50- El cumpleaños

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Temprano, Carla se levantó de la cama apurada, ya que sabía que algo gordo pasaría aquel día.

Se preparó frente al espejo de su cuarto mientras sus padres le esperaban en la planta baja para desayunar.

Una vez lista, bajó casi corriendo, a lo que recibió una reprobación por parte de su padre, que decía que podría matarse a semejante velocidad.

- Feliz cumpleaños, princesa.- la abrazó Teo. Y luego volteó a señalar la mesa de regalos que rebalsaba.- Espero que te gusten.

- Gracias, papá... no hacía falta.- comentó la rubia volviendo a estrecharlo entre sus brazos con más fuerza.

- ¿La oyes? A lo mejor le han hecho un lavado de cerebro.- bromeó su madre dirigiéndose a Teo y luego abrazando a su hija, que rió ante la ocurrencia.

Desayunaron entre anécdotas de travesuras que la rubia había hecho de niña, a lo que su madre se sorprendía genuinamente, ya que padre e hija parecían guardar muchas memorias de aquellas.

Una vez que terminaron, Teo cogió su móvil y Carla pudo notar que estaba enviando un texto por debajo de la mesa.

De la nada, sonó el timbre, y como un torbellino, Carla se dirigió a la entrada esperando que sea quien creía que sería.

- Feliz decimoctava vuelta al sol.- la estrechó entre sus brazos, y ella le devolvió el abrazo con más intensidad. Sentía una alegría inmensa de verlo allí.- Teo, Beatriz.- saludó a sus padres que le dedicaban una sonrisa desde el comedor.

- Hola, chaval.- contestó Teo entes de volver a sus asuntos.

Carla dirigió a Samuel hacia su habitación y lo acorraló a besos. Pero cuando decidió acercase más a él, notó un crujido de bolsa en su brazo.

- ¿Qué tienes allí?- preguntó señalando el antebrazo del joven, que lo cubría una manga de su camisa, pero se notaba abultada de todas maneras.

- ¿Qué?¿Esto?- fingió hacerse el desentendido mientras estiraba su brazo.

- Si...- asintió ella volviendo a apretarle aquella parte de la manga y escuchándola crujir otra vez.

Samuel se arremangó su brazo derecho y se lo tendió a ella. Tenía una extraña cinta color negro que sostenía un plástico transparente alrededor de todo su antebrazo interior.

- ¿Qué es?- volvió a preguntar, ahora más curiosa.

- ¿Por qué no lo abres y lo descubres?- la incitó él dejando el brazo tendido.

Carla, con todo el cuidado de no lastimarlo, desenvolvió aquel plástico que no le dejaba ver su piel.

- Samuel.- jadeó ella quedándose sin aire. Sus ojos se cristalizaron y se llevó las manos a la boca.

El antebrazo de Samuel, aún un poco colorado por lo reciente de la situación, tenía el nombre "Carla" plasmado en tinta.

- ¿Recuerdas que ayer te pedí que firmaras con tu nombre los papeles de salida?- Samuel le sonrió victorioso.- Era yo el que tu letra. Jamás nos pidieron ningún papel.

Carla tardó en entender, pero mirando más detenidamente, se percató de que aquella era su mismísima caligrafía.

Era incapaz de formular palabra alguna. Sus ojos dejaban caer lágrimas gruesas y sus labios temblaban.

Mío o de nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora