III. Insolencia

4.7K 333 24
                                    

Llegamos a la casa y quise darme prisa para entrar, pero ese idiota venía detrás de mí.

—Ya fue suficiente de corazones, mariposas y cuentos de hadas, ahora ve a tu cuarto.

—¡A mí nadie me da órdenes y menos un cretino como tú! Eres lo peor. Pero esto no se va a quedar así, te lo juro. No pienso esperar once meses viviendo bajo el mismo techo que tú.

Suspiró, llevando la mano a su frente.

—Deberías ser más exigente cuando de elegir a un hombre se trata. No cualquier chico que conozcas, tiene los pies puestos sobre la tierra. Un verdadero hombre debe saber sacrificarse por la mujer que quiere. Bueno, en primer lugar, un hombre de verdad, no saca de la casa a una jovencita, vendiéndole sueños y haciendo promesas que no podrá cumplir. Dime, ¿qué te puede ofrecer ese muchacho? Un matrimonio es una responsabilidad muy grande, de la que ni tú ni él están preparados para asumir. Apenas estás comenzando a vivir. Se supone que tus aspiraciones sean estudiar, ser alguien en la vida, independizarte, conseguir lo tuyo con esfuerzo y esmero. ¿O acaso piensas convertirte en un ama de casa toda la vida, echando por la borda un futuro prometedor, una buena carrera, una buena vida, solo por tomar una mala decisión?

—No necesito de tus consejos, inútil — quise darle un empujón, pero mis manos se vieron apresadas por las suyas.

—Salvaje, a ese tipo ni lo quieres. Seamos totalmente honestos, ya que nos estamos tirando los trapos sucios; si estás con ese tipo es porque estás buscando la forma de alejarte de mí, pero adivina qué… a la larga quien se verá afectada serás tú. Quién sabe si termines embarazada a tan corta edad; e imagínate, una niña cuidando de otra.

—¡Cállate! No me interesa oírte. ¡Suéltame!

—Chiquita, piénsalo bien. ¿Valgo tanto para ti, como para que te desgracies la vida por mí, en el afán de convertirte en adulta? ¿No me estás dando demasiada importancia?

Odio tener que darle la razón a este imbécil. Pero no me importa. Haré lo que esté en mis manos para largarme de esta maldita casa.

—¡Suéltame!

—Haces una expresión muy fea cuando te enojas.

—Mira quién habla de fealdad; el famoso ogro con falta de atención.

—Aún no has conocido mi lado de ogro, te lo aseguro, pero si sigues como vas, lo harás y créeme, no te va a agradar en lo absoluto. Mejor no he podido tratarte, luego de todo las cosas malas que haces. Pero el día que me harte de tu comportamiento, pienso tomar medidas extremas.

—¿Qué tipo de medidas? ¿Me vas a encerrar, amarrar o golpear, solo por no hacer lo que dices? No puedes hacer nada de eso y lo sabes.

—¿Según quién? Una nalgada a tiempo puede cambiar muchas cosas. Me temo que tus padres fueron demasiado buenos contigo, pero tenlo presente, yo no soy como ellos. No creas que estoy contento de cuidar de una mocosa, testaruda, con las hormonas revueltas y malcriada.

—Pues seré tu peor pesadilla, porque no pienso dar mi brazo a torcer, hasta que logre irme de esta casa y no volverte a ver.

Mis labios se vieron tomados a la fuerza por ese desgraciado. No tuve tiempo de reaccionar o evadirlo, pues fue algo que no esperaba. Fueron solo unos cortos segundos, pero me robó el aliento e incluso las palabras. Su mordida en mi labio inferior antes de apartarse fue lo que me dejó en blanco y estupefacta. Max jamás me había hecho algo así y se sintió raro. ¿Cómo pudo atreverse a hacer tal cosa?

—Yo tampoco pienso dar mi brazo a torcer cuando se trata de enseñarle a una niña insolente y desobediente cómo debe comportarse, y que cuando los adultos hablan, los niños callan. Te piensas callar ahora, ¿o todavía tienes algo más que decir?

—¿Cómo pudiste? Eres un enfermo — todavía no podía salir del asombro y la sorpresa.

—Puedo hacer cosas peores, así que piensa bien antes de seguir contestándome. Vete a tu habitación — salió de la casa, sin decir nada más.

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora