LXXV. Pétalos

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—Permítenos darte una exquisita bienvenida a la familia. Te prometo que después no te quedarán ganas de irte. 

La puerta se abrió y alcancé a ver a Margarita. 

—¿Qué les dije sobre esto? Dejen a su hermana quieta. Suéltenla — ella intervino y me dejaron ir, permitiendo que pudiera volver a respirar.  

—Siempre tienes que llegar a arruinar la diversión. Solo estábamos poniendo a prueba a nuestra hermanita. No pensábamos hacerle nada malo — con la sonrisa que Henry me dedicó era evidente que estaba mintiendo. 

—No les hagas caso a estos dos sinvergüenzas. No saben cómo controlarse cuando tienen una mujer cerca. Lamento que mis hijos te hayan dado una pésima impresión. Te aseguro que son unos buenos chicos, lo que los daña son las hormonas. 

—¿Cómo puede justificar y defender lo que acaban de hacer estos degenerados? — pregunté alterada. 

—Tranquila, bonita. Mis hijos suelen hacer este tipo de bromas pesadas, pero no planeaban hacerte nada, te lo aseguro. 

—Ya cálmate, hermanita. No armes tanto alboroto por una tontería. Ni siquiera te pusimos un dedo encima. 

—¡Fue suficiente con tus vulgaridades y atrevimiento!

—No sabía que eras tan sensible — Henry me extendió su mano, pero no la tomé—. Me disculpo por haber lastimado tus pétalos, querida rosa. Para la próxima me aseguro de arrancartelos — con una sonrisa torcida salió de la habitación en compañía de Jared. 

Estaba aterrorizada. Mi cuerpo era un manojo de nervios. Aunque estaba preparada para atacarlos, me dejé controlar por el susto de encontrarme en una situación como esta contra dos hombres. Es evidente que en este lugar no estoy para nada segura. Mi única opción ahora era usar a Cardona como escudo y protección. No tengo de otra. Al menos en lo que encuentro una forma de comunicarme con Kiran. 

Me bañé y me cambié de ropa con temor. Rebusque por todo el baño y la habitación que no hubiera ninguna cámara oculta. Debo controlar mis emociones, porque solo me están ocasionando problemas y que cometa muchos errores. 

Bajé a la mesa del comedor a encontrarme con Cardona y al ver que estaba solo, aproveché la oportunidad para acercarme. 

—¿Así es como pretende hacerme quedar aquí? — exploté con Cardona. 

—¿Qué sucede, mi flor? 

—Tus hijos le jugaron una broma pesada a tu hija, pero ya me encargué de hablar con ellos — Margarita salió de la nada y se sentó en la mesa, justo al lado de él. 

—¿Hablar con ellos o defenderlos? — la enfrenté. 

—Controla a tus hijos, Margarita. No los quiero cerca de mi hija. 

—No te preocupes, querido. Me encargaré de mantenerlos controlados. 

—Ahora que todo está claro. Disfrutemos de nuestra primera cena juntos, de todas las que faltan, mi princesa. Esta ahora es tu casa, aquí nadie te va a molestar; y quién lo haga, se las tendrá que ver conmigo. 

—Gracias, papá. 

Me miró sorprendido, soltando la copa sobre la mesa. 

—¿Qué has dicho?

—Tengo mucha hambre. Cenemos, ¿sí? 

Margarita me miró de reojo y sentí que iba a decir algo, aunque prefirió callar. Para mí está claro que ella no es de fiar, y tampoco creo ser de su agrado. Al menos cuento con la protección de ese viejo asqueroso. 

En la mesa estuvimos solo los tres, por fortuna esos dos no se aparecieron en ningún momento. Cardona estuvo preguntándome muchas cosas y hablando sobre temas irrelevantes. En mi mente solo se cruzaba Kiran. Lo echo de menos. No sé qué haré, pero necesito contactarlo de alguna manera. Ahora mismo no creo que pueda dar conmigo. Me quitaron todo. Las cosas no tenían por qué salir así. 

La noche cayó y la inquietud me agobió. Estuve toda la tarde con Cardona y esa mujer. Ella no nos dejó solos en ningún instante. Es fastidiosa la sonrisa que se reflejaba en sus labios en todo momento. Estoy muy asustada. No puedo dormir. Cerré la puerta con seguro y le puse la mesa de noche solo por si acaso. Aun así, eso no iba a ser capaz de calmar mi temor. Desvelada, sin una chispa de sueño, me asomé por la ventana y alcancé a ver a Cardona con varios hombres subirse a una camioneta. Se veían apurados y salieron como alma que lleva el diablo. Varias camionetas siguieron la suya, aunque la cantidad de hombres no parecía disminuir. Hay demasiada protección en esta casa. Eso hace difícil todo. Hasta los planes de huir los veo cada vez más lejos. 

Mis pasos de vuelta a la cama se vieron interrumpidos por el sonido de la puerta del baño al abrirse. Me asusté mucho al ver a Henry y Jared entrar. No sé cómo demonios lo hicieron, no había espacio en el baño en el que pudiera ocultarse, si yo estuve hace unos minutos ahí. ¿Cómo entraron?

—Se te ha olvidado cerrar la otra puerta. 

—¿Qué otra puerta?  —retrocedí despacio hacia la ventana, sintiendo que hasta mis piernas estaban fallando debido a los nervios. 

Un escalofrío se situó en el centro de la espalda.

—Tú y yo dejamos algo pendiente.

—¡Mi papá los va a matar como se atrevan a hacerme algo!

—¿Y ves a papá por alguna parte? — Henry sonrió—. ¿Ves esto? — sacó una cuchilla de su pantalón y la abrió en tan solo un instante, mostrando el largo filo —. ¿Por qué pétalo comenzamos, hermanita?

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora