XXVI. Cachorrita

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—Te conviene odiarme.

—Tengo náuseas.

—Eso sí que no. Te atreves a vomitarme también y ahí sí date por muerta.

—Eres un ogro.

—Al menos este ogro no se orina encima.

—¿Qué culpa tengo yo si tienes cara de retrete?

Debo estar loco para desear tanto a una mocosa como esta.

—Sujetate bien y no te sueltes — luché para poder levantarme del sillón con ella.

Parece ser que se creía un pequeño koala trepando un árbol. Se tomó muy en serio lo de sujetarse de mí, pues hasta sus piernas se cruzaron a mi espalda. Así la había querido tener, pero no precisamente para ayudarla.

—Mierda, estás bien pesada.

Caminé por la cubierta con ella en los brazos y me detuve justo en las barandas, mirando cómo la oscuridad ha arropado el mar. Es una noche muy fría. Un cuerpo como el suyo no podría soportarlo mucho tiempo. Además, nadie sería capaz de encontrarla.

—¿Aún no llegamos a la habitación? — levantó la cabeza, mirando los alrededores.

La miré detenidamente y negué con la cabeza. Sería una lástima que algo así sucediera.

—¿Por qué me miras así? — indagó.

—¿Así cómo?

—Como si quisieras arrojarme al vacío.

—¿Cómo podría arrojar tu cuerpo a los tiburones, si todavía no te he comido?

La llevé al baño de mi camarote, pues era el más cerca que quedaba. Quería que se bañara sola, pero la veía tambaleándose y moviendo la cortina. Solo para evitar una tragedia, decidí quitarme la ropa y entrar con ella. Se veía muy sensual con el cuerpo enjabonado y su cabello despeinado.

—Qué manera tan peculiar la tuya de marcar territorio.

—¿Qué haces? — se dio la espalda, aún debajo del chorro de agua.

—Me orinaste. Tienes que hacerte cargo de limpiarme. Dime, ¿por qué haces tanto escándalo por verme? No es la primera vez que ves a un hombre desnudo.

—No es lo mismo.

—¿Por qué? — me aproximé a su espalda y al sentir el roce de mi cuerpo, se dio la vuelta, poniendo su mano en mi torso.

—Dios mío— bajó la mirada a mi erección y la desvió—. Definitivamente no es lo mismo.

—Solo vamos a bañarnos juntos. ¿Qué hay de malo en eso?

—Tienes unos buenos pectorales — con la yema de su dedo lo presionó varias veces en el mismo lugar.

Daría lo que fuera para que ella sea así de honesta cuando esta cuerda.

—Entre tu noviecito y yo, ¿quién se ve mejor? — quise hacer una pequeña prueba para saber cuán borracha se encontraba. 

—Tu — respondió sin titubear.

—Ojalá pudieras decir eso cuando recobres los sentidos.

Acarició mis hombros con sus dos manos y presionó sus labios.

—Debería grabarte para que luego no digas que soy yo quién se está aprovechando de ti. Será mejor vigilarte para que no vayas a tomar de nuevo. Sufro más yo que tú. Escúchame bien, no tengo el más mínimo interés de aprovecharme de una mujer borracha e indefensa.

—Mentiroso.

—¿Ya te lavaste bien?

—¿Por qué no verificas?

Esta pequeña está jugando con fuego. Soy yo quien debe soportar el dolor de huevos después. Adentré mi mano por su entrepierna hasta acariciar sus labios y deslizar solo un dedo entre ellos. Resbalaba fácilmente por el jabón.

—Aunque quiero hacer un desastre de ti, como no te imaginas, no pienso hacerme ilusiones con esta Esme, porque por más que quiera esta no es la verdadera tú. Me excita esa que miente diciendo no quererlo, cuando por dentro se moja con mis insinuaciones. La misma que me mira con desprecio y lujuria a la vez. A esa cachorrita salvaje que no dudaré en romper cuando la tenga. A ti también quiero darte lo que te mereces, pero en ese estado no podrás soportarlo. Y soy de los que cuando empieza algo, no me freno hasta terminarlo. Se una buena cachorrita. Si sabes lo que te conviene, es mejor no provocarme más.

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora