XXII. Viaje

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Cuando logré calmarme, respirar hondo varias veces y llenarme de valentía, salí de la habitación. Kiran me trajo a la casa del abogado de mi padre. Hasta el último momento pensé que nos recibiría en su oficina. Solo éramos nosotros dos escuchando la última voluntad de mis padres. No solo me dejaron varias propiedades a las que jamás había ido y una cantidad exorbitante de dinero, sino que entre todo ello, habían dejado otra carta, dónde estaban escritas unas seis coordenadas distintas. Kiran estaba tratando de ver la ubicación exacta desde su teléfono.

—¿Qué podría haber en todas esas coordenadas, Kiran?

—¿Aún lo preguntas? — me miró de reojo.

—¿Drogas?

—Es muy probable.

—Yo quiero ir.

—¿Estás consciente de la ubicación? Dos de ellas están en el Caribe. No llegaremos ahí en unos minutos.

—No importa. Yo quiero ir.

—¿No te importaría dejar a tu novio solo? ¿Cómo le vas a pedir permiso?

—Ese no es tu problema. Si mis padres me confiaron esto, es porque quieren que sea yo quien vaya personalmente.

—Digamos que es un cargamento grande lo que encontramos, ¿qué harás con el? ¿Lo dejarás tirado?

—No. Si mis padres me dieron esta información es por algo. Sea lo que sea con lo que nos topemos, me haré cargo.

—¿Te harás cargo? ¿De qué me perdí? ¿Desde cuándo estás interesada en hacerte cargo?

—Desde que me salió de los ovarios hacerlo. La decisión ya está tomada, y tú me llevarás a ese lugar.

—¿Te he dicho lo duro que me pones cada vez que me hablas así?

Desvié la mirada de incomodidad, incluso el abogado estaba sudando frío y se notaba a leguas lo incómodo que debía sentirse. Ni siquiera le importa hacer esos comentarios delante de alguien más.

—¿Cuándo me llevarás?

—Debo contratar a unos buceadores para que hagan el trabajo. Podemos zarpar mañana a primera hora.

—Suena bien. ¿Cuánto tiempo puede tomarnos?

—Unos cuatro días, dependiendo de cómo esté el tiempo.

—¿Cuatro días? Eso es mucho.

—¿No te sentirás bien estando apartada de tu noviecito?

—No seas estúpido.

Todo recayó en mí, pues ahora faltaba lo más complicado; decirle a Max. Según llegué al apartamento, preparé una pequeña maleta con lo más esencial y la dejé al lado del armario. Esperé que cenara para sentarme a hablar con él sobre la situación, aunque sabía de antemano que debía omitir muchas cosas.

—Mis padres me dejaron varias propiedades y mañana veré si las visito una por una para conocerlas.

—¿Por qué no esperas al fin de semana y así puedo acompañarte?

—No puedo. Debo ir con el abogado.

—¿Tu tío va? — sabía que la pregunta venía.

—No — negué con la cabeza, sintiéndome pésima por mentirle, pero es que sé que si le digo, no estará tranquilo.

—¿Estás segura?

—Sí. Solo irá el abogado conmigo. No te preocupes, todo estará bien. Solo serán cuatro días.

—¿Cómo que cuatro días?

—Pues, es que debo viajar.

—No me agrada eso, Esme. No quisiera que fueras sola.

—Entiéndeme, debo hacer esto por mis padres, pero te prometo que todo saldrá bien y me cuidaré.

No se veía muy de acuerdo que digamos, pero es algo que debo hacer; no solo por mis padres, sino por mí.

A primera hora, vine en un taxi al muelle a encontrarme con Kiran, pues no quise que fuera a buscarme. Puede prestarse para malos entendidos con Max. Se veía tan distinto en ropa casual, pero no pierde la costumbre de estar bien perfumado; es lo único atrayente a su persona.

—Cuatro días a solas con tu tío. ¿No es maravilloso? Tendremos tiempo de sobra para divertirnos juntos.

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora