Hablando un poco con el señor Rodriguez, Alexia se quedó más tranquila.
Sentía que había algunas cosas que el hombre se guardaba para si mismo, pero si hacia todo lo que estuviese en su mano para encontrar a Ted, ella iba a agradecérselo toda la vida.
Alexia le había regalado a Ted a los once años, un colgante en forma de pua de guitarra con una inscripción, y se había asegurado de que esta llevase incorporado un gps por si alguna vez él se perdía, tuviese un modo de localizarle.
Al comentarle aquello al señor Rodriguez, este le aseguró que lo comprobaría.
-Esas cosas no suelen tener mucho alcance, por lo que si está lejos, será difícil. Voy a intentarlo de todos modos.
La espera se hizo eterna. El sonido de la respiración del hombre y de las teclas que parecía estar aporreando mientras trabajaba, eran lo único en lo que podía centrarse Alexia.
Seguramente no tardó más de diez minutos, cuando finalmente volvió a hablar.
-La señal se está moviendo y no está lejos. Un kilómetro y medio hacia el norte. Si sigue avanzando, se perderá la señal.
-Entonces debemos hacer algo cuanto antes. No puede llevárselo más lejos o quien sabe si podremos encontrarle de nuevo.
-Busqué propiedades del señor Joel Thompson, pero no encontré nada. Sin embargo parece que hace poco más de un año se compró un edificio alejado del centro de la ciudad, justo al norte, a su nombre.
-¿Mi... mi nombre?
-Así es.
Lo siguiente que ocurrió, fue a cámara rápida. No sabía cuando o como, Charles había reunido a un grupo de policias y puesto al tanto de la situación.
Antes de colgar la llamada, le agradeció al hombre por haberla ayudado.
-No tiene que agradecerme. Charles y su mujer son buenos amigos. Solo dígale que no olvide traerme esos chocolates tan deliciosos que tienen allí en su visita anual a Argentina.
-Haré mucho más que eso, señor Rodriguez. Voy a prepararle unos yo misma.
-Eso merece sin duda que pueda llamarme por mi nombre, señorita Harris.
-Entonces, puedes llamarme por el mío. Gracias de nuevo, Mariano.
-Hasta pronto, Alexia. Sos bienvenida a Argentina cuando quieras.
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Pese a lo mucho que insistió, Oliver no le permitió ir con la policía. Podía ser peligroso y ellos sabían hacer su trabajo.
Mariano había enviado toda la información al oficial al cargo y ahora solo debían esperar a que regresaran. Solo esperaba que fuese con Joel preso y su hermano a salvo.
Para mantenerse distraída y evitando pensar en todo lo que podía salir mal, le preguntó a Charles sobre como conocía a Mariano.
-Mi mujer es de Argentina. Le conocí cuando nuestras mujeres se conocieron en el hospital cuando estaban en trabajo de parto. Hemos mantenido la amistad desde entonces.
>>Todos los años viajamos allí para ver a la familia de mi esposa, y siempre nos reunimos. A Mariano y a su mujer les gusta mucho el chocolate de aquí, de modo que cada vez que viajamos, solemos llevarles un poco.
-Haré algunos yo también para que pueda llevárselos cuando viaje si no es molestia.
-Por supuesto que no. Será un placer.
Oliver observaba todo desde al lado de ella. En ningún momento le había soltado la mano, y él trataba de tranquilizarla dejando pequeñas caricias en sus nudillos cuando apretaba más de la cuenta.
Seguramente ella no era consciente, pero incluso mientras hablaba con Charles, su mente seguía muy consciente de su hermano.
No fue hasta una hora y media después, cuando un enorme alboroto se formó en la entrada de la comisaría.
Los tres se pusieron de pie cuando Ted entró acompañado de un par de oficiales.
Alexia corrió inmediatamente a abrazarle para asegurarse de que estaba bien.
Mientras ellos disfrutaban de ese abrazo, un Joel esposado entró maldeciendo a todo aquel que se puso en su camino. Solo cuando vio a Alexia se calmó antes de esbozar una siniestra sonrisa que se borró en cuanto Oliver acudió a su lado y la rodeó con el brazo.
-¡Maldita perra! ¡Ella no podrá darte hijos, estúpido! ¡Es una mujer vacía!
Oliver avanzó un paso hacia Joel y se acercó a su oído para dejarle las cosas claras.
-Ella vale todo. No me importa si no puede darme un hijo, encontraremos la manera de ser padres si así lo queremos, pero más importante aun, ella es mía, y tu no vas a volver a herirla. Me aseguraré personalmente de eso.
Joel siguió maldiciendo mientras se lo llevaban, pero Oliver ya se había olvidado de él.
Volviendo la mirada hacia Alexia y su hermano quienes habían observado todo desde donde estaban, se acercó a ellos con una sonrisa y tendió la mano hacia Ted.
-Me alegra que estés bien, porque voy a necesitar a alguien de mi lado para convencer a tu hermana de que acepte tenerme cerca los próximos cincuenta o sesenta años.
Ted miró sorprendido a su hermana, quien se había vuelto del color más rojo que había visto nunca, antes de mirar a Oliver y tender su mano con una enorme sonrisa.
-Cuenta con ello.
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Historias cortas
Short StoryAquí podéis encontrar los relatos que vaya escribiendo de a poco. No sé cuantos serán en total, pero espero que disfrutéis de ellos igual que con mis otras historias. Registrado en Safe Creative Portada @SoniaLopezSouto