VI. Descubierta

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—Santo Cristo, iluminame

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—Santo Cristo, iluminame. Resetea eso de mi mente. No vi nada, mis ojos no vieron nada, juro que cerré los ojos.

—Esme, ¿estás consciente de que te escucho? Me estás preocupando. ¿Realmente estás bien? ¿Qué es lo que necesitas borrar de tu mente? ¿Qué fue lo que viste?

—Los vecinos estaban haciendo cosas raras en su patio — mentí.

—¿Cosas raras?

—Sí. Muy sucias. Quiero decir, raras.

—Te escuchas muy afectada. ¿Por qué estás tan fatigada y nerviosa por eso? ¿Te vieron?

—No, por supuesto que no. Olvidemos lo que pasó. Bueno, no pasó nada — respiré hondo, antes de levantar de nuevo la tableta—. ¿Ves? Ya estoy mucho mejor.

—No entiendo por qué te has puesto así por algo tan normal como lo es el sexo. ¿Cuántas veces no hemos hecho lo mismo?

—No es lo mismo.

—¿Por qué no es lo mismo?

—No quiero hablar más del tema.

—¿Nadie más en tu casa ha oído esos gemidos? Como es tu tío, es un milagro que no haya salido a espantarles el polvo. Si yo lo escucho claramente en la llamada, imagino que ahí debe oírse más agudo. Qué falta de consideración.

—Lo dices y no lo sabes.

—Oye, Esme, hace varias semanas que no…

—Te dije que no quiero hablar de eso.

—Lo siento. Es solo que me haces mucha falta.

—Y tú también a mí, pero con todo lo que ha estado pasando recientemente, no tengo cabeza para nada de eso.

—Lo siento, no volveré a traer el tema. ¿Vas a dormir ahora?

—Sí. Estoy muy agotada y necesito irme a la cama. Mañana nos vemos.

—Descansa. Te amo.

—Y yo a ti — colgué la llamada, soltando un fuerte suspiro.

Ese hombre está loco. Sabía que era un enfermo, pero no que tanto. ¿Realmente una mujer no le es suficiente? Al parecer la fiesta no planea acabarse nunca. Ni siquiera me serví el vaso de agua, solo subí de vuelta a mi habitación y, aunque no se escuchaba hasta acá, me puse almohada en la cara. Eso no es de Dios. Ni siquiera en una película había visto tal cosa. Siento que mi cabeza y mi cara va a explotar de vergüenza. Tuve tanta suerte de no haber sido descubierta por ese tipo.

A la mañana siguiente me desperté de mal humor. Otra noche desvelada por ese pervertido. Esas mujeres abandonaron la casa a las tres de la mañana. Lo poco que dormí, era soñando cosas raras. Hasta en los sueños aparece ese maldito degenerado. Y luego dice que soy peor que una patada en los testículos, porque no sabe lo inflamada que me tiene la…

Tocaron la puerta, interrumpiendo mis conflictos internos y me encontré cara a cara con él. Es la primera vez que viene a mi habitación antes de que baje. Gracias a Dios ya tenía el uniforme, o de lo contrario, me hubiera visto en pijama.

—¿Se te perdió algo? — lo enfrenté.

—¿Qué hay con esa cara de bulldog?

—Maldito asqueroso y desconsiderado.

—¿A ti qué te sucede? ¿Te levantaste del lado contrario?

—¿Qué es lo que quieres?

—¿Has visto la hora? Llegarás tarde a la escuela.

—¿Y eso qué te importa?

—Para ser honesto, no me importa. El problema es que si llegas tarde a quien llamarán es a mí. Así que mueve ese trasero y vete a la escuela.

Esa palabra me trajo de nuevo esos malos recuerdos y sacudí la cabeza.

—Ah, casi lo olvido — me extendió uno de mis pendientes y me toqué automáticamente la oreja, pero no lo traía puesto—. Has dejado esto tirado frente a la puerta de la piscina. Ten más cuidado para la próxima, no vaya a ser que se extravíe — con la sonrisa maliciosa que me dedicó lo dijo todo.

Todo mi rostro se calentó en un milésimo segundo. Me descubrió. Estoy segura. Espera, ahora pensará que lo estaba espiando y eso no es cierto. Creo que hasta los intestinos se me subieron a la garganta.

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora