X. Entrenamiento

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—Tenemos visita, muchachos — uno de ellos, el más mayor que se veía, se lamió la mano, peinando su cabello hacia atrás, algo que encontré sumamente grotesco. 

—¿Qué estás queriendo decir con eso? ¿Piensas dejarme aquí, sola con todos esos hombres? 

—Sería más eficaz dejarte sola, probablemente dejes de ser una salvaje y te vuelvas mansita. 

—No puedes estar hablando en serio. Tú no puedes ser capaz. 

—¿No puedo? ¿Estás tratando de ponerme a prueba? 

—No juegues más, Kiran. 

—¿Ahora soy Kiran? Me acostumbré a que me llamaras viejo hijo de puta, depravado y cretino. 

—No me dejes aquí. 

—Te aseguro que este lugar es nada, comparado a la academia militar que he estado pensando matricularte. 

—¿Academia militar? ¿Has planificado deshacerte de mí? 

—¿Por qué te sorprende tanto? ¿No dijiste que preferías cualquier lugar que vivir bajo el mismo techo que yo? 

—No lo dije en serio. Cuando uno se enoja dice muchas cosas que no siente. 

—Ah, ¿ahora me dirás qué te gusta vivir conmigo? 

—Eres pesado, pero sí me gusta. Vámonos, ¿sí? 

—¿Te harás pipí encima? — sonrió.

Miró al señor y este asintió con la cabeza. 

—¿Qué están planeando en conjunto? 

—Quédate aquí un minuto. 

—No, no me dejes sola — me aferré a su brazo y se me quedó viendo. 

—Ay, pequeño lucero. Quién te viera, hasta creería que eres una buena sobrina y que soy tu tío preferido. Quédate aquí y no te atrevas a moverte — sacudió su brazo para que lo soltara y siguió caminando. 

Quería irme detrás de él, pero uno de los sujetos se puso en medio, lo que me obligó a retroceder. Sus miradas me tenían muy tensa. No me atrevía a mover ni un solo músculo. Esto es muy cruel. ¿Qué tanto necesita hablar con ese hombre a solas? ¿Por qué me deja atrás y sola con todos estos hombres? 

Estaba sudando frío, mis piernas temblaban e incluso mis manos. Mantenía la cabeza abajo, pero estaba alerta a cualquiera que se acercara. Esa sensación de que te están mirando es inquietante y muy terrorífica. Esos hombres son mucho más altos que yo. 

Tras varios minutos que parecieron décadas, Kiran salió por fin y quería creer que nos iríamos, pero ese no parecía ser el caso. Él caminó y fui detrás suyo, usándolo como escudo y protección. Nos alejamos de las tienditas, pero al lugar que nos adentramos era tierra firme y plana, habían varios barriles, gomas, entre varios equipos que parecían ser usados para entrenamiento. Aunque no entiendo por qué me trae aquí y más a esta hora. 

—Haz ejercicios de calentamiento. 

—¿Para qué? Estas no son horas de hacer ejercicios, es hora de dormir. 

—Tráeme a Aaron — le pidió a uno de los hombres que, aunque estaba ocupado, dejó de hacer lo que se encontraba haciendo para cumplir con lo que Kiran le pidió. 

¿Quién rayos es Aaron? Tuve la respuesta a mi pregunta y es que trajeron amarrado a un Pastor Alemán y le pasaron el collar a Kiran. No se veía agresivo, pero solo con verlo es capaz de intimidar a cualquiera.

—¿Para qué has traído a un perro? 

—Aaron, ataca. 

Retrocedí tanto al ver que trató de acercarse con malas intenciones que caí al suelo de la impresión, pues lo consideraba inofensivo hasta ese momento, pero parecía acatar sus órdenes y nada más que ellas. 

—Comienza — insistió Kiran. 

—¿Qué no ves que ni siquiera tengo ropa adecuada para esto?

—Ya te traerán ropa más cómoda, pero mientras tanto, ve calentando. 

—Esto es inhumano.

—Inhumano es tu comportamiento, pero sé que al final todo esto valdrá la pena; o eso espero. 

Me levanté con dificultad, huyendo de Aaron y de ese tipo. Me alejé solo por si acaso. Comencé con los ejercicios que recuerdo que me daban en educación física en la secundaria. Los jumping jack eran los más complicados, pues sentía que se me saldrían los senos por el escote de la blusa. Ese tipo ni siquiera me avisó para dónde veníamos. Estaba cansada, me dolía hasta el alma y eso que parece ser que solo estamos comenzando.

—¿Qué estás mirando? — me tapé con las dos manos y me giré. 

—Te faltan las sentadillas. 

—¿Qué? No puedo hacerlo con esta ropa.  

—¿Aaron? — miró al perro y respiré hondo. 

—Algún día me las pagarás, Kiran.

La mirada que le dediqué solo le provocó una ladeada y arrogante sonrisa.

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora