A escondidas

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Su hijo dormía en la cama de al lado, mientras ella esperaba nerviosa a que él regresara.
Incapaz de mantenerse quieta, se paseaba de un lado al otro de la habitación a oscuras.
Sus ojos, rojos e hinchados por las lágrimas, miraban hacia el portátil que estaba casi cerrado en el escritorio.
La poca luz que desprendía era lo único que daba algo de claridad.

Fuera estaba oscuro también. No sabía la hora, pero posiblemente pasaba de la medianoche.

Él había sido muy claro al decir que ella no debía mirar. Sin embargo, no podía quitarse de la cabeza que tal vez, eso era lo que mantendría a los demás a salvo.

"Te buscarán."

Eso también lo sabía. Ninguno de ellos se detendría hasta encontrarla si desaparecía.
Un último vistazo a su hijo y tomó la decisión. No le quedaba más remedio.

Se acercó al escritorio y con manos temblorosas levantó la tapa del portátil.

Allí, en la pantalla, donde su dirección de correo electrónico aparecía dictando su sentencia, comenzó una cuenta atrás.

No importó lo mucho que trató de borrarla, la barra que la llenaba iba menguando al mismo tiempo que los números.

"Por favor, por favor."

¿Qué había hecho?
La cuenta atrás terminó y la pantalla se quedó en negro.

Pocos segundos después apareció un texto.

<<SAL POR ATRÁS.>>

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-Quiero a cada uno de vosotros atento a cualquier sonido que pueda resultar sospechoso. Nadie puede acercarse ni a ella ni al niño. Eso es prioridad.

Ante el asentimiento de los suyos, se quedó a solas y pasó las manos por su cabello de forma nerviosa.

Hubiese preferido no implicarse de ningún modo, pero había sido imposible.
Desde el mismo momento en que la conoció.
Tendría que haber sido solo una misión más. Solo un trabajo.

Ahora todo lo que quería era huir con ella. Mantenerla a salvo, y también al crío.
Quería eliminar la amenaza que pesaba sobre su cabeza y ver finalmente esa sonrisa que ella solo mostraba a su hijo.

Cerró los ojos y recordó el momento exacto en que la vio por primera vez.

Apenas medio año antes él había estado devastado. La muerte de su padre, su mentor, fue un golpe muy duro.
Habían estado hablando el día anterior, haciendo planes para ir a pescar el fin de semana.

Solían hablar todos los días y cuando al día siguiente no respondió a sus llamadas, algo le dijo que las cosas no iban bien.

Condujo hasta su casa, esperando que la fuerte sensación de desasosiego que sentía en el pecho no tuviese nada que ver con su padre.

Detuvo el coche de cualquier forma y bajó corriendo sin preocuparse en cerrar la puerta.
Cuando llegó a su casa, llamó varias veces sin respuesta.

Rodeó la casa hasta la parte trasera y se paró en seco cuando vio a su padre en el suelo.
Corrió hasta él, buscándole el pulso desesperadamente sin encontrarlo.

La autopsia indicó que había sufrido un ataque cardíaco.
Los días después de lo ocurrido fueron un infierno.
Había intentado levantar cabeza, intentando centrarse en el trabajo, pero seguía con la mente dispersa.
Entonces un día ella apareció.
En cuanto miró sus ojos y vio el miedo en ellos, supo que no se alejaría. No podría.

Según el informe que le pasó su superior, ella y su hijo necesitaban protección. Se sospechaba que iban tras ella porque la necesitaban para acceder a una de las cajas fuertes más seguras del mundo.

Después de un intento de secuestro y varias amenazas, Blanca y su hijo estaban ahora bajo su protección.
Y él se tomaba muy en serio su trabajo.

Haría cualquier cosa para mantenerles seguros, incluso si eso implicaba ponerle a él y a los suyos en peligro.

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Una vez que bajó las escaleras, giró hacia la izquierda y se adentró en el comedor.
Podía oírles hablando en la cocina que era el lugar más cercano a donde habían instalado todos sus juguetes.
Lo único que tenía que hacer era cruzar la sala y accedería al balcón que daba a la parte trasera de la casa.

Ella había crecido allí. Conocía cada rincón perfectamente.

El balcón tocaba prácticamente el suelo, por lo que no saldría herida si saltaba. Y ellos se la llevarían a partir de ahí.

Fue doloroso despedirse de su hijo, pero mantenerle a salvo era todo lo que le importaba.
Esperaba que pudiese perdonarla algún día. Que todos lo hiciesen.

Mario estaría cabreado. Había prometido cuidarles a ambos incluso si eso implicaba perder la vida. No podía permitirlo. Amaba demasiado al hombre.

Dejó que una lágrima escapase de sus ojos al pensar en el futuro que podrían haber tenido juntos.

Retiró la cortina que la separaba del exterior y con el mayor sigilo del que era capaz, deslizó una pierna por la barandilla y después la otra antes de saltar.

Se alejó de espaldas, con la vista aun en la casa, hasta que sintió el arma tras ella.

Una enorme mano cubierta le cubrió la boca antes de que gritase.
Podía oler el tabaco en su aliento y contuvo las náuseas que eso le generaba.

-Di adiós Blanca. No vas a volver.

Desaparecieron ocultos en la oscuridad, al igual que vulgares ladrones.

FIN

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¿Qué os ha parecido? Esta historia viene de un sueño que tuve, aunque tuve que improvisar la parte de él porque eso no aparecía en el sueño 🤣.

Espero que os haya gustado. Nos leemos pronto 😘.

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