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Austin

En cuanto mis labios tocaron los suyos supe que estaba perdido.
Toda la ansiedad, los celos y el enfado que me había acompañado desde que la vi en el restaurante con ese chico, habían desaparecido.
Su boca se acoplaba perfectamente a la mía, y su cuerpo, tenso en un principio, era ahora arcilla en mis manos.
No sé si fui yo o ella la que terminó por amoldar nuestros cuerpos hasta que no había un solo espacio que nos separase, pero mis manos se encontraron de pronto abrazándola y deseando que nada ni nadie interrumpiese ese momento.

Quería gritar eufórico, sintiendo que estaba en el lugar y con la persona correcta y preguntándome porque había tardado tanto tiempo en dar este paso. Porqué me había negado a admitir, incluso ante mi mismo, que ella no era solo la chica a la que me gustaba hacer enfadar. No era solo la chica humilde, lista y trabajadora que sabía que era, y mis acciones de las últimas semanas solo me confirmaban lo que mi corazón estaba gritándome en este momento. Estaba enamorado de Addison.

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Addison

En cuanto sus labios me tocaron, olvidé completamente todo a mi alrededor.
El examen de mañana, mi cita de esa noche, sus palabras en el restaurante e incluso su cita. Todo desapareció de mi mente. Sólo existía este beso y como me hacia sentir.

Su cuerpo era un imán para mi y me deslicé más cerca para que nada impidiese ese contacto que ansiaba.

Sus manos me estrecharon con fuerza, como si él se sintiese del mismo modo, y cuando mis labios finalmente se separaron para permitirle entrar, supe lo perdida que estaba por él.

Todas aquellas veces que me hacia enojar se esfumaron de mis recuerdos siendo remplazadas por su preocupación por verme llegar a salvo cada noche cuando regresaba del trabajo.
Él quizá pensaba que yo no lo sabía, pero estaba equivocado.
Lo había visto aquella primera noche, y las otras que siguieron.
Nunca arrancaba el coche hasta que la puerta se cerraba tras de mi.
Había querido preguntarle sobre ello, pero una parte de mi, temía que si lo hacia, él dejase de hacerlo.

El aire empezó a caldearse a nuestro alrededor y me obligué a mi misma a cortar el beso.
Por mucho que mi piel ardiese, ahora mismo, mis ovarios estaban literalmente haciendo una fiesta dentro de mi recordándome el porque no podía llevar aquello más lejos.

Un silencio incómodo se asentó entre nosotros.
Ni siquiera podía mirarle a la cara, mucho menos decirle nada, pero como él parecía incluso más confundido que yo, decidí dar el paso.

-¿Qué estas haciendo aquí?
Bien, eso no era lo primero que quería preguntar, pero con la mente fría, era perfectamente válida.
-Quería disculparme por lo que dije en el restaurante. Fue inapropiado y de mal gusto.
-Fuiste un completo idiota, pero podías haberte disculpado mañana, en el trabajo, donde tu club de fans no estaría alrededor.
-No quería esperar, Addison. Me vine en cuanto os vi salir del restaurante.
-¿Y tu cita?
Se encogió de hombros y evitó mirarme.
-Supongo que a estas horas ya habrá publicado en todas sus redes sociales que soy un capullo. La verdad es que no he sido una buena cita.
-En cambio la mía fue perfecta. Kevin es un perfecto caballero y me ha tratado muy bien. Estoy deseando repetir, y tal vez alargar la velada.

Un paso hacia mi y eso fue todo.
Su olor, su cuerpo, sus labios me atraparon contra la puerta de la que no me había alejado aún, e hizo conmigo lo que quiso.
Yo era una mera marioneta entre sus dedos y conforme el calor y la excitación hacian esclavo a mi cuerpo, dejó de importarme.

Mi bolso cayó a mis pies.
La chaqueta que me había puesto por si refrescaba le siguió.
Sus labios dejaron los míos para besar mi cuello y dejar un mordisco en el hueco donde el cuello y el hombro se juntaban.
Sentí como mi sencilla ropa interior se humedecía, como mis pechos se endurecían ante sus caricias.

Cuando sus manos atraparon la cara interna de mis rodillas para que le rodease la cintura con las piernas, me tensé.
Nuestra cercanía fue aun mayor y cuando sentí el contorno de su miembro contra mi entrepierna, me tensé.
Tenía que detener esto.
No podía seguir.
-Austin... No puedo... No podemos...
Sus labios subieron de nuevo, esta vez hacia mi oído.
-Dejame hacerte sentir bien. Es todo lo que quiero. Ahora mismo, en este momento, todo lo que quiero es tu olor, tus besos, tus manos, sobre mi. Quiero que cuando me vaya, todo eso venga conmigo.

Sus labios me besaron de nuevo, esta vez con más ferocidad.
Le sentí moverse contra mi.
Sentí su corazón contra mi pecho.
El sonido ronco de sus gemidos que venía de lo más profundo de su alma, mientras hacía fricción contra mi.

Podía sentir mi clímax creciendo lentamente y ascendiendo hasta un punto que no sabía si podría controlar.
Sus movimientos se volvieron más intensos y certeros.

-Austin...
-Córrete princesa.
Obedecí. Tampoco hubiese podido detenerlo.
Hundí mis dientes en su hombro y sentí el momento exacto en el que se dejó ir.

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Austin

¿Qué acababa de pasar?
Me negué a soltarla y me limité a apretarla más contra mi.
Acababa de tener el orgasmo más espectacular de toda mi vida y ni siquiera había desabrochado mis pantalones.
Nunca una chica me había afectado de esta manera, pero también es cierto que nunca había tenido sentimientos por ninguna.
Si bien no era un auténtico cabrón con las chicas, tampoco prometía algo que no estaba dispuesto a dar. Lo pasaba bien, salía por ahí, pero nada serio. Nada hasta Addison.
Ese anuncio que colgó en el tablón había cambiado todo.
O quizá ese fue el detonante y los sentimientos ya estaban allí.
Fuera como fuese, quería ser aquello que ella buscaba. Un príncipe.

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