Mío o de nadie

20- La caja

- Carla, respóndeme, por favor.- suplicó Samuel sin poder soportar el silencio.

- Yo le pedí a Lu que me ayudara.- se defendió con la voz entrecortada.

- ¡No!- intervino nuevamente su amiga.- No, fui yo quien la arrastró a esto.

Sabía cuanto significaba Samuel para su amiga, y no era justo que lo perdiera
por un error tan inocente como estar celosa.

- Me quería desquitar con Rebeka y le llené la cabeza con ideas que son mías.- explicó intentando sonar lo más convincente que podía.

- Gracias, Lu. Pero no tengo que mentir.- la interrumpió Carla sin quitar la mirada de Samuel.- Fui yo.- aseguró con convicción y dolor en su voz al ver cómo el rostro de él adoptaba todas las expresiones de decepción, tristeza y confusión que podía.

Samuel estaba a punto de responderle, pero las palabras no lograban salir de su boca. Tomó la ropa de Rebeka delicadamente de las manos de Carla y se fue a llevárselas a la ducha en la que se encontraba oculta.

- Samuel...- comenzó Carla en todo de súplica y perdón.

Él solo la sé volteó para mirarla y dejarle ver cómo una lágrima recorría su mejilla.

- Ven, vamos.- le sugirió Lu tomándola tiernamente del brazo para que no tenga que seguir alargando aquella dolorosa situación.

Al principio, Carla puso un poco de resistencia, pero al notar que él no volteaba a verla, se rindió y amaba amigas salieron del vestuario de damas.

- Oye, aquí tienes.- le indicó Samuel a Rebeka pasando su ropa por debajo de la cortina de la ducha.

Ella no le respondió. Seguía muy emocional por todo lo que había pasado.

- Mierda.- Samuel la escuchó quejarse por lo bajo.

- ¿Qué ocurre?- preguntó dulce pero preocupadamente.

- La camisa está mojada.- le informó con la voz temblorosa.

- Quédate ahí un momento.- le pidió él antes de salir corriendo por un minuto para volver desde el vestuario de varones con una remera limpia.- Ponte esto.

- Esto es tuyo.- observó Rebeka confundida.

- Te servirá.- le insistió sentado en la banca que se encontraba fuera de la ducha.

Después de unos minutos, ella salió con sus jeans rojos y la remera blanca de Samuel, que le quedaba más de camisón que de remera, pero que pudo disimular mejor con un abrigo que tenía en su locker.

- Venga, vamos.- la abrazó de costado dirigiéndola a la salida.

- ¿A dónde?- preguntó intrigada, ya más tranquila al estar cubierta.

- A donde podamos tener paz. Ambos lo necesitamos.- apuntó llegando al estacionamiento del instinto y sacando la llave de su camioneta del bolsillo.

- No me habías contado que habías robado el Banco Nacional.- bromeó Rebe apuntando a la Jeep que los esperaba a pocos metros.

Samuel rió mientras que le abría el asiento del acompañante.

- Te contaré la historia en el camino.- le comentó.- De hecho, hay que ponernos al día con muchas más cosas.