XLV. Adrenalina

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—¡Eres un estúpido! ¿Cuándo dejarás de mencionar eso?

—Nunca. Hasta sueño cada vez con eso. 

—¡Idiota! 

—¿A dónde pensabas ir? 

—A cualquier lugar que no sea estar aquí. 

—¿Te gustaría ir a cazar conmigo? Es un buen día para practicar la puntería. 

Lo miré disgustada e irritada. 

—Todas nuestras salidas siempre tienen que estar relacionadas a entrenamiento, a cazar, a matar. ¿En eso es todo lo que piensas? ¿No podemos hacer algo distinto? ¿Algo normal? De verdad, olvídalo. No quiero salir contigo. Eres aburrido. 

—¿Y qué lugar propones? 

Tuve una lluvia de ideas y sonreí. 

—Esta vez yo manejo. 

Hace mucho tiempo no visito un spa. Es el mejor lugar cuando de relajación se trata. Mi mamá me traía con ella muchas veces y disfrutaba mucho de su compañía y de los temas que hablábamos. Fueron los mejores tiempos de mi vida y no lo supe hasta ahora que me ha tocado enfrentarme a la cruda realidad de que ya no está. 

Kiran no se veía muy cómodo que digamos, y mentiría si no admito que me surgieron muchas ideas de cobrarle todas las que me ha hecho. 

Nos iban a atender en la misma habitación juntos, por eso los dos nos quitamos la ropa, quedándonos solo en ropa interior y poniéndonos cómodos en la camilla y tapándonos con la toalla de cintura para abajo. 

—¿Se encuentra Josean? — pregunté por el masajista que solía atender a mi madre y a mí antes, y ella asintió con la cabeza. 

Josean no es tan joven, pero tiene unas manos y técnicas increíbles. Quería darle por la cabeza a Kiran, pero él parecía muy entretenido hablando y sonriendo con la masajista que lo estaba atendiendo. Es un maldito mujeriego. 

—Debes relajarte y desconectarte, tesoro — me dijo Josean, y golpeé mi frente contra la camilla. 

—Estoy relajada. 

Es como un imán para las mujeres. Luego dice que él es mío, y míralo, ahí está sonriéndole a otra. Es un mentiroso. 

Es totalmente normal que una mujer se sienta atraída fácilmente hacia él. Se comporta como alguien dulce con todas las mujeres, en cambio conmigo siempre ha sido burlón. No puedo tomar sus palabras en serio mientras actúe de esa manera con todas. Tal vez Max no se equivocó, y después de todo, ahora que consiguió lo que quería de mí, me va a descartar por completo. Al final, nosotros somos muy diferentes. Incluso él es mucho mayor que yo. Debe atraerle más una mujer de su edad, inteligente y hermosa; no alguien como yo.

Dejé de sentir sus manos y hubo un incómodo e inquietante silencio. Cuando planeaba levantar la cabeza, sentí que una sola mano descansó en mi espalda baja y supe inmediatamente que no era la de Josean. Me volteé para ver qué estaba sucediendo y quién era, y pude ver a Kiran al lado de mi camilla, señalando a Josean y a esa mujer con una navaja. Ellos estaban tratando de mantener la calma, pero en sus expresiones se notaba que estaban aterrorizados. Me senté en la camilla, cubriéndome rápidamente con la toalla. 

—¿Qué haces? ¿Estás loco? Llamarán a la policía. 

—Este cabrón debería agradecerme que todavía tiene manos para seguir ejerciendo su profesión. 

Una parte de mí tenía temor por las consecuencias que podría traer consigo esta acción, pero la otra, muy internamente, se sentía aliviada y hasta me atrevería a decir que feliz de ver una expresión tan profunda en su rostro. 

Viéndome en esa compleja situación, agarré nuestra ropa y mi bolso, luego le agarré el brazo a Kiran para salir corriendo como dos locos. Verdaderamente no creí que me siguiera la corriente y viniera conmigo. No sé por qué, a pesar de todo lo malo, me pareció divertida la situación. Las personas que nos vieron correr semidesnudos se nos quedaron viendo, estoy segura que debían estar pensando que estábamos locos, pero la verdad es que no me importaba. Según salimos del local, nos dirigimos a toda prisa al auto y esta vez le pasé las llaves a él. Manejó como todo un demente por la carretera. Jamás algo me había ocasionado tanta risa. Pero más que eso, lo más que atrajo mi atención era el haberlo visto riendo también. La adrenalina estaba a tope. Nada a mi alrededor tenía importancia, al menos no había algo que pudiera captar mi atención más que no fueran sus labios. El previo sabor amargo de la preocupación, de la duda y los celos, se desvaneció por completo en el momento que la suavidad y la dulzura de sus labios me envolvieron. He confirmado de nuevo lo que era para mí casi evidente, pero quise negar; y es que no puedo evitar enamorarme de él cada vez que lo veo sonreír. 

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora