LXXI. Felicidad

1.9K 177 14
                                    

—Esta vez no pienso retractarme, si eso es lo que quieres comprobar — entrelacé mis brazos alrededor de su cuello—. Te amo, Kiran. 

Me subió en sus brazos, pegando mi espalda en la pared.

—Esta vez nos tocará ir a otro cuarto. No quiero que la garrapata nos escuche — me llevó en sus brazos por el pasillo.

A pesar de lo gorda que me he puesto, sus brazos aún pueden soportarme. 

—¿De qué garrapata hablas? ¿No me digas que hablas de ese niño? ¿Por qué le llamas así? En primer lugar, ¿quién es ese niño? 

—Eso es una larga historia. 

—No es tu hijo, ¿verdad? 

—¿Qué te he dicho sobre esas garrapatas? 

—Entonces, ¿por qué trajiste a ese niño a aquí si no es tu hijo?

—Ni yo mismo lo sé. Lo único seguro es que todo esto es temporal. Tan pronto consiga un mejor lugar para él, abandonará esta casa. 

Me bajó en la habitación al final del pasillo y me llevó hacia el jacuzzi. 

—Ha sido un día asqueroso, lleno de muchos disgustos — me miró de reojo—. Al menos ahora podemos relajarnos un rato y, sobre todo, hablar. 

—¿Hablar? Pensé que lo dejaríamos para después. 

—No seas impaciente, meona. Todavía tenemos que aclarar varias cosas. 

—Y dale con el meona. ¿Te das cuenta de cómo eres? — fruncí el ceño. 

—Hay cosas que no se olvidan; y esa es una de ellas. Así como me bautizaste esa noche, yo también te bautice como mi meona. 

Le derramó un aceite de almendras al agua y ese olor me hipnotizó. Nos desnudamos para entrar juntos. Me hacía falta esta agua templada para liberar la tensión. Esto es tan relajante. 

—¿Me dirás ahora quién es ese niño? Eres tú quien insistió en que habláramos, así que no quiero que evadas mis preguntas. 

—Estaba en mi agenda esta mañana. 

—¿Tu agenda?

—Sí. Iba para la lista negra, pero no lo sé; ese niño me hizo algo. Tal vez fue por el hecho de encontrar tan interesante su forma de pensar, como también pudo haber sido que me haya visto reflejado en él de cierta manera. Es algo que no sabré. 

—Fueron sus padres quienes lo llevaron ahí, ¿cierto? 

—Solo su progenitora. Pero no hablemos más de ese tema. De igual manera, muy pronto se va. ¿Ahora me dirás qué estás pensando hacer? ¿Realmente tienes cerebro como para confiar en esos dos? ¿Qué fue lo que te dije sobre ellos? Es evidente que la razón por la que se te acercaron es porque te estaban buscando para llevarte con Cardona. 

—No pensé en ese momento. Tenía mucho miedo por lo que Max pudiera hacer con esa información. 

—Tal vez no haya sido del todo malo. 

—¿Por qué lo dices?

—¿No has pensando en que tal vez esta sea la oportunidad perfecta para llegar a Cardona y cortarle la cabeza a ese insecto? Le guardo unas ganas a ese perro desde hace mucho. 

—¿Y cómo podríamos hacerlo?

—Eso sí que no lo esperaba de ti. Me estás sorprendiendo mucho hoy. 

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora