XXIX. Cargo

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—Mis huevos merecen cariño, que los aprecien, los valoren, le hablen y los vacíen de vez en cuando, pero no tanta crueldad. Imagínate, si los cortas ahora, ¿cómo podría satisfacerte después? Piensa en el revolcón que tendremos luego y reconsidera esa decisión de cortarlos, ¿sí?

Miró hacia abajo y como una tonta caí en su juego de hacerlo también. 

—Solo por curiosidad, ¿no te cansas de hacer el ridículo cada cinco segundos? De verdad que a veces me cuestiono la paciencia que tengo contigo. No veo el día en que esa boquita tan chula esté haciéndome una felación y deje de decir tanta tontería. 

Quería responderle, pero un hombre nos interrumpió.

—Siento mucho interrumpir, pero ya han subido el último cajón, señor.

—¿Qué último cajón? — me aparté de Kiran. 

—Para lo que venimos. 

—¿Y por qué demonios no me despertaste? 

—¿Iba a hacer alguna diferencia que estuvieras presente durante el hallazgo? No. Además, si te hubiera despertado, probablemente te hubieses tirado por la ventana para no verme la cara. 

Lo acompañé hacia donde colocaron las cajas negras. Eran muchas; pequeñas, medianas y grandes. 

—¿Qué contienen esas cajas? 

—Armas de fuego, municiones y explosivos — Kiran abrió una caja, enseñándome la cantidad de armas que habían dentro.  

—Estaban bien protegidas en esas cajas. Mira, están intactas.  

—Sí. 

—¿Y cómo supiste lo que tenían? 

—Ya les había dado una ojeada. 

—¿Y qué se puede hacer con ellas? 

—Dijiste que te harías cargo del negocio. Esto es parte de ello. ¿O es que acaso te echaste para atrás? 

—No. Es solo que no sé qué tengo que hacer. 

—Pasar más tiempo conmigo. ¿No es increíble? Tío y sobrina, duro contra el muro— carraspeó—. Juntos contra el mundo. 

—Ahora digo yo, ¿no te cansas de solo hacer insinuaciones sexuales todo el día?

—No. No me canso. ¿Por qué? 

Suspiré, quedándome sin energías de continuar discutiendo con él. Es estresante que responda todo lo que le digo. 

—Quiero comer. Tengo mucha hambre. Mejor discute solo. 

—Oye, meona— me detuve al escuchar la forma en que me llamó—. ¿Por qué no sales conmigo? Siento que ese sería un buen plan para acabar con nuestras diferencias, así de paso, acercarnos más y aprender a convivir en paz y armonía. 

¿Qué demonios está diciendo este tipo?

—He conocido todo de ti. Te he visto; enojada, feliz, indiferente, triste, caliente, enferma y hasta meada— miró a quienes estaban alrededor, mientras me sujetó la mano de repente—. Anoche, por si no lo sabían, esta muñequita preciosa se me confesó; hasta marcó territorio como una buena hembra hace. Pero hoy está evadiendo responsabilidades. Si nos dejamos llevar por las reglas de antaño; esta chiquita se atrevió a tocar mi cuerpo sin mi consentimiento y me vio desnudo antes del matrimonio, lo menos que puede hacer es hacerse cargo de este cuerpecito. ¿Me equivoco? 

—¿Qué pendejadas estás diciendo, Kiran?

—Las cosas como son, princesa. Si disfrutaste viéndome y manoseando mi cuerpo desnudo, entonces te toca asumir la responsabilidad y hacerte cargo de mí. Eso es lo que haría una persona decente, responsable, de palabra y una mujer de verdad— sonrió malicioso y rechiné los dientes.

¿Este tipo ha enloquecido? Lo peor de todo es que, como era de esperarse, todos ellos se fueron de su parte. 

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora