XXVI. Gesto

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—Yo no haré nada. 

—Hicimos un trato, pequeña. Es tu deber cumplir ahora. ¿A dónde deseas que envíe el dinero? ¿A tu apartamento?

—No te atrevas, Kiran. 

—¿Quieres que lo traigan aquí? Con una sola llamada tendrás el dinero a tus pies. 

¿En qué lío me he metido? Lo conozco, sé que no dejará de fastidiar hasta conseguir lo que quiere. 

—Me lo entregarás cuando regresemos, pero no se te ocurra enviarlo a mi apartamento. 

—Como digas. Ven conmigo. 

—Espera, no estás pensando que me desnudare ahora, ¿verdad? 

—Para mañana es tarde. Solo tienes que quitarte la ropa y listo. Lo mismo que haces con tu novio cuando están a solas, lo mismo que haces cuando vas a bañarte y esas cosas. 

Me llevó a su camarote y cerró la puerta detrás de mí. No puedo creer que ese idiota se ha salido con la suya. Mis piernas estaban flaqueando y mis manos sudando. 

—Cuando quieras — se sentó en el borde de la cama, sin siquiera pestañear. 

Solo necesito quitarme la ropa y listo, ¿no? No es algo distinto a lo que he hecho frente a Max, aunque no es lo mismo. Max es mi novio y Kiran es… no, no es mi tío, pero es otro hombre y le estaría fallando a Max. 

Cerré los ojos, intentando ganar valentía y tratando de imaginar otro escenario. No lo pienses más, solo hazlo. ¿Qué es lo peor que puede pasar? 

Me quité las prendas de ropa una a una, manteniendo los ojos cerrados en todo momento, respirando profundamente y sintiendo que mi rostro terminaría explotando de la vergüenza. Es el segundo hombre que ve mi cuerpo desnudo. Escuché su repentina carcajada y abrí los ojos lentamente, viendo cómo tapaba la mitad de su rostro. Jamás lo vi reírse tanto y por dentro me cuestionaba la razón. 

—¿De qué te ríes, ridículo? — me tapé como pude con las manos. 

—Nunca había visto a una mujer que se quitara la ropa de una manera tan poco femenina y con tanta rapidez como si tuviera deseos de ir al baño. 

—¡Vete al infierno! 

—Tienes el don de calentarme, aun sin querer o sin darte cuenta. 

Me agaché con cuidado para recoger las prendas de ropa y escuché su silbido. 

—Sin trampas ni juegos sucios. Date la vuelta y doblate a recogerla. 

—Eso no estaba en el trato. 

—El trato era quitarte la ropa, pero la ropa entra en el trato, por lo que ponértela es parte también. 

—No estés añadiendo cosas que no estaban, idiota. Ya suficiente tengo con lo que me obligaste a hacer. 

—¿Te obligué? No, princesita bonita. Llegamos a un acuerdo mutuo; yo te pago y tú me muestras. Aún no te he visto completamente, así que no te quieras pasar de lista. Si no quieres doblarte, acuéstate aquí — se levantó, señalando la cama. 

—¿Para qué?

—No se vale tocar, pues al menos déjame ver tu belleza en su máximo esplendor. 

Rayos, esto es muy vergonzoso. Bueno que me pase por tonta. 

Me acosté en la cama, sintiendo que el corazón estaba a punto de vomitarlo. 

—¿Suficiente?

—No— abrió mis piernas y quedé sentada, tapándome con las manos. 

—Estás violando el acuerdo.

—Te estoy ayudando, porque no me dejas ver bien. 

—¿Qué más quieres ver? ¿No es suficiente? 

—Quiero ver el lugar que voy a arruinar la próxima vez que te vea — curvó la ceja coqueto, ensanchando una media sonrisa, capaz de calentar todo mi rostro y lo que no era rostro. 

—Quítate, enfermo —  lo empujé por el hombro, levantándome rápidamente de la cama y recogiendo toda mi ropa del suelo. 

—Eres la primera mujer que tengo desnuda frente a mis ojos y le doy la oportunidad de salir en una pieza de la habitación. 

Salí de la habitación al pasillo, sin importar si me encontraba con alguien en el camino y tratando de borrar de mi cabeza ese gesto tan pervertido que hizo. 

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora