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Austin

Conforme pasaron las semanas, parecía que las cosas en la Universidad, se calmaban. Apenas podían oírse ya los susurros acerca del anuncio en busca del príncipe azul que Addison había puesto en el tablón de anuncios. Todavía veía que la miraban tratando de disimular sin conseguirlo, pero por lo menos, no había vuelto a recibir mensajes de desconocidos calenturientos que todo lo que querían era meterse en sus bragas y luego desaparecer.

Como cada tarde, la observé irse apresurada en busca del autobús. Todavía no me había acercado a ella para decirle que realmente yo podría llevarla. Nuestra relación no era muy buena, y estaba seguro de que solo me toleraba por mi padre.

-Austin, te estoy hablando.

Me volví hacia Willow, quien muy a mi pesar, seguía a mi lado.

Había tratado varias veces de deshacerme de ella, pero realmente era mi culpa. Yo la besé sabiendo que Addison estaba mirando aquella vez que se golpeó la nariz contra la puerta de mi taquilla. Quería verla reaccionar.

-Lo siento. Tengo que irme a trabajar.

-Pero no has respondido a lo que te he preguntado.

Me detuve, por educación supongo, y esperé a que hablase.

-¿Sigue en pie lo de esta noche?

Suspiré. Si. Seguía en pie. No sabía en qué momento había terminado aceptando salir con Willow, pero pese que lo había retrasado todo lo posible, aquella noche la llevaría a cenar. Eso significaba que no estaría a la hora de cierre. Mi padre estaría en mi lugar. Y por primera vez en dos semanas, no la seguiría para comprobar que llegaba bien.

-Sí. Te recogeré a las ocho y media.

-Estaré lista. Hasta la noche.

La vi irse después de dejar un leve beso en mis labios y me dirigí a la salida.

Comprobé la hora en mi reloj antes de subirme al coche. Seguramente ella llegaría antes que yo hoy, sobre todo porque todos los malditos semáforos de la ciudad estaban en mi contra.

Cuando detuve el coche en el lugar de siempre, me apresuré hacia el interior.

Saludé a mi padre y fruncí el ceño al verle tras el mostrador.

Normalmente él se mantenía en su pequeña oficina junto al almacén.

Miré hacia un lado y hacia el otro buscando a Addison.

Quizá el autobús se había retrasado más de la cuenta y todavía no había llegado.

Dejando mis cosas en el almacén, me acerqué a mi padre con la intención de preguntarle, pero se me adelantó.

-Hoy estamos los dos solos. Addison no vendrá. Tiene un examen importante mañana y me ha pedido si podía cambiar el turno.

-Claro. Bueno, voy a hacer un poco de tarea y enseguida salgo para ayudarte.

-No hay prisa. La cosa está bastante tranquila. Tómate tu tiempo.

Asintiendo, me retiré al despacho. Ella no había mencionado nada el día anterior. Hizo su turno como solía hacerlo y como siempre se había despedido apresuradamente.

¿Dónde iba entonces hoy que salió como si llegase tarde?

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Addison

Janine y Dakota me miraron mientras revolvía mi armario. No quería pensar en lo que pasaría esa noche. Tenía que estudiar. Mi libro de literatura estaba mirándome desde mi escritorio y parecía hacerme señales luminosas para que lo abriese y aprendiese algo para el día siguiente.

-El azul te sienta bien. Deberías usar ese.

Janine tenía razón. El azul era un color con el que siempre me veía bien, sin embargo, no estaba de humor para usarlo. Mi periodo había llegado y todo lo que quería era usar ropa ancha, tirarme en la cama y acabar con el pequeño alijo de chocolate que guardaba en el cajón de mi ropa interior.

-Prefiero llevar pantalones.

-Siempre prefieres usar pantalones, pero vas a una cita. Una cita con un chico guapo que no ha dejado de mandarte mensajes desde que intercambiasteis números hace unas semanas, así que ponte el vestido.

Amaba a mis amigas. De verdad que sí, pero justamente hoy quería mandarlas lo más lejos posible de mi.

-No me he depilado.

Por lo menos no estaba mintiendo. Miré mis piernas, enfundadas en unos pequeños pantaloncitos de Hello Kitty y unos calcetines gruesos que usaba para estar cómoda. Las zapatillas y yo no éramos muy amigas.

Observé a mis amigas mientras estas inspeccionaban también mis piernas en busca de lo que debía ser un gran hallazgo, porque las vi entrecerrar los ojos varias veces.

-Tienes el vello tan claro que ni se nota. Vais a cenar a un restaurante, Addison. No puedes ir con pantalones.

Odiaba darles la razón. Teóricamente si podría usarlos, pero todos los que tenía eran o de deporte, que solía usar durante mis días de marea roja, o tejanos, con los que me sentía muy a gusto. Y ninguna de las dos opciones eran viables para esa noche en específico.

Kevin, mi cita de esa noche, había repetido en varios de sus mensajes el lugar al que me llevaría. Un restaurante al que yo no aspiraba ni a poder pagar las sobras.

Sabiendo que no ganaría la discusión y necesitando urgentemente estudiar aunque fuesen un par de horas, acepté ponerme el dichoso vestido y les pedí amablemente a mis amigas que desapareciesen de mi vista.

-¡Queremos detalles cuando vuelvas! -gritaron a la vez mientras la puerta se cerraba tras ellas. Par de locas.

Me volví hacia mi escritorio y suspiré.

Le había pedido a mi jefe fiesta para poder estudiar, y también porque con mi horario, la cita se habría retrasado unos días más, y no quería.

No obstante cuando esta mañana me desperté con un fuerte dolor, agradecí no tener que ir.

Y fue peor cuando me di cuenta de que había manchado el pantalón. Afortunadamente nadie se dio cuenta y yo solo salí corriendo para llegar hasta mi habitación, cambiarme y tomarme un par de ibuprofeno.

El sonido de un mensaje interrumpió mi tiempo de estudio cuando llevaba casi una hora llenando mi mente de autores y obras que ni siquiera había leído.

Kevin

Estoy deseando verte luego. Pasaré por ti a las ocho.

Miré el reloj y supe que debía darme prisa. Todavía tenía que ducharme y adecentarme un poco.

Yo

Estaré lista.

Decidida a estudiar un poco más, puse la alarma a las siete y volví a centrarme en el libro.

Una vez duchada y arreglada, cogí el bolso y me aseguré de meter un par de tampones en él antes de salir por la puerta e ir hacia donde había quedado con mi cita.

Por lo menos el chico había sido puntual y había insistido en que no saliese hasta que él me avisara de que estaba fuera.

Durante el camino hacia el restaurante, hablamos de todo un poco e incluso me hizo reír con algunas anécdotas que me contó.

Ahora que estaba más relajada, me alegraba haber aceptado quedar con él.

Una vez en el restaurante, la cosa empezó a volverse un poco más íntima.

Kevin aprovechaba para tocarme la mano cada vez que hablábamos y lo veía observar mis labios más de lo que miraba mis ojos, pero decidí no darle importancia y disfrutar de la abundante y deliciosa cena.

Mientras esperábamos a que nos trajesen el segundo plato, sentí que estaba siendo observada y tratando de ignorar la incomodidad que eso me produjo, me disculpé y aproveché para ir al baño a cambiarme.

Saliendo más calmada, me dispuse a regresar a la mesa cuando sentí la mano de alguien rodear mi muñeca.

-¿Esta es tu forma de estudiar?

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