63- Andrés

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- En la tarde iré con tu hermana.- comentó Carla sentada en la isla de la cocina mientras Samuel preparaba el desayuno.

- ¿Algo interesante?- preguntó volteando a besarle la mejilla.

- Intentaré arreglar las cosas.- aseguró Carla bajándose de un salto.

- Y lo harás.- Samuel giró un poco para sonreírle.

Solo vistiendo una camisa de baseball de Samuel que le quedaba sensualmente holgada, salió de la cocina para dirigirse al baño un momento.

Cuando Carla no regresó en los próximos diez minutos, Samuel comenzó a preocuparse. Se acercó con cautela a la puerta del baño y dió un suave golpeteo con los nudillos.

- Amor, ¿todo bien?- preguntó un poco nervioso.

- Si...- respondió después de unos segundos.- ¿Podrías llamar a Lu?

- ¿A Lu?- se sorprendió.- Lo que necesites puedes pedírmelo a mi.

- Samuel.- suspiró abrumada.- Llama a Lu, por favor.- Carla dijo con más severidad.

- Carla, me estás preocupando.- Samuel se impacientó rápidamente.

- No tienes nada de qué preocuparte, es solo que es cosa de chicas, y ya.- le respondió intentando que él se tranquilice.

- Vale, entiendo eso, pero yo también puedo ayudarte.- volvió a insistir.- Solo dime qué necesitas.

- Eres insoportable.- se quejó molesta.

Un silencio que a Samuel se le hizo eterno se comenzó a formar hasta que Carla refunfuñó y se resignó.

- Vale.- se tapó la cara con ambas manos para luego pasarlas por su cabello, aún sentada en el retrete.- Necesito que vayas a la tienda.

- Ajá.- Samuel asintió del otro lado de la puerta un poco emocionado por estar tomando el lugar de Lu, se sentía un poco más superior y masculino al poder ayudar y cuidar a su novia.

- Cuando estés allí, ve a la sección de perfumería.- le indicó ella, agradeciendo que haya una puerta entre ellos, ya que su cara estaba más roja que un tomate.- Hay una sección dedicada especialmente a lo que las mujeres necesitamos todos los meses, de allí tráeme lo que tengan, yo luego me las arreglo...

- Vuelvo en diez minutos.- aseguró corriendo hacia la puerta sin darle tiempo a seguir. Podía darse el lujo de dejarla allí esperando gracias a la tienda que tenían en la esquina, lo que hacía muy fácil este tipo de situaciones.

Llegar a la tienda: listo. Encontrar el sector de perfumería: listo... pero ahora el tema era descubrir qué coño necesitaban las mujeres todos los meses.

En el apuro, no se le ocurrió mejor idea que acudir a su madre y hermana, que seguro estaban desayunando.

- Hijo.- lo saludó Pilar alegremente.

- Mamá, no tengo mucho tiempo.- hablaba como si estuviera secuestrado y solo tuviera un minuto para hacer una llamada.- Necesito un consejo femenino.

- ¿Qué?¿Te has partido una uña?.- se burló su hermana, y le dió a entender a Samuel que estaba en manos libres sobre la mesa.

- Muy chistosa.- rodó los ojos.- Carla me ha mandado a la tienda, pero no sé qué es lo que me ha pedido. ¿Qué es lo que necesitan ustedes todos los meses? Hilo dental, delineador de ojos, cremas...

- Ay, hijo, pero si eres idiota.- su madre comentó desde el otro lado de la línea.

- ¿Qué?- preguntó confundido.

Mío o de nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora