5 - Cosquillas y fiestas

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SAMUEL

- ¿Iremos?- creo que es la quinta vez que insisto con el mismo tema desde que volvimos del parque esta tarde.

- Te he dicho que no lo sé.- es difícil no acostumbrarse a cómo Carla gira sus ojos hacia atrás cuando está fastidiada. Bueno, cuando yo la fastidio.- No entiendo cuál es tu fijación con esta fiesta.

Unos compañeros de Dartmouth invitaron a los primer año a una fiesta de "iniciación" en los dormitorios del campus, y yo he estado intentando convencer a Carla toda la semana para ir. Creo que su rechazo hacia la idea tiene su raíz en el nerviosismo de los primeros exámenes. No son nada extraordinario que puedan comprometer nuestra educación, pero Carla no quiere arriesgar que sus profesores crean que ella no se toma enserio sus asignaturas.

- No tengo una fijación con la fiesta. Tengo una fijación contigo en vestidos.- muevo mis cejas de arriba abajo robando una risa de su parte.

- Buen intento.- su sonrisa se desvanece un poco, casi imperceptiblemente.

- ¿Qué tal si tenemos una noche de películas en casa y te preparo palomitas de maíz?- le propongo intentando que no se sienta culpable por no sentirse de ánimos para ir.- Y mañana te ayudo a estudiar.

La veo suspirar y cerrar los ojos. Como si se sintiera rendida.

- Vamos a la fiesta si quieres.- su falsa indiferencia me hubiera convencido de no ser porque es una terrible mentirosa... excepto cuando se trata de encubrir homicidios.

- Nah... además, ¿arriesgarme a contagiarme un tiara-virus?- el propósito de mi comentario fue cumplido y ella lanzó una carcajada... como amo escucharla reír.

- Corona-virus, Samuel, "Corona".- me corrige y se acerca a mi lado de la cama. Sus ojos están tan cargados de culpa, que me rompe el corazón cuando suspira y me mira.- Sé que no he sido la mejor compañía estos días... lo siento.

- No hay nadie que disfrute más de tener al lado que tú.- la miro seriamente para luego sonreír a modo de burla.- Así de insoportable y molesta cómo estás ahora, aún así te quiero.

Abre su boca en un intento de parecer ofendida, pero su sonrisa la delata.

- ¡Que morro tienes!- me empuja sobre la cama y apoya su barbilla en mi pecho para mirarme.- Sobre que tienes el privilegio de despertar, nada más y nada menos, conmigo cada mañana, lo haces parecer como si fuera una tortura.

- Pues, es que... sí lo es.- la encarcelo entre mi cuerpo y la cama para apretar los cortados de su cintura, donde sé que tiene cosquillas, y lanza una cantaleta de carcajadas.

- ¡Ya, ya, Samuel!- gimotea y me golpea en el pecho mientras ríe descontroladamente.

- ¿Cuál es la clave mágica?

- ¡Que te jodan!

Chasquéo la lengua y niego con la cabeza.

- Carla, te estás complicando la vida tú sola. Además, por esa irreverencia, debería de añadirte una pena más grande de cosquillas.

- ¡Vale, vale!- la dejo respirar un poco para que pueda tomar aire.- ¿Te quiero?

- ¿Me lo estás preguntando?- finjo indiganción y vuelvo a apretar un poco su costado izquierdo.

- ¡Te quiero, te quiero, sin preguntas!- grita en una voz que está una octava más arriba que normalmente, lo que la hace cien veces más adorable.

Si bien dejé de hacerle cosquillas, me quedo sobre ella mirándola con una sonrisa de idiota enamorado que ni la hostia más grande del mundo me puede borrar del rostro cuando estoy con ella.

- ¿Que tal si pedimos sushi y vemos una película de terror en el sofá?- pregunto al cabo de unos segundos de despabilarme de mi estado de adoración.

- Pensé que querías ir a la fiesta.- frunce el ceño mirándome confundida.

Me enderezo y me siento a su lado en la cama. Si algún día voy a dejar de sentir que vivo en un cuento de hadas porque puedo tener el privilegio de verla todos los días, no creo que llegue pronto.

- Carla, no me interesa la fiesta. Sabes que de los dos, yo soy el que mas disfruta quedarse en casa un viernes por la noche.- tomo un mechón de cabello rubio que quedó alocado por la batalla de cosquillas y juego con él en mis manos.- La única razón por la que te he estado insistiendo en ir, es porque quería que pudieras despejarte. No sé... sentirte tranquila.

Veo como sus ojos color verde manzana se abren y me observan hipnotizantes.

Podría vender mi alma a cualquier ser o dios que me permita tenerla así de cerca por unos segundos cada día.

Sus hombros se contraen y relajan un instante antes de dejar salir un suspiro.

- Hey...- levanto su barbilla con mi mano en una excusa de poder mirarla a los ojos más tiempo.- Te amo.

- Lo sé.- desvía la mirada y sonríe altaneramente corriendo su cabello de su hombro.

Yo solo sonrió. He aprendido a leerla mejor con el tiempo como para saber que eso es un "yo también".

-¿Qué me dices de ese sushi, entonces?- le guiño un ojo poniéndome de pie y tendiéndole mi mano.

- Digo que vayas preparándote para gritar, porque vamos a ver "Actividad Paranormal"- dije dando un salto de la cama y uniendo su mano en la mía para luego guiarme al comedor.

Maldita sea la fijación con las sagas paranormales de mi novia.

Mío o de nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora