Servicio de emergencia 3/9

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Desde ese primer beso, otros fueron robados también.
Axel aprovechaba cualquier oportunidad. No importaba lo mucho que yo le gritase para que dejase de hacerlo, él solo sonreía y se despedía..
Había llegado a soñar despierta con sus labios sobre los míos.
Con el paso de los días, omitiendo las veces que jugaba con mi boca, fui conociendo a un Axel distinto al que yo creé en mi mente.
Delante de sus amigos reía y bromeaba, pero cuando se quedaba solo, el Axel taciturno salía a flote.
Fueron muchas las veces en las que le veía mirarme y nunca apartaba los ojos cuando le pillaba.
Parecía desafiarme con la mirada, como si tratase de hacerme reaccionar, solo que yo no entendía el motivo.

Unas semanas más tarde de nuestro primer encuentro, me arrinconó en la salida de los vestuarios.
Me había quedado atrasada porque después de una muy necesaria ducha al finalizar educación fisica, necesitaba secarme el pelo para no parecer Espinete cuando se me secase.

Iba distraída mirando mi teléfono cuando sentí a alguien tomarme del brazo.
Al pensar que estaba sola, traté de gritar, pero su mano cubrió rápidamente mi boca, silenciándome.

-No dejo de pensar en ti. Cada noche me acuesto a dormir con el recuerdo del sabor dulce de tus labios y me despierto sabiendo que no es suficiente. Que no importa cuantas veces te bese, jamás voy a saciarme. Me siento ahí afuera y te miro esperando que me veas también. No quiero conformarme con unos pocos besos robados. Quiero que me los devuelvas.
Su mano fue apartándose poco a poco de mis labios, y sus ojos dejaron los míos para poner toda su atención allí dónde su mano había estado segundos antes.

-Voy a besarte, Mariana.
Esa fue su única advertencia.
Mis pies dejaron literalmente el suelo, cuando sus labios cubrieron los míos de forma hambrienta y lo supe. Estaba enamorada de él.

Ahora, diez años después, todavía lo estaba. No importaba lo mucho que mi mente se empeñase en recordarme el porqué de nuestra ruptura.
Nunca hubo nadie más después de él. Me centré en mis estudios y después en mi trabajo.
Mordí su labio e inmediatamente se alejó sorprendido.
Me conocía muy bien para saber que yo también estaba afectada por ese beso, pero eso no quería decir que fuese a permitirle que jugase conmigo de nuevo.

Observé, entre fascinada y enfadada, como pasaba la lengua por su labio para calmar el escozor.

-¿Por qué me has mordido?
-¿Por qué me has besado? ¿Que te da derecho?
-La promesa que hicimos hace diez años. Prometimos que no habría nadie más. Me juraste mientras te hacía mía que nunca amarías a nadie que no fuese yo, y cuando estallaste a mi alrededor llevándome contigo, te juré lo mismo. ¿Rompiste esa promesa, cariño?
Incluso a pesar de que la luz seguía apagada, podía ver las emociones que le recorrían a través de sus ojos.
-No. Nunca la rompí.
Le sentí relajarse y separarse un poco para darme espacio.
Cogí las bolsas que poco antes había dejado caer, y volví a mirarle.
-Pero tu la rompiste nada más hacerla. Por eso me fui.

No podía quedarme más allí. Era débil con respecto a él.
Había tratado de olvidarle con desesperación, sin embargo, ahí estaba yo, huyendo de nuevo del único chico que había conseguido mi corazón.

Tiempo atrás hubiese hecho cualquier cosa por él. Me enamoré de tal forma que pensaba que no sobreviviría a su ausencia.
Estaba tan segura de sus sentimientos, que cuando me enteré de la verdad pensé que enloquecería.
¿Como podía mirarme a los ojos y decirme que me amaba y en cuanto me daba la vuelta, dejar de importarle?

Lancé las bolsas al contenedor y corrí hacia mi casa.

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Podría haberla detenido, pero dejé que se fuera. De nuevo.
Diez años atrás había corrido tras el autocar que la llevaría lejos de mi sin saber siquiera el porqué de su marcha.

Sus amigas hicieron voto de silencio y se negaron a decirme nada.
Me convencí a mi mismo de que ella volvería. Que la promesa que nos hicimos había significado tanto para ella como para mí, pero Mariana no regresó. Había desaparecido de mi vida igual de rápido que apareció.

Me enojé. Estaba tan malditamente enojado con ella por abandonarme.
Había pasado meses imaginando un futuro a su lado.
Ese primer beso que le robé, cambió todos mis planes.
Todo lo que tenía planeado se fue desdibujando con cada beso que lograba darle, hasta que un nuevo sueño se formó ante mí. Un sueño que empecé a cumplir cuando finalmente ella empezó a devolverme los besos y luego ese sueño simplemente se esfumó, dejándome sin nada.

Acabé la secundaria y me marché lejos.
La medicina siempre me había fascinado y acabé trabajando en lo que me gustaba.
Encontrarla allí esa noche fue toda una sorpresa, por mucho que traté de hacerme el indiferente y de ignorarla, la sentía en cada poro de mi piel.
Mis sentidos se extendieron.
El ruido del roce de su ropa cuando se movía.
El tenue pero adictivo olor de su crema corporal, la misma que usaba en el pasado.
El sonido de su respiración.
Trataba de hacer mi trabajo ignorando todo aquello, pero entonces el hombre al que estaba atendiendo, me contó sobre ella.
La había llamado su pequeño ángel.
Solía pensar así de ella también.
Habló sobre como le cuidó, y sobre su comida. Ella era increíble en eso. Siempre lo fue.

Cuando mis compañeros se marcharon, extendí un poco más de mi tiempo con ella, observándola. Era todavía más hermosa que en mis recuerdos.

Me dije a mi mismo cuando se despidió y bajó las escaleras corriendo que debía dejarla marchar. Nuestro momento ya había pasado. Tenía que olvidarla.
Pero entonces las luces se apagaron.
Fuera estaba oscuro y yo no sabía dónde vivía ella.
No podía dejar que se marchara sola.
La detuve y lo sentí. Lo mismo que me ocurría cuando la conocí. Esa corriente entre nosotros no había desaparecido y lo que sentía por ella tampoco lo haría nunca.

El beso destrozó mi mente. Me llevó a otro tiempo y lugar donde era completamente feliz.
Y luego sus palabras.

-Pero tu la rompiste nada más hacerla. Por eso me fui.

Necesitaba saber a que se refería, porque diez años atrás prometí que no habría otra para mí. Y yo siempre cumplía mis promesas.

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