XXI. Provocación

3K 235 20
                                    

¿Este hombre jamás se va a cansar de ser tan descarado, cínico y atrevido? Estoy harta de sus insinuaciones.

Solo para darle a probar de su propia medicina, en el afán de darle por dónde más le duele, dejé caer el pantalón al suelo, mostrando mi voluptuoso cuerpo en ropa interior y, aunque por dentro no soportaba la vergüenza, me las arreglé para disimularlo. Fue incómodo la manera en que sus ojos recorrieron apresuradamente mi cuerpo. Estaba consciente de que no debía estar haciendo esto con él, ni mucho menos en el mismo cuarto en que duermo con Max, pero me encontraba en un punto donde solo quería aplastar ese maldito ego que se carga.

—¿Esto era lo que tanto querías ver? ¿Te gusta? — me detuve a solo centímetros de la cama mientras que sus ojos seguían contemplando mi cuerpo sin pronunciar palabra alguna.

Quería saber lo que pensaba, ya que en su expresión no pude descifrar mucho.

—Este cuerpo que tus ojos están contemplando, es lo que nunca tendrás, ni siquiera en tus sueños. Asegúrate de grabar cada detalle, porque es la única vez que lo verás.

—Asegúrate tu de mostrarme cada parte de ti, pero como corresponde.

La verdad es que creí tener el control esta vez, pero no sabía lo equivocada que estaba. Había mantenido mi distancia, pero me vi arrastrada hacia la cama por su fuerte agarre. Aterricé sobre él y, en busca de retomar al menos la postura, traté de sentarme, pero solo hacía que la posición fuera más comprometedora de lo que en sí ya era. Ver a ese desgraciado debajo de mí, permitiéndome tener el control absoluto era algo que había soñado de mucho antes. No en esta circunstancia precisamente, pero ni siquiera podía quejarme.

—Cualquiera diría que estás celoso de que esta cama la utilice con Max y no contigo.

—Conmigo no trates de jugar o no respondo de cómo te deje después, pequeña. Si no estás dispuesta a terminar lo que empiezas, mejor no provoques. Sabes perfectamente que no me importa que tengas un noviecito al que le juras amor eterno. Los dos sabemos que, aunque digas que amas a ese muchacho, mueres de ganas de tenerme dentro. Antes tenía razones para controlarme, aunque a ese muchacho jamás lo consideré una de ellas, por lo que ahora no hay, ni habrá alguna razón que vaya a hacerme cambiar de opinión con que este cuerpo sea mío.

—Has olvidado un detalle muy importante. Este cuerpo es mío, y yo decido a quién entregárselo y a quién no. Lamentablemente tú no eres ni serás ese candidato con semejante privilegio.

—Ay, pequeña — sonrió, mordiendo su labio inferior—. Repítelo al menos unas siete veces más o lo necesario para que te lo creas.

—No sé cuáles son tus verdaderas intenciones conmigo, tampoco entiendo tu repentino cambio de actitud e interés, cuando hace unos meses atrás me considerabas un patada en el trasero. Solo me obligas a creer en la teoría de que deseas ocupar el lugar de Max. Entiéndelo, Kiran. No eres mi tipo y jamás lo serás.

—Tu novio debería echar a un lado la pena y el amor que te siente, y dártelo como te gusta. No es difícil darse cuenta de que hacer el amor no es lo tuyo y no te llena. Mírate, ni una marca en tu cuello, en tu pecho o en tu espalda. Está arriesgándose a que pronto te aburras de él. Estás en esa edad donde deseas experimentar cosas nuevas y está fallando como novio.

—¿Y en qué momento pedí tu opinión? Deberías tener los huevos de admitir que le tienes envidia.

—No puedo sentir envidia de alguien tan insignificante. Lo que siento es lástima por ti. ¿Sabes por qué? porque veo en tus ojos a una pobre mujer insatisfecha.

—Tienes un concepto erróneo de lo que es el amor. El sexo no lo es todo en una relación.

—¿No lo es todo? Eso es un pensamiento bastante retrógrado para salir de la boca de una mujer que acaba de cumplir dieciocho años y que apenas se ha ido a vivir con su pareja. Cualquiera diría que te lo estás diciendo a ti misma para sentirte mejor. El sexo tal vez no lo sea todo, pero la atracción sí lo es. ¿Y sabes cuál es el problema? Aunque te duela que te lo repita, los dos sabemos muy bien que si tomaste la decisión de venirte a vivir con ese muchacho, no fue por amor o porque te guste, fue para darme por la cabeza a mí. Pero ¿sabes qué? No me estás haciendo daño a mí, sino a ti misma y a ese muchacho que tan enamorado de ti está.

—¡Te crees saberlo todo, pero no sabes nada!

—Ojalá te estés protegiendo con ese muchacho. No vaya a ser que termines con una panza a tan temprana edad, y lo peor, con alguien que no te mueve el piso. Es el único consejo que te puedo dar y ojalá lo tomes en cuenta, pues lo hago por tu propio bien. Date el gustazo si, según tú te gusta, pero sé inteligente y precavida. Una garrapata de esas es una responsabilidad muy grande que no querrás conocer por ahora.

—Gracias por el consejo que no te he pedido.

Retomó su postura, sentándose de vuelta en el borde de la cama, pero conmigo encima. Tenerlo cara a cara me puso nerviosa. Especialmente por la manera en que sus ojos verdes hicieron contacto visual con los míos. Sus manos descendieron por el centro de mi espalda, hasta posarse directamente en mi trasero y un escalofrío se hizo presente.

—Me encanta tu cuerpo. Es una lástima que no me dejaste verte como Dios te trajo al mundo. Pero más oportunidades habrá, ¿cierto?

—No, no habrá más ninguna.

—Si tú lo dices — besó mi hombro, desviándose hacia mi seno y se detuvo al llegar al sostén, dejándome sin palabras y casi sin aliento—. Ten presente que, en el momento que sientas hambre y no apetezcas lo que hay en el menú, aquí tu tío preferido estará esperándote con los brazos y el cierre abierto — dejó escapar una quisquillosa y maliciosa risita.

—Estúpido — me levanté de encima de él y le huí como el diablo a la cruz.

—Vístete con calma, muñequita preciosa. Te esperaré en la sala.

En una fracción de segundos, mi rostro se calentó e incluso hasta mis orejas. Es tan atrevido que no lo soporto.

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora