61- En casa al fin

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Costó llantos y pataleos de niña pequeña, pero Carla consiguió que Samuel aceptara renunciar a la veracidad de su confesión.

El plan de voltear todos los cargos hacia Christian no le parecía del todo conveniente, teniendo en cuenta su historial de distorsión de la verdad, pero Carla no parecía estar en ningún momento cerca de rendirse. Así que no tuvo más alternativa que asentir y bajar la cabeza mientras la cobijaba en su pecho.

A su salida, la policía de la comisaría lo miró como si acabara de ser acusado de homicidio. No porque había como todo un crimen al confesar algo que no había hecho, sino porque le había hecho perder tiempo.

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- No vas a hablarme.- Samuel volteó a mirarla mientras giraba en la avenida que desembocaba en su barrio.

Ella ni siquiera se volteó a dirigirle la mirada. Se mantuvo estática mirando por la ventana con los ojos cristalizados.

- Carla. Puedes enojarte y colocarme en tu lista negra por el resto de tu vida, pero eso no cambiará el hecho de lo que si tuviera que volver a escoger, volvería a hacerlo.- su voz era firme, pero solo con la intención de que ella entendiera su punto de vista.- Me he disculpando por haberte herido, pero no me disculparé por haber hecho lo que creía correcto por ti. Si por cuidarte te pierdo, pues que así sea.

Aquella palabras impactaron en lo más profundo de su ser. Carla se giró con rabia acumulada en su garganta y lo miró destilando dolor e ira.

Recordando el pasado, la rubia jamás hubiera siquiera permitirse verse dolida frente a él. Pero es más que claro que dicha marquesita ya no se encontraba allí. Aquellas cursilerías eran ciertas: el amor te cambia.

Y como ya no se encontraba en aquel abrumador pasado lleno de murallas para los sentimientos, se quebró. Gruesas lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas, agachó su cabeza y dejó que los sollozos se hicieran oír.

- Me dejaste.- fue lo único que pudo articular entre intentos fallidos de mantener su voz compuesta.

Samuel no pudo evitar sentir que le estaban atravesando el pecho con una cuchilla. Orilló el coche frente al edifício de su apartamento y se quedó contemplándola con un dolor punzante en el corazón.

- Mi intención jamás fue hacerte daño.- aseguró tomándola de la mano.- Lamento en verdad si te he lastimado, Carla. Pero debes entender que la idea de que algo malo te ocurriera me sacaba de mis casillas...

- ¿Y qué hay de lo que a me pasaba?- lo interrumpió en un grito ahogado.- ¿No crees que yo sufrí de todas maneras al pensar que podría perderte?

No pudo articular palabra para responderle. Solo la miró y tragó grueso, dándole a entender que en verdad estaba apenado por todo aquello.

- Entonces... ¿ahora qué?- intentó sacar todo su coraje para hacer aquella pregunta que le helaba la sangre.

"Necesito tiempo."
"Lo nuestro se acabó."
"No puedo perdonarte."

De todos los escenarios posibles que Samuel se imaginó, jamás creyó poder oír aquellas palabras.

- Ahora... necesitamos una ducha, ponerlos ropa de dormir y terminar de ver el capítulo de Pretty Little Liars que dejamos inconcluso.- arqueó una ceja dándole un apretón a su mano.- A no ser que tengas otros planes.

- No.- se apresuró a asegurar.- En verdad quiero saber qué pasó entre Aria y Ezra.- bromeó esbozando una sonrisa.

Carla sabía que Samuel no era un gran fan de aquella serie de misterio, pero le generaba un gigantesco gozo el poder compartir aquella pequeña rutina que tenían.

Mío o de nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora