XLIV. La única

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Desperté al medio día, sintiéndome hecha un desastre. He vuelto a caer en la tentación. Ese hombre es un animal. En su momento no me sentí mal en lo absoluto, pero hoy vienen los lamentos. Me duele la espalda, la cintura y las piernas. Cualquiera diría que solamente me quiere para esto, pues ni siquiera despertó en la cama conmigo. En primer lugar, no sé qué espero de ese tipo. Los hombres como él, solo saben endulzar el oído. No sé por qué me ilusioné con esas palabras que me dijo ayer.

—Me da gusto que haya regresado, señorita — me dijo Mariana tan pronto me vio. 

—No sé si pueda decir lo mismo. ¿Y Kiran? 

—Salió muy temprano en la mañana, pero aún no regresa. 

¿Qué estará haciendo? ¿Acaso estará con otra mujer? 

—¿A dónde?

—No lo sé. 

—¿A qué se dedica Kiran? — indague. 

—No conozco esos detalles, señorita. 

¿En qué demonios estará metido ese tipo? Tanto misterio no me agrada. 

Kiran

Observé a las dos chicas a través del espejo mientras relataban los hechos al agente Rodríguez. Will y Bianca se encontraban conmigo. 

—Nosotras no somos de este país. Ni siquiera hablamos bien el inglés. Esas personas a base de engaños nos trajeron aquí. Vinimos en un grupo de doce mujeres y catorce hombres. Solo nosotras pudimos escapar de ese infierno. Tienen que ayudar a los demás. Tienen que encontrarlos antes de que los maten. 

—¿Por qué los matarían? ¿Quiénes son esas personas? 

—Hay muchas personas involucradas, pero la única que podemos describir a la perfección es a esa mujer que dice llamarse Bianca. Ella fue quien nos trajo aquí. Según pusimos un pie en este país, nos encerraron como si fuéramos animales. Al que eligen no regresa más. 

—¿Qué es lo que hacen esas personas?

—No lo sabemos, pero aparte del grupo que vino con nosotros, también habían niños. 

—¿Cómo era el lugar a donde los llevaron? 

—Parecía una clínica, pero había muchas jaulas. No perdamos más tiempo, oficial. Podemos llevarlo a ese lugar. Deben hacer algo pronto. 

—¡Malditas perras! — refunfuñó Bianca.

—Más perras que tú, imposible. ¿Qué demonios te he dicho, Bianca? Te advertí que esto podía pasar en cualquier momento con esa única forma tuya de hacer las cosas. Te lo recalco, por si lo has olvidado; si hay una cabeza que va a rodar, jamás será la mía. Primero te llevo a ti o a quien sea por delante. Vuelve a suceder esto, y no correrás con la misma suerte. 

El agt. Rodríguez entró al cuarto y Bianca retrocedió. 

—Has hecho un buen trabajo, Rodríguez. Me agrada rodearme de personas como tú; tan serio, astuto, confiable y honrado— reí, descansando mi mano en su hombro—. Según llegues a la casita de tu mamá, ahí te estará esperando un buen regalito. Quien me ayuda, siempre será bien premiado— miré a Will—. Y tú, Will. Encárgate de esas perras inmediatamente— me aparté, mirando a Bianca por última vez—. El que no oye consejos no llega a viejo. 

Esme

Pensé esperarlo para enfrentarlo, pero la realidad es que me sentía muy aburrida encerrada en esas cuatro paredes, por lo que me cambié de ropa con intenciones de salir a dar una vuelta, pero por desgracia, me topé con él justamente en la puerta.

—¿Ibas a alguna parte sin mí? — se cruzó en medio.

—Quiero mi espacio. 

—Ahí fuera las cosas no están buenas como para andar sola. 

—¿Es esa la excusa para mantenerme aquí encerrada? 

—No te he dicho que te mantengas aquí encerrada, solo que debes salir con la debida precaución. 

—Tengo el arma en el bolso. Con eso es suficiente. 

—¿Te sucede algo? Me parece que has comenzado de nuevo con tus actitudes. Anoche estabas comportándote totalmente distinto. Hoy estás evadiéndome, cuando ayer me tenías apresado entre tus piernas y no me dejabas salir de ti.  

Por más que trato, sus palabras siempre me causan vergüenza. 

—¿No se supone que sea yo quien te esté reclamando por haber despertado sola? Dime la verdad, Kiran. ¿Qué es lo que quieres conmigo? ¿Acaso solo soy un juguete para descargar tus ganas? Lamento decirte que yo no soy como esas mujeres con las que sueles acostarte. 

—Me consta, muñequita — rio. 

—Contigo no se puede hablar. 

—¿Qué es lo que quieres en sí que te diga? O mejor dicho, ¿qué es lo que tú estás esperando de mí? Digo, para no decepcionarte con la respuesta. Déjame adivinar, ¿quieres que te lleve a Las Vegas y nos casemos? O, tal vez, ¿jugar a la mamá y al papá, o a la familia feliz?

—Eres un idiota sin cerebro. 

—Me estás pidiendo demasiado. Trato de entender qué es lo que tanto esperas de mí, pero no puedo descifrarlo, preciosa. 

—Joder, ¡quiero ser la única! — exploté, sin siquiera saber qué demonios estaba diciendo. 

—¿La única qué? Espera un momento, ahora estoy entiendo más o menos cómo va la cosa. ¿Acaso estás pensando que estaba con otra mujer? Claro, estás celosa. 

—¿Qué? Yo… no, no estoy celosa. ¿Qué tonterías dices? 

—No quiero a nadie más, ya eres la única mujer para mí; y así será hasta que alguno de los dos muera — sonrió. 

—Eres tan trágico. No tienes ni una pizca de romántico. 

—Soy realista, mi princesa. Y bueno, en eso debo darte la razón, eso del romanticismo no es lo mío, pero me estoy esforzando, aunque no lo veas. 

—No sé qué demonios le veo a un hombre como tú. Debo estar loca para estar sintiendo estas cosas por ti. Eres prepotente, pervertido, mentiroso, misterioso y no haces más que burlarte de mí, entre un sinnúmero de cosas más que si me pongo a mencionarlas no termino nunca.

—Pero soy solo tuyo. Apuesto que eso no te lo esperabas, meona — sonrió malicioso.

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora