V. Vergüenza

4K 284 3
                                    

—¡Maldito cínico! — intenté darle una bofetada, pero me sujetó la mano—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡Maldito cínico! — intenté darle una bofetada, pero me sujetó la mano—. Mereces que te rompa la cara. 

—Cero violencia, salvaje. Tienes esa mano muy suelta. Te conviene mantenerla abajo, al igual que tu tono y actitud. 

—¿No quieres que te haga pasar una vergüenza delante de tus amistades? ¿Por eso estás actuando así? — sonreí. 

—¿Te quedaste con ganas de otra mordida? ¿Por eso estás tan agresiva y llamando mi atención? ¿Es eso? — me encaró repentinamente, y me solté automáticamente de su agarre, retrocediendo. 

—Tú ganas, imbécil. Pero esto no se va a quedar así — subí las escaleras de prisa, escuchando su estúpida e irritante risa. 

Al ver que regresó con esa gentuza, me asomé desde las escaleras. 

—Qué buen espectáculo nos has brindado. Una jovencita bastante arisca que ni le tembló la mano para levantarla. Debe ser importante para que no la hayas puesto en su sitio. ¿Es familia?

—Mi sobrina. 

—Se ve bastante joven. ¿Qué edad tiene? 

—Diecisiete;  así que ni te atrevas a ponerle el ojo encima.

—¿Cómo te va en esa etapa de cuidador de niñas? ¿Esta es la razón por la que has desatendido tanto los negocios? 

—Es peor que una patada en los testículos. Qué irónica es la vida; toda una vida huyendo de esas garrapatas que te chupan hasta el vivir, llamadas niños; y me toca cuidar de una adolescente, malcriada, rebelde y caprichosa. No veo el maldito día en que cumpla sus dieciocho años y se largue. 

¿Así que eso es lo que piensa? No es tan distinto a lo que pienso de él. Maldito idiota. 

Me encerré en la habitación, tirando la mochila y agarrando la almohada para golpear la cama y descargar la rabia que carcomía todo mi ser. Ha encontrado una forma de responder a mis ataques. No quería que eso sucediera, pero me pone nerviosa pensar en lo ocurrido anoche. 

Rosita me trajo la comida al cuarto y fue lo mejor. No quería cruzarme con ese idiota de nuevo.

Durante la noche, busqué mi tableta para hablar un rato con Max y así despejar la mente. Es mucho más fácil hablar con él por la tableta, pues así no tengo que estar sentada en esa silla incómoda de mi escritorio. Estuvimos hablando por algo de tiempo. Mirando la hora, ya esa gente debe haberse ido. Bajé las escaleras con mis auriculares puestos y noté que no había nadie en la sala. 

—¿Vas a prepararte el té a esta hora? ¿No es muy tarde para eso? — me preguntó Max.

—No. Solo tomaré un vaso de agua. 

—¿Qué son esos gritos? 

—¿Qué gritos?

—Se oyen unos gritos en la llamada. 

—Yo no escucho nada — me quité un auricular y es cuando pude oír lo mismo—. Dame un minuto. No me cuelgues. 

Fui en dirección a los gritos que, aunque habían disminuido, todavía continuaban. Me acerqué a la puerta que da hacia el área de la piscina y se oyeron más claros, aunque no parecían gritos, sino gemidos. No quería creer que era lo que estaba pensando. Me asomé con cautela por la ranura de la puerta y hasta la respiración se me acortó. En solo un instante me arrepentí de haber sido tan curiosa. Desde este ángulo se podía ver casi todo. Una de ellas estaba tendida boca arriba en el asiento de plástico, mientras que la otra estaba sobre ella en cuatro patas y Kiran se encontraba detrás de esta, agarrando su cabello y embistiéndola como si no hubiera un mañana. No puedo creer que ese desgraciado haya sido capaz de hacer esas cosas tan sucias sabiendo que estoy en la casa.

—¿Qué hay con esa cara, bebé? ¿Pasó algo? — me preguntó Max. 

—E-es una película — caminé ligero a la cocina, tratando de borrar de mi cabeza lo que vi. 

—¿Por qué estás toda roja? ¿Estás bien? 

—N-no es nada. 

—¿Estás segura? 

—S-sí. Dame un momento.

Aparte la cámara de mi rostro, poniendo la tableta sobre la encimera y tapándome la cara de la vergüenza que sentía. 

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora