XLVII. Reclamo

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—Solo andábamos por aquí de paso. Ya sabes, conociendo a la familia — dijo Henry.

—Lamento informarles que será la primera y la última vez que lo harán — Kiran me agarró la muñeca tan fuerte que ni siquiera me permitió hablar, solo me obligó a caminar de prisa con él.

Su mano presionaba muy fuerte mi muñeca. Me soltó cuando mi trasero aterrizó en el asiento del pasajero de mi auto. No le importó dejar al chófer atrás en el otro auto y a solas con esos hombres. Lucía muy aterradora su expresión. No sé por qué está tan enojado. Esos hombres no parecían peligrosos. Habían muchas cosas que quería hablar con ellos, pero este tonto no me lo permitió.

No se detuvo hasta estacionar su auto en un lugar apartado de la ciudad y de la gente.

—¿Qué demonios pasa contigo? Tenía que hablar con esos hombres.

—¿Crees que no me di cuenta de la manera en que los estabas viendo?

—Dijeron que son supuestamente mis hermanos. ¿Cómo podría verlos de una manera extraña?

—No comparten ningún vínculo sanguíneo contigo.

—¿Qué?

—Ellos son hijos de tu madrastra; la mujer que actualmente está casada con Cardona, tu verdadero padre.

—Entonces son medios hermanos, ¿no?

—Son hijos del primer matrimonio de ella.

—Con razón no se parecían en nada a mí.

—No por eso tendrás luz verde con ellos, así que borra eso de tu cabeza.

—¿Luz verde? ¿De qué hablas?

—Escúchame bien, meona — me encaró—. Espero sea la última vez que te atrevas a mirar a otro hombre de esa manera — sentenció.

¿Así que está celoso? Sonreí internamente.

—Los ojos se hicieron para mirar, ¿no? Tonta sería si no admiro las divinas y perfectas creaciones de Dios.

—No intentes jugar conmigo o no respondo, muñequita. Es el peor momento para sacarme de mis casillas.

—¿Qué piensas hacer? ¿Vas a castigarme? Pues te recuerdo que soy mayor de edad, por lo que no tienes ningún derecho de hacerme nada.

—Repítelo; si te atreves.

—No tienes ningún derecho de hacerme o reclamarme nada. Eres un vil descarado. Primero coqueteas con otra mujer delante de mí, luego te vas sin decirme nada y ahora regresas de la nada, con un mal humor que no te soportas ni tú mismo y reclamando las cosas que hago, cuando tú haces cosas peores. ¿Con qué derecho vienes a reclamarme a mí?

—Con el puto derecho de ser tu hombre. Si no querías hacerte cargo de mí, debiste pensarlo dos veces antes de abrirme las piernas y de sembrarte en mi cabeza. Lamentablemente es muy tarde para arrepentirte. Desde esa noche eres mía, y así lo será hasta que ese cuerpecito se convierta en cenizas. Solo avísame si necesitas que me convierta en un cuervo.

—¿Me estás amenazando? Eso conmigo no va.

—¿Sabes qué es lo que no va conmigo? Tu comportamiento. Has cogido un vuelo que me está colmando la paciencia.

—Siento tanta lástima por ti — sonreí.

—Y yo por ti — aferró su mano a mi cabello, torciendo mi cuello hacia atrás—. No vas a jugar más con mi mente, chiquita. No creas que no me he dado cuenta de lo mucho que te excita provocarme— sentí su aliento chocar en mi cuello y mordí mi labio inferior—. No sabes las ganas que tengo de hacerte tragar cada una de esas palabras; de llevarlas tan al fondo de ti, hasta que te ahogues con ellas — ensanchó una sonrisa torcida y no pude evitar mirarlo emboba.

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora