3- Cenicienta

387 32 6
                                    

La compañía de mudanza llegó retrazada para después del almuerzo. Mientras los empleados entraban los muebles y cajas, Carla estaba muy tranquila caminando por el jardín con Nemo. Estaban en su propio mundo. Él solo la seguía mientras ella revisaba qué clase de flores estaban floreciendo este verano.

Puede ser que esté enamorado hasta los huevos, pero verla bajo el rayo del sol caminando desinhibida fue una postal directo al corazón. Su cabello rubio y largo reflejándose en la plena luz del día, parecía hacerlo mucho más claro; su jardinero hasta los muslos y camiseta ajustada bajo él, fue lo más adorable que ví en mi vida, aunque sus Converse azul marino les hacía competencia.

Por supuesto que no se molestó en ayudar en lo más mínimo. Mi novia puede ser humilde, pero cuando quiere usa la carta de Marquesa para salirse de cosas como esta.

- Carla, saca tus zapatos de sus cajas, ya coloqué el futón frente la cama.- grito desde nuestra habitación, en la cual me pidió que colocara un asiento en el cual se guardan zapatos delante de la gran king-sized-bed. Obviamente yo no tendré acceso a este "lujo", ya que según Carla mis zapatos no son dignos de tal privilegio.

- Amor.- mi bella novia tiene un master en un arte llamado "ignorar rotundamente cuando no le interesa".

Sin pensarlo mucho, y con una sonrisa bastante maligna, la vuelvo a llamar.

- LaLa.- canturreo sabiendo de ante mano cuál será su reacción al verla salir furiosa del baño.

- ¡Joder, ya estoy aquí!- se queja mirándome con desesperación.

Desde una pequeña escapada que tuvimos en Diciembre del año pasado, LaLa ha sido mi apodo favorito para Carla.

El frío del invierno era insoportable, pero ella insistió el salir a comprar comida en vez de pedir delivery. Cuando el cajero le pregunta a nombre de quién estaba el pedido, todo lo que logró decir atravesó del castañeo de los dientes fue: LaLa.

La pobre no pudo articular palabra desde que salimos del apartamento, pero ese había sido su mejor intento.

Cada vez que me encuentra riéndome solo, sabe en qué estoy pensando. O mejor dicho, qué estoy recordando.

- No es gracioso.- me regresa a la tierra.

- A mí me parece hilarante.- le sonrío de oreja a oreja.

- De todos los apodos que hay, ¿tuviste que escoger ese precisamente?

- Solo es la última sílaba de tu nombre, nada de otro mundo.

- No es por eso.- su tono y mirada se tornan acusatorios.- Yo en qué estás pensando cuando te ríes.

- Vale, lo cambio si así lo quieres. ¿Preferirías que repita la primer sílaba de tu nombre?

Si las miradas mataran, definitivamente estaría muerto ahora.

- Eres muy chistoso.- apunta secamente antes de volver al baño con su toalla, pero no puede evitar que sus comisuras se eleven levemente.

Mientras espero que Carla termine con su interminable baño, decido relajarme en el sofá de la sala. Tomo mi móvil y busco a Teo entre mis contactos.

Si bien el hombre no es el más demostrativo del mundo, es obvio que extraña y se preocupa por su hija.

Le envío una foto de Carla sentada en el césped esta mañana con Nemo. Tan rápido como llega, recibo una respuesta. No sé si Carla olvidó avisarle que llegamos bien ayer, pero Teo parece sentir un gran alivio y agradecimiento al recibir mi mensaje.

Mío o de nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora