69- Todo cambia

390 32 5
                                    

El sol entraba tenuemente por donde las blancas cortinas no lograban terminar de cubrir. Carla trataba de abrazar con más fuerza el torso de Samuel, aunque aquello era imposible.

El temor de que su burbuja de ensueño se pinchara en cuanto las vacaciones comenzaran la tenía más que afligida. El paraíso que había sido el último año, a pesar de los antibajos, fue el más feliz de su vida.

Las maletas ya estaban casi listas sobre la cama, tan solo unos pocos vestidos faltaban para que se dieran por completas... pero la nostalgia le imposibilitaban la tarea. Eran como un sedante que la mantenían quieta en su lugar sin dejarla continuar. Ya así estaban desde hace días.

Hasta que aquella voz, un poco ronca por recién haber despertado, que le daba seguridad que todo estaría bien la devolvió a la tierra.

- Podemos esperar una semana más.- comentó enderezándose, haciéndole entender que él sabía donde estaba su mente es ese momento.- No es necesario que atendamos a las clases de orientación. Te daría más tiempo para... despedirte.

Carla solo se sentó para dedicarle una dulce sonrisa que, al combinarse con esos ojos verdes claros llorosos, derritió a Samuel, que la envolvió en sus brazos para intentar calmar esos silenciosos sollozos capaces de romperte el corazón a al persona más fría y descorazonada de la tierra.

- Estoy feliz.- murmuró ella de manera casi inaudible.- Estoy feliz de comenzar una aventura juntos, solo que estoy asustada de dejar todo atrás. Madrid, apesar de todos los horribles recuerdos y experiencias que me guarda, fue el lugar que me vió crecer. El hecho que todos tomemos caminos distintos, que se acabe la época en que nuestras decisiones eran meras causas-consecuencias sin mucho castigo... me asusta. Estar por mi cuenta, me asusta.

Con la más comprensiva de las sonrisas, Samuel se inclinó solo un poco para poder besarle la punta de la nariz.

- No estarás por tu cuenta.- le susurró al oído cuando volvió a abrazarla con más fuerza que antes.- Ya no lo estás.- dijo con más firmeza para que ella entienda el significado. Y como si aquellas palabras hubieran tocado el rincón más escondido de su corazón, Carla rompió en llanto.

Siempre había estado por su cuenta. Desde que era una niña. La preocupación de sus padres consistía en que fuera la versión más perfecta de ella que pudiera ser. Sus sentimientos eran desvalidados, sus preocupaciones eran vanales, sus sueños eran idióticos.

Siempre se había sentido sola. Por más rodeada de "amigos" que estuviera. Por más adinerado que sea su padre. En su vida estuvo desde un comienzo... por su cuenta.

- Hay más.- intuyó él mirándola con los ojos entrecerrados en interrogación.

Nerviosamente jugueteando con sus dedos entrelazados con los de Samuel, Carla lo miró poco sorprendida de que la haya atrapado.

- ¿Qué ocurrirá cuando te aburras de mi?- soltó con una voz más compuesta, pero con más lágrimas corriendo por sus mejillas.

Samuel quería reír ante tal pregunta, pero leyó en sus ojos que en ese momento necesitaba ser tomada en serio, sin bromas de por medio.

- No existe manera alguna que eso ocurra.- aseguró él mirándola tiernamente al mismo tiempo que acariciaba su mejilla.

- No sabes eso.- esta vez Samuel sí rió por lo bajo, pero fue ante la necedad que la caracterizaba incluso en momentos como ese.

- Claro que lo sé. Si hay alguien que se podría aburrir de lo nuestro serías tú, porque yo estoy en esto hasta el final.

- ¿Te crees que yo no?- se molestó ella frunciendo el ceño.

- No es lo que quise decir.- se retractó cerrando los ojos con fuerza en arrepentimiento.

- Pues ilústrame.- de manera fría y defensiva lo desafió.

Dubitativo y en búsqueda de las palabras adecuadas, Samuel suspiró reclinándose en su lado de la cama.

- Yo estoy seguro de qué quiero, Carla. Veo más allá de este momento.- intentar explicarse era más que complicado cuando aquellos ojos verdes lo observaban atentamente.- No estoy diciendo que el amor no sea recíproco, solo que no sé hasta qué punto tú quieres continuar con esto.- gesticuló entre ellos para hacerse entender.

- No entiendo...- confesó ella un poco menos a la defensiva al escuchar la honestidad de sus palabras.

Frustrado, y un poco abrumado de que aquella conversación haya llegado en el momento menos oportuno, volteó a mirarla a los ojos.

- Lo quiero todo contigo, Carla. No solo amor de secundaria y un par de años en la universidad.- nervioso de decir lo incorrecto y asustarla al punto de alejarla, aún así continuó.- No me basta ninguna medida de tiempo que no sea para siempre contigo.

Carla dudó si tomar su mano, abrazarlo o quedarse callada. Tantos pensamientos que no podía poner en palabras aunque quisiera, tantos sentimientos que se enredaban en su garganta.

- Lo que no entiendo,- comenzó, diciendo cada palabra con lentitud.- es porqué crees que yo no estoy en la misma página.

- ¡No lo sé, quizás porque nunca hablas de ello!- se exasperó, pero rápidamente retomó la compostura.- Lo siento, no debí alzar la voz.- a pesar de pensar que sería castigado por aquella actitud poca propia de él, lo único que Carla hizo fue dedicarle una comprensiva sonrisa que lo descolocó.

- Lo siento. No sabía que era importante para ti estar informado en qué deseaba de nuestro futuro.- se disculpó haciendo una pequeña mueca divertida que le sacó una leve sonrisa a Samuel.- Intentaré ser más abierta respecto al tema.

- Siento haber esperado a que esto escalara a tanto para traer el tema.- disculparse, de repente, no se sentía tan mata-orgullo como creían.- Debí haberlo mencionado antes.

Tomando su lugar bajo el brazo de Samuel, que protectivamente la aseguraba a su lado, Carla dejó salir un suspiro de alivio.

- Yo también quiero todo.- murmuró por lo bajo, tan tenuemente que Samuel casi no la escucha.

- ¿A qué te refieres?

- El futuro completo. No solo los años de juventud y diversión; no solo los momentos en que todo va bien.- habló nerviosamente pero con voz resuelta.- Quiero las peleas, las reconciliaciones, las fiestas, los domingos aburridos y lentos... También estoy en esto hasta el final.

Se miraron con promesas en los ojos, y no hizo falta palabra alguna.

Solo hacía falta terminar las maletas.

Mío o de nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora