7 - El can con tendencias felinas

363 33 5
                                    

SAMUEL POV:

La amo, de verdad que sí. Pero tengo que poner un límite en algún lado.

- Uno... solo uno.

- Que no, Carla, no.

- Porfavor...- abre grandes sus ojos e inclina su cabeza hacia un costado.

Me tiene en la palma de su mano. Lo sé. Todo el mundo lo sabe. Y lo que es peor: ella lo sabe. Y lo usa en mi contra.

Llevamos más de veinte minutos sentados en el jardín de casa intentando llegar a un acuerdo de tener o no tener otro perro. Pero el debate no es de hoy, sino que viene desde hace varias semanas.

Nemo, bastante despreocupado por esto, está corriendo a nuestro alrededor persiguiendo aves que se posan en nuestro césped.

- No me hagas esto.- protesto tumbándome hacia atrás sobre el suelo.

- Hemos logrado balancear la vida de universidad con la vida social y tenemos tiempo de sobra para nosotros.- siento su peso sobre mi abdomen cuando coloca ambos codos sobre mi torso y apoya su rostro en sus manos, haciéndola ver adorable de lo que es.- Ademas, Nemo está solo. Necesita un compañero. Cuando nos vamos de viaje o salimos los dos solos, lo dejamos por su cuenta. Me da mucha pena.

En algo sí tenía razón: nuestras vidas (nuestra vida) está armoniosamente bien balanceada. Es estrés de la universidad solo duró las primeras semanas hasta que nos adaptamos al nuevo ritmo. Nos juntamos regularmente con Guzmán, Nadia y Lu, quienes no están pasándola tan bien como nosotros pero aún así se hacen el tiempo para vernos. Hicimos nuevos grupos de amigos, en común y por separado.

Todo marcha fenomenal.

Pero por supuesto que Carla iba a encontrar alguna manera de revolvernos la vida. Y, maldita sea, es una de las razones por la que la amo.

Siempre me saca de mi zona de comfort. Me sorprende, me desafía. Es impredecible.

- Yo lo veo bastante bien.- comento señalando a mi izquierda con la cabeza.

La veo hacer una mueca de irritación, pero voltea de todas formas. Al parecer, el torbellino de nuestro cuadrúpedo amigo, se hizo amigo de una ardilla que no parece importarle la descomunal diferencia de tamaño (y especie) entre ambos y le sigue la corriente, saltando y hurgando con Nemo.

Carla me vuelve a mi mirar y su cabello rubio se acomoda a modo de cortina alrededor de nosotros, envolviéndonos en una burbuja del mundo exterior.

Me mira así y, joder, me tiene acorralado. Sabe que ella es todo para mi. No hay nada que no esté dispuesto a hacer para verla sonreír un microsegundo.

- No quiero tener que cuidar un cachorro otra vez, Carla.- le digo con severidad, y su rostro intenta ocultar la decepción, pero no lo logra.- Mierda...- murmulló por lo bajo para que no escuche.- Así que si traemos otro, es todo tuyo. Al único ser viviente que tenemos en común tú y yo es ese perro con nombre pez que juega con ardillas.- digo señalando hacia dicho animal.

Joder... Me saboteo a mí mismo con tal de tenerla feliz. Soy uno de esos enamorados que te dan ganas de pegar un par de hostias para que espabile y deje de ser tan fácil.

- ¿De verdad?- una sonrisa emocionada aparece en su rostro y se endereza, llevándome con ella.

- No me hagas cambiar de opinión.- intento sonar como si yo fuera el que está poniendo límites cuando en realidad es ella la que me ganó mil a cero.- No quiero tener que pasar por la fase de limpiar orina de los muebles. El levantar la pata no es de caballeros.

Mío o de nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora