42- La patata de Navidad

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Al despertarse a la mañana siguiente, Carla no pudo evitar la sonrisa que se formó en sus labios cuando abrió sus ojos y vió a aquel joven, cuyo cabello rubio ceniza se veía notablemente iluminado por la luz del sol que entraba por la ventana.

Estaba profundamente dormido con una sábana blanca cubriéndole parte de su abdomen.

Ella tomó un mechón largo de su cabello rubio y se lo pasó suavemente por la nariz intentando hacerle cosquillas.

- Sammy...- canturreó en un susurro mientras intentaba obtener algún tipo de reacción de él.- ...Sammy... ya es de mañana...

Entre sueños él comenzó a reaccionar moviendo su nariz como lo hacen los conejos cuando huelen algo. Esto hizo que una pequeña carcajada se escapara de los labios de Carla, lo que terminó por despertarlo completamente.

- Mirad quien se ha despertado...- se burló ella acercándose más hacia el torso de él, quien instintivamente la abrazó con fuerza.

Suspiró y bajó la mirada hacia ella, que se acomodaba sobre su pecho.

-  Eres... por mucho, la mujer más sexy, dulce, y molesta del mundo.- ella levantó la mirada arqueando una ceja para ver si estaba hablando en serio.- Dije esto último para que veas que estoy siendo honesto.- se defendió él mirándola con fingida inocencia.

- ¿En serio no tienes una frase de conquista un poco mejor?- Carla sonrió de lado.

- Claro que si, solo que tú no tienes buen gusto.- comentó Samuel apretando a modo de juego el costado del vientre de ella, donde sabía que tenía cosquillas.

Dicho y hecho, Carla se retorció un poco mientras reía por la sensación.

Lo miró misteriosa unos segundos y luego habló.

- Pues vale, dime una.- lo retó.

- Vale... déjame ver... Ya, ¿eres una cámara? Porque cada vez que te veo quiero sonreír...

Carla lo miró apretando los labios para no estallar en una carcajada, pero no tuvo la suficiente fuerza de voluntad y se dejó llevar.

- Fue de lo más dulce que me hayan dicho en la vida.- decís entre risas con los ojos entrecerrados de la presión que las mejillas aplicaban a sus pómulos.

- Por favor, Carla.- se mofó él rodando los ojos hacia atrás.

- ¿Qué?- se detuvo ella de repente.

- Piropos en la vida no te han faltado.- sentenció con una media sonrisa.

A Carla no le gustó nada aquel comentario. Su rostro cargaba seriedad y angustia de repente.

- ¿Tú que sabrás?- susurró para ella, aunque sabía que Samuel la oiría.

- Oye, amor.- se acomodó en su costado  izquierdo para poder sostenerle la mirada.- Que no quería angustiarte. Lo siento.

- Si ni siquiera sabes el porqué me angustié, no te disculpes de manera vacía y condescendiente.- apuntó Carla cabreada y firmemente. Samuel notó en sus ojos que estaba dolida.

- ¿Por qué no me lo dices entonces?- le preguntó tratando de sonar lo más gentil y abierto posible.

Ella suspiró y apartó la mirada hacia la sábana blanca que los cubría a ambos.

Mío o de nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora