿Tienes algún familiar al que podamos llamar?

-Mi abuela.

Ella había vivido con ellos antes de mudarse la última vez, cuando dejó a Liam atrás, pero al poco de instalarse, prefirió tener su propio lugar. Aunque eran cercanas, su abuela era un espíritu libre y le encantaban los viajes para jubilados. Casi nunca estaba en su casa.

-De acuerdo, entonces vamos. Podemos hablar más una vez estemos allí.

Aguantó las terribles ganas de llorar que sentía, cogió sus cosas y les siguió fuera, cerrando la puerta tras ella.

-¡Claire!

Su nombre sonó alto y claro cuando estaba por subirse al coche patrulla, y por segunda vez ese día, se quedó paralizada, pues de todas las personas en las que podía pensar, nunca imaginó que Liam fuese una de ellas.

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