47- Regalos y Alex

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De camino al apartamento, Samuel miraba de reojo como Carla cantaba toda las canciones de la playlist navideña que ella había confeccionado.

Sabía la letra de cada clásico a la perfección. Desde "Winter Wonderland" hasta "Let it snow". Y no se contenía al cantarlas, algo que Samuel adoraba.

Cuando ella se sintió observada, se inhibió un poco. Sus mejillas se sonrojaron y no su volumen de voz comenzó a bajar. Pero Samuel no se permitiría que ella se sintiera avergonzada con él, así que comenzó a cantar a todo pulmón a su lado. No desviaba la vista del camino, pero pudo disipar un sonrisa de alivio en sus labios.

Las voces de ambos, sí bien eran maravillosas individuales, se complementaban a la perfección dejando sonar una armonía de ensueño.

Al llegar al apartamento, ambos bajaron de la camioneta sonrientes y alegres. Carla tomó la mano de él, un gesto bastante peculiar, ya que generalmente era él quien tomaba esa iniciativa, y llamaron al elevador.

Se cercioraron de aprovechar al máximo los treinta segundos que tardó el elevador en dejarlos en su piso. Ambos se miraron, y una milésima de segundo, fue como si se estuvieran comunicando telepáticamente. Samuel levantó a Carla del suelo con una mano y la apoyó contra uno de los tres espejos que los rodeaban, mientras ella lo besaba descontroladamente.

Al llegar a su respectivo apartamento, Samuel se sobresaltó cuando una sombra peluda de cuatro patas le saltó encima. Carla se agachó para poder acariciar mejor a Nemo, y su novio se dirigió al lavadero en búsqueda de sus regalos de Navidad para ella.

Volvió con unas cuantas bolsas de Prada y varias cajas cuyos envoltorios hacían juego.

- Samuel.- lo reprendió Carla cuando él dejó todo lo que tenía encima sobre el sillón.

- Tranquila...- comentó Samuel.- No es tan malo como parece.

- Eso espero.

Carla abrió uno de los almacenes de debajo de la isla de la cocina, los cuales, supuestamente, aún estaban vacíos. Pero Carla había aprovechado para guardar los presentes que le tenía para Samuel.

Carla se sentó frente a él y comenzaron el intercambio de obsequios.

Carla se emocionó cuando abrió las bolsas de Prada y se encontró con aquellos diseños que había estado anhelando tener desde que salió la colección de invierno, pero con tanto drama, nunca se hizo un tiempo para ir, y eventualmente, se olvidó.

Samuel, al abrir el uno de los muchos regalos que ella le había entregado, sintió como su corazón desbordaba de felicidad al notar que era un cuaderno, ya escrito en cada hoja, con pequeños poemas escritos a mano.

- Creo que después de esto, no hay regalo que lo pueda superar.- estableció Samuel negando con la cabeza, aún sin creerse lo enserio que Carla se había tomado su petición de "solo regalos que vengan del corazón".- Es la epítome.

- Creo qué hay algo que te hará cambiar de opinión.- lo contradijo ella con una sonrisa pícara en el rostro.

Corriendo algunos de los envoltorios rotos de regalos ya abiertos que había entre el sillón y la mesa de café, Carla sacó una caja de tamaño mediano con un moño color rojo.

- Te confieso que éste sí lo compré.- indicó ella antes de entregárselo.

Él no dijo una palabra, solo aceptó el obsequio entre sus manos y lo abrió con cuidado.

- Jodes...- susurró Samuel esbozando una sonrisa de oreja a oreja.

- Ábrele.- lo incentivó la rubia.

Mío o de nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora