XXXVI. Entre la vida y la muerte (+18)

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—Ya no encuentras ni de qué más culparme, pequeña.

—De verdad que eres un idiota o es que simplemente te haces para burlarte de mí. 

—Hablemos en mi habitación. ¿Te parece?

—No iré a tu habitación.

—¿Tienes miedo?

—Ya te conozco. 

—Pensé que cuando dijiste “me rindo”, es porque habías aceptado de una vez lo que sientes, pero veo que me equivoqué. No sé por qué soy tan imbécil de creer que algún día vencerás el orgullo y serás capaz de callarme la boca. No quiero decirlo, pero me temo que eres un caso perdido, muñequita. Descansa — la dejé con la palabra en la boca, y fui camino a mi habitación.

Estoy actuando como un idiota. ¿Por qué demonios estoy cayendo tan bajo? Pareciera que estoy ardido y hasta celoso de una relación de un par de adolescentes que jamás tendrá futuro. ¿Desde cuándo me he vuelto tan inmaduro? Me temo que estoy copiando las mismas cosas que tanto critico de ella.

Traté de desestresarme quedándome debajo del agua. La noche había ido bien. Me había hecho grandes expectativas. Creí que las cosas funcionarían, pero por lo visto, ella no piensa dar su brazo a torcer. No entiendo qué le ve a ese muchacho. Es inmaduro, de atractivo no tiene nada, de estatura es mucho más bajito que ella, porte tampoco tiene, dinero mucho menos, su forma de ser con ella no creo que sea suficiente como para mantener su interés. ¿Será que me equivoqué y tal vez sí se le da bien el sexo? Maldita sea, ¿en qué demonios estoy pensando? Necesito buscar la forma de desconectarme por completo de esa niña o me volverá loco.

Me senté en el borde de la cama en toalla, pensando en mi próxima movida, cuando escuché un leve toque en la puerta. Con los truenos y relámpagos que están haciendo afuera, no dudo que sea esa mocosa. Bueno, pensándolo bien, no lo creo. Su orgullo jamás va a permitir algo así.

Abrí la puerta, esperando encontrarme con cualquier persona, excepto ella, pero esta vez debo admitir que me equivoqué. En efecto, era ella quien estaba detenida en el pasillo. Su perfume fue lo primero que me atacó. En una fracción de segundos recorrí su cuerpo en esa bata azul cielo que traía puesta. Le quedaba corta, se podían ver sus anchos muslos. También le quedaba un poco ajustada en el área del busto. Ladee la cabeza para verla mejor, hubiera deseado ver por debajo todo lo que había oculto. Pensé que estaba soñando, que las ganas de tenerla eran tantas que todo esto lo estaba imaginando. Era la primera vez que me quedaba sin palabras delante de ella, pero se levantó la antena digital instantáneamente.

—¿Todavía está vigente la propuesta? — desvió la mirada.

—Olvídate de la propuesta de dormir. Tú de este cuarto no sales ni en una pieza — la metí conmigo en la habitación y cerré la puerta con seguro—. ¿Quién carajos duerme con una mujer que está calientita y deseando incubar mis huevos?

—Eres un pervertido de la peor clase.

—Ahora ni se te ocurra hacerte la santita como que la cosa no es contigo. Ya esta es la última gota que derramó el vaso, meona. Esta vez no te vas a escapar, ni mucho menos vas a dejarme con dolor de bolas. Sé lo tuyo, sé bien para que viniste y pienso darte lo que quieres, así que ven para acá — atraje su cuerpo hacia el mío por su trasero, robando a su vez sus labios y cualquier palabra o excusa que pudiera dar.

No estaba dispuesto a oír nada que pudiera arruinar de nuevo el momento. Aunque, a decir verdad, esta vez no noté que fuera a rechazarme del todo. Hasta pareciera que estaba esperando esto. Era evidente, pero sé que ella jamás lo va a admitir.

Arrojé su cuerpo a la cama, admirando su auténtica belleza. Mis labios se vieron tentados por su piel fresca. La suavidad me atrapó por completo. Su cuerpo es mucho más honesto que su boca. La reacción de mis caricias y besos, se hacía más notable en sus pezones endurecidos. Mi boca arropó sus pezones a través de la fina tela de su bata y observé cómo mordió su mano, intentando silenciar sus gemidos. Veamos hasta cuándo podrá soportarlo.

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora