XXXIX. Rienda suelta

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Esta vez no le dije nada, al menos no en ese momento, aunque por dentro tenía muchas dudas y curiosidad. 

Desayunamos en silencio y luego regresamos a la habitación. Según nos acostamos, mi cuerpo se vio apresado por sus brazos y al quedar frente a frente a él, nos quedamos viendo. 

—¿Siempre fue así? — le cuestioné.

—¿De qué hablamos?

—¿Nunca has sentido cargo de conciencia por las cosas que haces? 

—No hay que sentir ningún cargo de conciencia. Si no es la cabeza de ellos la que rueda, será la mía, por lo que se debe tomar acción de inmediato. Además, entre menos personas estén involucradas, mucho mejor. Mi consejo es que no sientas lástima por los demás, te aseguro que ellos jamás la sentirán por ti si tuvieran que elegir entre su cabeza o la tuya. Por eso hay que aprender a pensar primero en uno mismo — acarició mi mejilla y cerré los ojos involuntariamente debido a la suavidad de sus manos—. ¿Cuando regresemos vendrás a vivir conmigo?

—No sé qué voy a hacer. 

—Primero que todo, decirle la verdad a ese muchachito. Decirle que estás conmigo y que quieres romper los lazos con él. 

—Yo no quiero lastimarlo. 

—Tu felicidad estará siempre por encima del sufrimiento de otros. Lamentablemente él debe entender y respetar la decisión que tomes. Digo, si te ama como dice, debe aceptarlo. Peor sería que sigas extendiendo esto y mintiéndole. Estamos juntos en este barco, muñequita. No pienso dejarte sola. Podemos ir a enfrentarlo los dos. 

—No. Ya te conozco y solo vas a empeorar las cosas. Lo haré yo. Me sentaré a hablar con él.

—¿Significa que ya me has aceptado? Ni siquiera me desmentiste cuando dije que estabas conmigo. 

—Yo… no sé lo que siento. Te odio, porque mira que lo hago y mucho, pero mi cabeza está hecha un lío ahora. 

—¿Necesitas otra sacudida?

—Tonto.

—Toma tu tiempo. Solo espero que tomes la decisión correcta y dejes a ese muchacho de una vez y por todas. No pienso compartirte con él. 

—¿Estás celoso? ¿Así que sí puedes sentir algo? — me bufé. 

—Puedo sentir muchas cosas — fundió sus labios con los míos, debilitándome por completo.

Todavía mi cuerpo está muy sensible. No puedo y no quiero luchar más. 

—Te ves muy cansada.

—Quedémonos despiertos un poco más — le sugerí. 

—¿Solo un poco? — sonrió con picardía, mordiendo su labio inferior. 

—Sí. Solo un poco. 

Nuestro viaje de regreso se me hizo corto, pues estuvimos prácticamente en la cama casi todo el tiempo. Hemos estado como conejos y la verdad es que no tengo quejas. Las marcas no han desaparecido, por eso tuve que ponerme ropa que pudiera cubrirme. Era el momento de enfrentar a Max y de paso recoger mis cosas. El chófer de Kiran fue quien me trajo, pues no quería que Kiran estuviera presente. Sé como es y solo empeoraría las cosas. Es difícil esta situación. Quisiera evitarle este dolor y decepción a Max. Me siento la peor persona del mundo. En aquel momento que todo eso sucedió con Kiran, ni siquiera él apareció en mi mente. La culpa ha recaído más ahora sobre mí. 

Tuve la oportunidad de recoger todas mis cosas, ya que él no estaba en el apartamento. Poniendo lo demás en su sitio, noté que había una camisa suya doblada en una esquina del armario. Me pareció muy extraño, pues nunca había visto eso ahí. Por lo regular, todas sus camisas están enganchadas. La tomé en mis manos y sentí que había algo pesado dentro. Por la forma de lo que estaba palpando tuve la corazonada de que era un arma, pero quería pensar hasta el último momento que estaba equivocada. La destapé y me topé justamente con lo que no quería encontrar; con un revólver largo. Las balas estaban regadas y entre todas ellas alcancé a ver un anillo que lucía bastante costoso por el diamante redondo de color esmeralda que traía. Es como si tuviera luz propia. Aunque el anillo parecía ser de hombre, no de mujer. ¿De qué se trata todo esto? ¿Por qué Max tiene esto aquí? ¿De dónde sacó esa arma?

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora