XLVIII. Así cómo soy

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—¿Hablas de esto? — recosté mi cabeza en su erección y lo miré de reojo—. ¿Por qué me miras así? Déjame adivinar, ¿estás esperando que haga esto? — froté mi mejilla en su erección, sintiendo lo duro, palpitante y caliente que estaba por encima del pantalón. 

Deseo con todas mis fuerzas hacerlo sufrir, por haber sido tan malo conmigo y por dejarme como si nada. A la misma vez, quisiera tenerlo entre mis piernas de nuevo. 

Lo mordí ligeramente y su mano se aferró a mi cabello. En su rostro se reflejaba lo excitado que estaba. Mordía su labio inferior, haciendo un gesto muy seductor. Es muy masoquista. No puedo creer que le guste ese tipo de cosas. 

—Pues cómo ves que tendrás que quedarte con las ganas. Este será mi desquite por haberme dejado sola sin ninguna explicación — me acomodé en el asiento, sintiendo ese escalofrío recorrer mi cuerpo. 

Sufro más yo, que él. Probablemente donde estaba tuvo la oportunidad de bajar la tensión con alguna de esas prepagos. En sus labios se dibujó una sonrisa maliciosa.

—¿Tanto me extrañaste? 

—No — negué con la cabeza. 

—Mariana me dijo otra cosa. 

—Maldita vieja lengua larga. No se puede confiar en nadie. 

—¿Qué te cuesta admitir que me extrañaste? Pensé que ese orgullo había desaparecido, pero me equivoqué. 

—No sigas dándole vueltas al asunto y dime, ¿dónde estabas? 

—Resolviendo unos inconvenientes. 

—¿Qué tipo de inconvenientes? 

—Oh, qué linda. Mi muñequita meona está interesada en averiguar sobre mis asuntos privados. 

—En pocas palabras, ¿no piensas decirme nada? Debe haber sido algo muy importante como para que hayas salido como alma que lleva el diablo y no hayas regresado en varios días. 

—Estaba ajustando unas cuentas pendientes. Ya sabes, el mismo método que utilizo con todos. Nada nuevo. 

—Veo que las cosas entre los dos siempre serán así; llena de misterios y secretos. No sé ni para qué fuiste a buscarme al centro comercial o por qué me trajiste aquí. Soy tan tonta que esperaba mínimo una disculpa, o tan solo una explicación, pero por lo visto, jamás confiaras lo suficientemente en mí como para hacerlo. Llévame a la casa, por favor. 

Su mano se aferró a mis mejillas, obligándome a mirarlo. 

—Es tu culpa. Si renunciaras a ser tan empática, tan humana y a sentir lástima hacia las personas que no conoces o no lo merecen, tal vez podría ser más abierto contigo, pero sé que al final, solo cuestionaras y criticaras todo lo que hago, porque para ti todo lo que hago está mal. Dime, ¿para qué voy a mezclarte en mis negocios o a contarte sobre mi vida? ¿Para que lo uses en mi contra cuando vayas a reclamarme algo? ¿Para escuchar de ti que soy un monstruo sin escrúpulos que no hace nada más que matar a medio mundo? Muñeca, no necesito de alguien que me juzgue o me reclame las cosas, necesito a alguien que sea capaz de aceptarme como soy y esté dispuesto a permanecer a mi lado contra viento y marea. Si no es eso lo que puedes ofrecerme, entonces lo mejor será mantener las cosas como hasta ahora. Por más que me gustes, quiero que tengas presente que no pienso cambiar ni por ti, ni por nadie. Me gusta ser este monstruo; y así viviré por lo que me quede de vida. Lo tomas o lo dejas. Tú decides, mi niña — besó mi mentón, observando y merodeando detenidamente mis labios. 

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora