Casi tres horas estuve en casa del señor Gutierrez, pero por lo menos la montaña de ropa sucia y la de la plancha ya no parecían la Torre de Pisa.
Había sido de gran ayuda también que el hombre tuviese secadora, de ese modo mientras se hacía una lavadora, se secaba otra. Y luego solo tuve que plancharlo todo.
Odiaba planchar.Cambiar sábanas, sacar el polvo, limpiar el baño y la cocina y finalmente barrer y fregar.
Estaba completamente agotada.
Todo lo que quería era volver a casa, darme una ducha fría, comer algo ligero y coger del congelador mi helado de fresa favorito. Podría devorarlo mientras leía lo último de mi autor favorito.
Apenas había empezado el libro el día anterior y la intriga me estaba comiendo viva.
¡Nada mejor que una novela de misterio!Y así fue como pasé el resto de la tarde.
Había terminado la novela y estaba sinceramente pensando en ir a comprarme el segundo.
Podría acercarme al centro y mirar si había alguna novedad literaria que me llamase la atención.Decidida, me puse un vestido de tirantes blanco con unas sandalias y salí de casa.
Caminé distraída mirando las tiendas.
Se estaba genial en la calle y como anochecía más tarde todavía me quedaban al menos un par de horas antes de que las tiendas cerrasen.Podría incluso cenar algo antes de volver a casa. No me apetecía nada cocinar.
Con esa idea en mente, caminé hasta mi librería favorita y me entretuve mirando las novedades.
Salí de allí con tres ejemplares nuevos. Uno de ellos la continuación del que había terminado hoy.Mi siguiente parada, fue en un puesto ambulante de perritos calientes. Pedí uno con mucha mostaza y jalapeño. Amaba el picante.
Caminé mientras lo devoraba, disfrutando de la brisa y el leve olor a mar que llegaba hasta donde me encontraba.
El puerto no quedaba lejos y había escuchado en la librería que había una pequeña feria allí.
No pude evitar preguntarme si alguno de mis monstruitos estaría allí.Miré el reloj y eran casi las diez.
Podría pasarme por la feria, dar una vuelta y luego regresar a casa.Todo ocurrió muy rápido.
Sentí el empujón y luego llegaron los gritos.
Miré hacia todos lados, desorientada.
La bolsa con mis libros había caído al suelo.
Los gritos no se detenían.
Veía a la gente señalar hacia donde me encontraba y no entendía que pasaba. Hasta que vi la sangre.🚑🚑🚑🚑🚑🚑🚑🚑🚑🚑🚑🚑🚑🚑🚑🚑
Mi turno empezó como siempre. De seis de la tarde a seis de la mañana.
Llegué a la central, fiché y tomé mi primer café.
Saludé a mis compañeros y luego me dirigí hacia la ambulancia.
Tenía que comprobar que no faltase nada que pudiese necesitar.
El compañero al que yo relevaba ya debería haberlo comprobado, pero me gustaba hacerlo de todas formas.
Me relajaba y luego empezaba mi turno más tranquilo.Las primeras dos horas las pasé allí. No había saltado ninguna llamada, por lo que me quedé con algunos compañeros hablando.
A las ocho, llamaron por una pequeña colisión.
Ambos conductores estaban bien pero había que comprobarlo antes de dejarles marchar.
A las diez y media llamaron desde el puerto.
Había habido un altercado en la feria y confirmaron un herido de gravedad y un par leves.Cogí de nuevo la ambulancia después de lanzar a la basura lo que quedaba de mi refresco y bocadillo que me había detenido a comer aprovechando que no llamaron por alguna urgencia.
Estaba aproximadamente a quince minutos del lugar.
Prendí la sirena y conduje hacia allí lo más rápido que pude.Detuve la ambulancia e inmediatamente salté para coger suministros.
Abriéndome paso hacia donde se amontonaba una multitud, finalmente llegué al lugar encontrándome a una Mariana con las manos y la ropa cubiertas de sangre.
Aterrado, me acerqué hacia ella.
Necesitaba comprobar que estuviese bien, que la herida no fuese grave.
La había encontrado después de diez años. No podía perderla ahora.-Mariana... Mariana... Cariño, por favor, mírame.-Sus ojos me encontraron y casi la sentí respirar aliviada-. Necesito ver la herida.
Ella frunció el ceño y señaló a su lado.
Confundido, miré hacia allí y encontré a un hombre un poco más mayor que nosotros con una herida en el brazo y otra en la pierna.
-La sangre no es mía, Axel. El señor chocó conmigo cuando le hirieron. He estado manteniendo presión en la herida de la pierna y por eso me ves de esta manera.Sentí las piernas fallarme.
Quería abrazarla y llorar de alivio porque ella estaba bien. En cambio, mantuve la calma y atendí al hombre.
Mariana se mantuvo cerca y le calmaba con palabras suaves.
Lo más probable fuese que necesitase algunos puntos en el muslo. La herida del brazo era superficial.Con la ayuda del "pequeño ángel" llevé al hombre hasta la ambulancia y lo acomodé en la camilla.
Le llevaría al hospital y allí le harían la curación pertinente.-¿Te importa si voy contigo? Me ha dicho que su mujer está fuera visitando a su familia y no quiere llamarla y asustarla. Puedo quedarme con él mientras le atienden.
En otra ocasión, hubiese dicho que no.
Ella no era nada del hombre y solo si fuese cercana o familiar se le permitiría acompañarle, pero no me negué.
Después del susto al verla en ese estado, quería mantenerla allí donde mis ojos pudiesen verla.Asentí y ella subió a la parte trasera con el hombre.
Incluso con el ruido de la sirena podía oírla contándole acerca de un libro que había leído y como había salido esa tarde en busca de más.Una vez en el hospital, di mi informe sobre lo ocurrido y la atención que le había dado al hombre.
Nada me retenía allí.
Tenía que volver al trabajo, pero no quería dejarla.
La ansiedad que había sentido al verla con toda esa sangre no había desaparecido.Mi busca sonó y me obligué a llamar a la central sin apartar los ojos de ella, así que pude verla también cuando su teléfono sonó y atendió la llamada.
Nuestros ojos se encontraron de inmediato.
El señor Gutierrez se había vuelto a caer.
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Historias cortas
Short StoryAquí podéis encontrar los relatos que vaya escribiendo de a poco. No sé cuantos serán en total, pero espero que disfrutéis de ellos igual que con mis otras historias. Registrado en Safe Creative Portada @SoniaLopezSouto