XXX. Sorpréndeme

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—Muy bien. Me haré cargo, pues por lo visto delante de ellos te gusta comportarte como una inofensiva palomita.

—Ya la escucharon. Ahora no puedes retractarte. 

Estoy consciente de que haber tomado esa decisión traerá sus consecuencias, pero sé también que no se va a rendir fácilmente y lo menos que iba a esperar de mi parte es que asumiera la supuesta responsabilidad tan rápido. La verdad es que ni yo misma lo esperaba. Tendré que de alguna manera u otra tenerlo de mi parte, hasta que él mismo se arrepienta de haberme pedido semejante tontería. 

Después de desayunar en compañía de ese idiota, decidí darme un chapuzón en la piscina de agua salada. Kiran se quedó sentado en una silla no tan distante de la piscina mientras ojeaba una revista de mujeres en traje de baño; lo supe por la portada.

—¿Disfrutas más ojeando una revista que matando este insoportable calor? Me temo que estás entrando en edad ya. 

—Si quieres que entre contigo porque deseas tenerme cerca, solo debes pedirlo, muñeca. 

—Es aburrido estar aquí. ¿Aún falta mucho por regresar? 

Abrió una página, dejando caer la otra mitad y me mostró a una mujer totalmente desnuda en cuatro patas. 

—Te verías increíble en esta posición. 

—¿Viendo porno a plena luz del día? Definitivamente tienes mal la cabeza. 

—¿Y hay horario para alimentar la vista o qué? 

—Eres un cerdo. 

Cerró la revista, arrojándola sobre la mesa. 

—No te pongas celosa. Estos ojitos solo pueden imaginarte a ti en cada una de esas posiciones. 

Se quitó la camisa y el pantalón, quedándose únicamente en bóxer y se tiró de cabeza a la piscina. No creí que realmente entraría, pues no se veía de buen ánimo para hacerlo. Peinó su cabello hacia atrás, antes de nadar hacia la esquina que me encontraba. No sé qué edad tiene, de hecho, no sé nada de él, pero sin ropa no se ve tan mal.

—Eres un exhibisionista. ¿A quién intentas impresionar? 

—A la misma que no dejaba de verme en pelotas en la ducha y estuvo como dos horas diciendo: Ay, ¡Dios mío!

—Eso yo no lo recuerdo.  

—Que no lo recuerdes no significa que no pasó. 

—Estaba ebria, era evidente que me sorprendería con cualquier cosa. 

—Las excusas solo favorecen a quien las da. No discutiré contigo sobre eso. Ahora bien, veamos. ¿Qué hacen los novios? 

—Tu y yo no somos novios. 

—Dijiste que te harías cargo de mí, ahora no quieras evadir responsabilidades o retractarte. 

—Nunca dije de qué manera iba a hacerme cargo de ti. 

—Puedo darte algunas sugerencias. Digo, si es que te hacen falta ideas. 

—Como disfrutas burlándote de mí. 

—¿Qué te puedo decir? Me calienta que te enojes. 

—Realmente no te entiendo, por más que lo trato.

—No necesito que me entiendas. 

—Antes querías salir de mí a toda costa, ahora no haces nada más que humillarme, provocarme y seguirme a todas partes. ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Solo cogerme? Cuando lo hagas, ¿qué harás? ¿Vas a desaparecer por fin de mi vida? Dime, ¿todo esto lo haces para darte golpes en el pecho y alardear de que al fin pudiste cogerte a la niña tonta que tanto te ha costado enderezar? 

—Son muchas preguntas, pero supongo que las puedo responder todas con un sí — respondió indiferente. 

—Perfecto. Entonces no hay nada más que decir. 

—¿No era eso lo que esperabas que respondiera? ¿Qué pasaría si ese no es el caso, si realmente no es eso lo que pienso y quiero, y es algo totalmente diferente a lo que esperas o piensas de mí? ¿Qué pasaría si la respuesta que tengo para darte es un «no quiero responder», y no el «sí o no» que esperas? ¿Lo aceptarías y dejarías de preguntar tantas tonterías, y enfocarte y disfrutar de lo que los dos tenemos? 

—Tu y yo no tenemos nada. Ni siquiera un vínculo sanguíneo. 

—¿No tenemos nada? ¿Quién lo diría? Lo dice la misma boquita que se derritió con mis besos el otro día. Aunque te quieras seguir engañando a ti misma, los dos sabemos que te mueres por mí. Si ese no fuera el caso, ya me hubieras desmentido y no estuvieras esperando a que termine de decirlo. Es más, ya estarías intentando huir como la cobarde que siempre has sido, pero no, ahí estás, mirándome y esperando a que haga la siguiente movida porque no tienes los ovarios bien puestos como para tomar la iniciativa y romper el hielo. 

Sé muy bien que me estaba retando, aun consciente de eso, me cegué por su provocación y terminé haciendo justo lo que él quería. Crucé mis brazos alrededor de su cuello, sintiendo que mi rostro se caería de la vergüenza por tenerlo tan cerca. Su mirada me pone nerviosa. Especialmente por no descifrar lo que piensa. No me gusta la taquicardia que se hace presente cuando lo tengo así de cerca.

—¿Aún sigo sin tenerlos? — planté un pequeño beso en sus labios y vi cómo se ensanchó una media sonrisa en ellos—. Y sí. Admito que besar se te da muy bien, pero todo tu encanto lo pierdes cuando abres la boca. 

—¿Se puede llamar beso a eso que me diste? Creo que besar a tu exnovio era como besar a una pared, a una almohada o a un oso de peluche. No te culpo. Es normal que suceda cuando un hombre no te mueve, no te provoca o no te gusta. Besar por costumbre y no por ganas, llega un momento donde se torna aburrido. Por cierto, se me para más cuando muerdes tus labios que cuando me besas así. Me gustan los besos con más pasión y sentimiento. Nada mejor que un beso sorpresa, mojado, con mucha lengua y sobre todo, un buen apretón de nalgas— despeinó mi cabello —. Ha sido un buen intento, chiquita, pero ten en cuenta esos detalles para la próxima. No lo sé, sorpréndeme. 

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora