LV. Amago

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Decidí quedarme en la casa de una amiga y sus padres mientras conseguía un mejor lugar para quedarme. Los trámites para comprar una casa tomaron algo de tiempo. Han sido semanas extenuantes, los días más difíciles que haya enfrentado alguna vez. No se trata solo de la presión por estar en una casa ajena, sino más bien por la ola de recuerdos que me invaden. Todo se siente tan distinto, solitario y distante. A pesar de estar acompañada casi todo el tiempo, me siento muy sola. Es como si no pudiera encajar en este entorno.

Se supone que deba sentirme feliz, pues por fin estoy a punto de cumplir uno de mis tantos sueños, esta vez por mi cuenta, pero vivo esclava de sus recuerdos. Es un sentimiento muy extraño. Jamás pensé que extrañaría tanto a alguien, así como extraño a Kiran. 

No he sabido nada de él, ha respetado mi decisión, lo más que me duele es que, tal vez en el fondo guardaba una esperanza de que me buscara. Es ridículo tener ese pensamiento, lo sé, porque fue una decisión que tomé, pero no tengo control sobre esto que siento.

Sé que lo nuestro no llegará a ninguna parte, que somos polos opuestos; también tengo presente que él es peligroso y tiene un sinnúmero de defectos, pero ¿qué se supone que haga si, a pesar de todo eso, mis sentimientos siguen intactos? No sé desde cuándo me volví tan masoquista. Lo admito, no tengo remedio. 

Hoy por fin estaré mudándome a mi nueva casa. He estado de un lado para otro para llevar mis pertenencias y, de paso, comprar las últimas cosas que me faltaban. Mi amiga me ha estado ayudando en organizarlo todo. Me acompañó a elegir los mobiliarios para la sala, era lo único que ya faltaba. Los llevarían montados hoy mismo, por lo que esperé a los empleados para guiarlos a mi casa. 

No es una mansión como en la que vivía, pero me gustó mucho cuando la vi. Fue como amor a primera vista. No considero necesario comprar un lugar tan grande, pues solo será para mí y mis amigas si deciden venir a quedarse unos días. Es cómoda, consta de cuatro habitaciones y cinco baños. Mi cuarto es el más grande de todos. Estoy considerando pintar las paredes de mi habitación de negro. Siempre había deseado hacerlo cuando estaba viviendo con mis padres, pero ellos decían que eso traía energías negativas y no sé qué cosas más. Ahora que tengo mi propia casa, podré hacer lo que quiera en ella. 

 —¿Te vas a quedar conmigo hoy? — le pregunté a Kim.

—Claro. Debo estrenar esa habitación que tanto me costó organizar. 

—Muero de hambre. 

—Yo también. Ha sido un día muy agotador. 

—Lo sé, pero ha valido la pena. Me temo que dejaremos las compras para mañana. No puedo ni con mi vida. Por hoy, salgamos a comer algo.  

—¿Cómo te sientes ahora que tienes tu propia casa? No veo el día de independizarme también. Por cierto, ¿no has sabido nada de tu tío? 

Su pregunta fue cómo abrir de nuevo esa herida. 

—¿Por qué tienes que mencionar a ese hombre? Aparte de eso, te lo he dicho muchas veces; no es mi tío. 

—Lo siento. Es solo que es raro que no haya venido a verte. Por lo regular, ese siempre aparece en todas partes. Parece un fantasma. 

—Créeme, ya eso no va a ocurrir. 

—¿No has sabido nada de Max? 

—No. Tampoco quiero saber nada de él. 

Ordenamos dos cajas de pizza para llevarle a sus papás también. Según ella, ese será el método que utilizará para convencerlos de que la dejen quedar conmigo. Aunque sea mayor de edad, sus padres son muy estrictos en ese aspecto. 

Estaba cerrando el portón de la entrada, cuando escuché el desgarrante grito de Kimberly. Asustada y preocupada por ella, entré a la casa para ver qué estaba sucediendo. Lo que me frenó fue el charco de sangre que estaba esparcido en las losetas. El cuerpo de sus padres yacían tendidos en el suelo, debajo de ese mismo charco que no me atreví a pisar. Mi mirada se centró en lo que estaba escrito en letras mayúsculas y con sangre en la pared: «La siguiente serás tú, Esmeralda». 

Un escalofrío se situó en el centro de mi espalda al ver mi nombre escrito en la pared. Lo peor de todo es que en mis hombros recayó la culpa, al recordar las palabras de Kiran, pues él me lo advirtió y nunca quise creerle. Incluso las palabras ese día de Max se cruzaron por mi cabeza: «Vas a derramar lágrimas de sangre. Vas a presenciar la muerte de cada uno de los que te rodean y aprecias». 

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora