LXXVIII. Deseo

1.6K 166 7
                                    

No pudimos esperar al médico, decidimos ir directamente al hospital. Los resultados no arrojaron nada extraño. Según el doctor, dice que el sangrado se puede deber a dos factores; el estrés, la ansiedad y como último, el método anticonceptivo que estoy utilizando. Solo podía traer recuerdos de la conversación que tuve con aquél ginecólogo en la clínica:

—Usted es muy joven, señorita. Entiendo cabalmente que es su cuerpo y usted decide sobre el, pero existen otros métodos que le aconsejo que debería considerar. 

—Pero ¿cuál de todos es más eficaz? 

—Le puedo aconsejar el dispositivo intrauterino que consiste en… 

—Sé muy bien en qué consiste. La pregunta importante es: ¿es posible quedar embarazada con ese dispositivo? 

—No. Este método es uno de los más eficaces que existe. 

Había querido hacerle creer a Kiran que me operé, tal vez en aquel entonces lo hice por orgullo, con tal de no darle la razón en todo lo que me dijo, pero no pensé que se enteraría de esto tan pronto. Al final, lo importante para él es que no quede embarazada nunca. 

—¿Estás enojado?

—No. ¿Por qué? 

—Has tenido cara de culo desde que el doctor nos leyó los resultados.

—Me conoces bien, meona. ¿Cuándo pensabas decírmelo? En primer lugar, ¿por qué me lo ocultaste? ¿Qué pensabas ganar con todo esto? 

—No pensaba ganar nada. Yo… no quise darte la razón ese día. Además, el doctor me puso muchos peros con tal de que reconsiderara mi decisión. 

—Al menos estás bien. Eso debe ser lo importante. 

—Lo siento. 

—¿Ahora por qué te disculpas? Eso es algo personal tuyo. Tú decides qué hacer o no con tu cuerpo. Lo que me molesta es que hayas fingido que realmente te operaste y que ese idiota se haya prestado para ello. Me siento como un estúpido. De igual manera, no es como que eso cambie las cosas. 

—¿No me digas que te asustaste pensando que tendrías otra garrapata más para que juegue con Dereck? — reí, presionando mi abdomen por el dolor. 

—Nada más con imaginarlo ya me da repelillo. 

—¿Por qué odias tanto a los bebés? 

—No me gustan esas cosas. Te chupan el vivir y tienen la habilidad de volverte vulnerable. Aparte de eso, no tengo mucha paciencia. No estoy de acuerdo en ser participe en esto de la sobrepoblación. 

—Gracias a Dios no fue un embarazo, porque sino ahora mismo habrías desaparecido. 

—¿Qué te hace creer que iba a desaparecer por algo así? El hecho de que no me gusten los bebés, no implica que si estuviera en una situación como esa, sería tan cobarde de irme. Tal vez buscaría una solución, pero desaparecer jamás será una opción. 

—Esa “solución” de la que hablas, ¿es privarle la vida a tu propio bebé?

—¿Por qué estamos hablando de este tema tan conflictivo? ¿Es que acaso piensas amarrarme con una garrapata? 

Reí por su expresión.

—No. Por supuesto que no. Yo menos que nadie quiero un bebé.

—Entonces ahora viene la pregunta: ¿qué decisión tomarías tú en ese caso? 

—Lo tendría. No sería capaz de quitarle la vida a un bebé que no pidió venir a este mundo. 

—Tenemos puntos de vista distintos, pero supongo que puedo lidiar con ello. 

—Tú me dijiste que no me operara por si acaso en un futuro encontraba a una persona que quisiera tener una familia conmigo. ¿No es eso contradictorio, cuando desde un comienzo has deseado tenerme como tu mujer? A no ser que solo me quieras para la cama. 

—No entiendo tu punto. 

—Si algún día cambio de opinión y deseo tener una familia; ¿qué harías? ¿Aceptarías tener un hijo conmigo o me dejarías el camino libre para que alguien más me conceda ese deseo? 

—¿Alguien más? — sonrió ladeado, negando con la cabeza—. ¿Estás tratando de ponerme celoso?

—Tal vez...

—Luego me encargo de esa boquita. Ahora descansa y recarga esas energías, te harán falta después.

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora