24- Sobres, Almuerzos y Muñecas

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La mañana del domingo, Carla y Samuel habían decidido pasarlo en el departamento, sin hacerle caso al reloj, o a las responsabilidades que les imponía el mundo.

- ¿Vemos una película de terror a la tarde?- preguntó Carla con una sonrisa entusiasta de repente después de tomar un sorbo de su café del desayuno.- Así estará oscuro afuera.

- Tú mandas.- rió Samuel, sirviéndole unas tostadas recién hechas.- Pero luego no empieces con que el 'armario a medio cerrar se ve sospechoso'.

- ¡Eso es injusto!- dejó la taza para tomar el untador de mantequilla.- Habíamos visto Annabelle, y tú ya sabes que les tengo un terror poco sano a las muñecas.

- Vale, vale. ¿Qué quieres ver entonces?- preguntó disfrutando de aquella charla cargada de simplicidad.

- Lo dejo en tus manos... pero nada de muñecas.- sentenció apuntándole severa con el untador, algo que hizo que Samuel estallara en risas, contagiando a Carla, que se había dado cuenta de lo ridícula que se veía amenazándolo así.

- Olvidé decírtelo ayer, te llegó algo.- Samuel se levantó para buscar el sobre que se encontraba en la mesa de la entrada.

Carla había decidido que, a pesar de no vivir con Samuel, cambiaría su domicilio de residencia a su departamento. Se sentía más tranquila que en cualquier situación, fuera relacionada con Samuel en vez de con los negocios sospechosos de su padre.

- ¿Qué es?- preguntó sacudiéndose las migas de las manos para tomar el sobre.

- Ni idea.- le entregó la correspondencia mientras se sentaba frente a ella a seguir desayunando.

Carla sacó el papel de adentro del sobre con cuidado y comenzó a leerlo con cuidado.

Su expresión no cambiaba ni se inmutaba a medida que terminaba de leer el último párrafo, cosa que preocupó a Samuel, que sabía que cuando Carla no expresaba emoción alguna, por dentro tenía un nudo de emociones encontradas.

- Linda, ¿todo está bien?- preguntó con cautela.

- Si...- respondió con lentitud.- Es una carta de la Universidad de Dartmouth... me aceptaron.

Samuel procesó la información por unos segundos y luego le dedicó una sonrisa sincera y llena de dulzura.

- Estoy muy orgulloso de ti. Te lo mereces.- sentenció con seguridad tomándole la mano.

- Gracias...- le respondió ella sin mucha emoción.

- No pareces muy feliz.- apuntó Samuel un poco preocupado.- Es lo que has querido desde que eras una niña.

- Cuando era una niña...- repitió con pesar en la voz.

- Carla, ¿quieres decirme qué ocurre?- se exasperó él. No quería presionarla para que se abriera, pero no entendía la situación.

- Cuando era una niña, no contaba con que tú estarías en el panorama.- confesó al fin sin mirarlo directamente a los ojos.

- Vale.- comprendió Samuel suavizando su expresión.

- Ya no es un sueño.- se quejó ella.- Es una pesadilla.

- Bien, quiero que trates de ser lo más sincera posible, ¿vale?- Carla asintió mirándolo curiosa.- ¿Qué es lo que te preocupa?

Ella se reclinó un poco hacia atrás pensando seriamente en aquello.

- Después de todo lo que pasamos para estar juntos, no quiero irme.- se sinceró, y sintió como un gran peso desaparecía de su pecho.

Mío o de nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora