XXXV. Latidos

2.7K 220 15
                                    

Kiran

¿Quién soy? 

Es una pregunta a la que no encuentro una respuesta válida. 

No sé quién soy. Olvidé quién realmente soy. 

¿Quién es Kiran Harper? 

Inexistente ante los ojos de la ley; inexistente para todos aquellos que me lastimaron y aún siguen con vida. 

Solo soy un saco de huesos, sin alma, con un corazón latiendo en mi pecho, pero sintiendo que en cada suspiro se me escapa la vida; con el alma vacía y con un cuerpo manchado por la suciedad que habita en cada ser mundano, retorcido y podrido de este mundo. 

¿De dónde vengo?

He regresado del mismísimo infierno. Encontré la salida a ese laberinto oscuro en el que viví hace tanto tiempo. Aunque a veces me cuestiono si realmente escapé o sigo varado en aquél lugar. 

“La riqueza y la belleza están ligadas. Eres afortunado si posees alguna de ellas”. Para mí desgracia, fui considerado uno de esos seres afortunados. 

«La belleza es la riqueza del pobre, por eso tú nos sacarás de la pobreza». Son los pensamientos de una mente corrompida, dañada y retorcida. Pensamientos de esas dos personas que me trajeron a este mundo. 

Con tan solo nueve años, cargaba con una marca en la frente; vivía con una etiqueta y encadenado como ganado de alta calidad por poseer dos componentes altamente apreciados; belleza e inocencia. 

En el mercado eras el producto más codiciado y valioso ante los ojos de aquellos enfermos que con locura, admiración y perversión contemplaban tu belleza. 

Un solo dueño, pero miles de espectadores. Mi inocencia fue arrebatada, junto a ella mi libertad, las ganas de seguir viviendo, mis esperanzas, mis sueños; todo.

Perdí mi norte. Acabé convirtiéndome en un monstruo; un monstruo que dejó de sentir, que por más sangre que derramaba, no lograba llenar ese vacío de mi interior. Es como un barril sin fondo. 

A mis quince años, ya cargaba una lista interminable de muertos; muertos que hasta el sol de hoy a veces no me dejan dormir o me despiertan a mitad de la noche. Hace mucho tiempo les perdí el miedo, ya he aprendido a vivir con ellos. Ellos me hablan, me siguen a dónde quiera que vaya y en ocasiones se burlan de mis fracasos. 

Se supone que ella sería una más en la lista, especialmente por ese comportamiento tan errático que tiene hacia mí, pero es la única mujer capaz de insultarme, de decirme las verdades en la cara y recordarme lo miserable que soy, y al final, no puedo molestarme con ella. Aunque suene descabellado, su odio y su desprecio es lo que me hace sentir vivo. 

Entre esos pensamientos, la vi parada en las escaleras, mirando hacia mi dirección. No sé qué hace ahí, tampoco el por qué se ve tan preocupada si hace unos momentos estaba enojada conmigo. 

 —¿Qué haces ahí? ¿Otra vez husmeando? 

—Iba a mi habitación. Hasta mañana. 

Es tan pésima para disimular cuando algo malo le sucede. Recordé que ella odia los días lluviosos como yo, tal vez eso es lo que la tiene tan pensativa y preocupada. ¿Qué otra razón podría ser? 

—¿Por qué no duermes conmigo por esta noche? — le ofrecí, arriesgándome a un «no» rotundo. 

Permaneció en silencio unos instantes y luego suspiró. 

—Me rindo. No puedo con tanto — negó con la cabeza.

—¿De qué estás hablando? 

—No haces nada más que confundirme y hacerme sentir cosas. ¿Por qué mi corazón tiene que latir de esta manera cuando te veo? ¿Qué demonios me hiciste? 

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora