22- ¿Por qué me amas?

1.1K 38 6
                                    

Desde su reconciliación, Carla había captado de inmediato que debía ser más abierta y expresiva con sus sentimientos. Samuel tenía razón, no podía ser siempre él quien diera el brazo a torcer para que ella no tenga que dejar de lado su orgullo.

Era una tarde lluviosa en Madrid, y la joven pareja había decidido quedarse en el apartamento para disfrutar de un tiempo juntos.

Carla se había dedicado a poner una playlist de música vieja pero animada. Comenzó a bailar sin vergüenza, con la remera de Samuel que ahora era suya, y solamente vistiendo ropa interior en la parte de abajo.

Samuel, que estaba sentado en el sofá, sonrió ampliamente al verla tan suelta y libre frente a él, ya que rara vez ocurría aquello. Ella se le acercó y lo tomó de ambas manos invitándolo a la "pista de baile".

Después de dos o tres canciones, comenzó a sonar una balada de Ed Sheeran, el cantante favorito de Carla.

'Kiss me', según ella, era un homenaje personal para su relación con Samuel. Cada vez que oía la letra de aquella canción, no podía evitar sentir que hablaba de su romance.

Samuel colocó sus manos a los costados de la cadera de ella, quedando de frente. Carla relajó sus brazos sobre los hombros de él, jugando con sus dedos detrás de su nuca.

Se encontraban con sus frentes apoyadas el uno con el otro. Ambos, secretamente, rememoraban aquella vez en la que Carla confesó querer un futuro con él.

- Lo estás recordando, ¿verdad?- aventuró ella sin abrir los ojos. Ambos se encontraban perdidos en el momento.

- Fue el día que llenó de propósito a los restantes.- contestó él también manteniendo sus ojos cerrados.

Samuel no aguantaba tenerla tan cerca por tanto tiempo sin que su cuerpo reaccionara. Carla lo notó de inmediato y sonrió victoriosa. No pretendía llegar a eso, pero no podía negar que su cuerpo estaba reaccionado también.

En un reflejo de calmarse, enredó sus dedos en el cabello de Samuel. Lo jalaba tratando de liberar un poco lo que le estaba ocurriendo por dentro.

Él sabía lo que aquel gesto significaba. La conocía de la cabeza hasta la punta de los pies.

Carla se pegó más al cuerpo de Samuel y lo besó con más pasión. Los besos aumentaron en intensidad provocando que ambos necesitaran más que solo aquel contacto superficial.

Samuel, en un movimiento reflejo, metió sus manos bajo la camiseta de Carla para recorrer el torso de ella con fuertes caricias.

Eventualmente, se rindieron. Carla sentó a Samuel bruscamente en el sofá y se colocó sobre él a horcajadas.

Él tironeó la ropa interior de Carla hacia sus rodillas, ya que estaba inexplicablemente impaciente de tenerla sin nada que la cubra.

Samuel detuvo los besos abruptamente para mirarla fijamente de arriba a abajo.

- ¿Qué?- casi susurró ella tímidamente. Jamás le había ocurrido con ningún otro hombre, pero Samuel era capaz de despertar cada inseguridad que había en ella.

- Nada...- sonrió él tiernamente.- Sólo que tu desnudez es tu mejor lencería...

- Solo dices eso porque me quieres... además, nunca me has visto con un vestido de Prada.- intentó hacerse la que no le importaba, pero por dentro, cada cumplido que Samuel le hacía, era magia para sus oídos.

Él rió por lo bajo. Ya sabía de todos aquellos métodos de defensa que Carla tenía.- Tampoco sería la gran cosa. No hay diseño que posiblemente pueda quedarte mejor que tu piel ajustada a tu figura.

Habiéndose quedado sin habla, su única salida de una conversación que la podría exponer emocionalmente, era un beso.

Y así continuaron lo que habían empezado.

Después de sentirse alma flor de piel, ambos se encontraban recostados en la cama de la recámara de arriba. Ella, con un brazo, le abrazaba y dibujaba formas en su pecho, y él la rodeaba con ambos brazos.

- ¿En verdad me amas tanto así?- preguntó de repente Carla que le seguía dando vueltas al asunto de antes.

- ¿Lo dudas?- le respondió volteando a verla.

- No lo dudo, pero sé que algún día verás todo lo que ahora pasas por alto... y no estoy segura de que puedas con ello.- confesó ella con tristeza evitando hacer contacto visual.- No se si serás capaz de amar a Carla en su estado más puro y verdadero.

- Linda...- se enderezó un poco para poder mirarla seriamente, pero su voz destilaba dulzura.- amo todo de ti. Lo que veo, lo que ocultas. Lo que entregas, lo que escondes. Te amo en lo simple y lo compleja que eres; en la carne y en el alma. Amo tus alegrías, así como tus tristezas. Te amo en tus crisis y en tus calmas. Amo desde tus caricias, hasta tus ofensas... que generalmente van acompañadas de una buena hostia.

Carla rió y dejó salir un suspiro de alivio. Aquello le había dado una paz inimaginable.

- Y ¿por qué estás enamorado de mi?- indagó curiosamente, ahora mirándolo a los ojos. Si bien tenía más o menos una idea, ya que lo tenía a Samuel en plan romántico aquella noche, sacaría todo el jugo posible.

- ¿Por qué estoy enamorado de ti?- repitió pensativo mientras que la acariciaba con delicadeza.- Es complicado, son infinidades de cualidades y características únicas que tienes... Por ejemplo, estoy enamorado de tu voz y tu ternura. Aunque generalmente intentas ocultar esta última a los que te rodean. Estoy enamorado de tu mirada tan profunda. Se mete en dentro de mi, me eleva y me inunda. Estoy enamorado de tus logros, tus sueños, de todo lo que tocas. Hasta estoy locamente enamorado de las cosas que no veo. De tu historia, tus secretos, lo que guardas muy dentro de ti. Es una lista interminable, Carla.

- Pues yo también te amo.- le susurró recostándose en su pecho. De repente, la paz y todo aquel amor que le invadían el pecho y el corazón, comenzaron a tener un efecto de relajación en su cuerpo. Se comenzó a sentir somnolienta, pero no quería dormirse.

Samuel, que vio el gran esfuerzo que estaban haciendo sus ojos para mantenerse abiertos, volteó para apagar la luz de la única lámpara de la mesa de noche que les iluminaba, y se estiró para acercar una manta que le diera la calidez que necesitaba para, al fin, rendirse ante el sueño.

Carla se acurrucó entre el pecho de Samuel y su fuerte abrazo. Se sentía como una niña que estaba totalmente refugiada de cualquier peligro que hubiera en el mundo. Se sentía a salvo y en paz.

Dió un último bostezo, y cedió ante el sueño.

_._

Al día siguiente, despertaron de tan bien humor, que decidieron ir a desayunar fuera.

Pasearon por Madrid disfrutando de la belleza de aquella ciudad que despertaba con su gente.

Tomados de la mano, recordaban por todo lo que tuvieron que pasar para llegar a poder siquiera mirarse en público.

\\

SUBO CAPÍTULOS TODOS LOS DÍAS

Mío o de nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora