LXII. Regla (+18)

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Acaricié suavemente su mejilla y no fue como otras veces; no vi en ella intenciones de evitarme.

—Ay, mi muñequita. No tienes idea de las ganas de atravesarte que te traigo, pero no creo que sea el momento adecuado. Necesitas desconectarte del mundo y descansar. No ha sido un día fácil para ti. 

—Tú eres el único que puede desconectarme del mundo. 

—¿Estás ebria de nuevo, o es que te golpeaste la cabeza en la ducha? 

—¿No quieres? 

—Eso no es algo que dirías tú. Me estás confundiendo las dos cabezas. 

—Ayúdame a olvidarlo todo. No quiero pensar en nada. Haz que desaparezca — susurró.

—Esas no son formas. Mira nada más, ya me quieres usar de nuevo para luego evadir responsabilidades. Ese jueguito ya lo conozco. 

—No es ningún juego. 

—Ay, mi dulzura, no tienes remota idea de lo mucho que te he echado de menos. Ahora mismo es como si todo esto fuera producto de pensarte tanto. ¿Qué demonios me hiciste para sembrarte de esa manera en mi cabeza? Ya ni sé qué demonios hacer para que dejes de hacerte la indiferente. Eres bien complicada. Un día dices que me detestas y al otro estás ahí, debajo de mí, con las piernas abiertas y pidiendo que te conecte. 

—No estoy de acuerdo en las cosas que haces, pero esto es más fuerte que yo. 

—¿Qué es más fuerte que tu? Dilo claro para que te entienda. 

Sus manos se situaron en el cierre de mi pantalón y lo bajó. 

—Sacarlo ahora es muy peligroso, pequeña. 

No sé hasta cuando pueda ser capaz de contenerme. Sé muy bien que ella está haciendo todo esto porque se siente muy cargada con todo lo que pasó y está buscando desesperadamente un escape a la realidad; a la misma vez no me agrada el hecho de que vuelva a meterse de lleno en mi cabeza, sembrando más dudas y confusiones.

Estoy consciente de que si tomo su cuerpo de nuevo, volveré a experimentar esas patéticas y egoístas ganas de volverla completamente mía. Después probablemente todo vuelva a ser igual entre los dos; ella seguirá con las ganas de apartarse de mí y eventualmente se irá, y de nuevo aparecerá ese extraño vacío que me agobió durante esas semanas. Debo estar acostumbrado a que nada ni nadie dure para siempre, pero odio sentirme tan idiota por esperar que esta vez las cosas sean diferentes. ¿Cuántas veces no ha ocurrido esto? 

—No me dejes sola. 

Que irónica es la vida. Esas palabras son las mismas que se repetían en mi cabeza ese día que no lo pensó dos veces para pasar por mi lado e irse. 

Sí. Soy un cabrón masoquista; me he dejado arrastrar de nuevo por esa pequeña ingrata que no lo pensó dos veces para darme la espalda y que solo cuando me necesita me busca. 

Esa es la pequeña que me vuelve loco. Es la misma que despierta muchas cosas dentro de mí, en su mayoría, contradictorias y patéticas, pero, aunque se sienta fatal verla marcharse cada vez que se le antoja, siempre guardo la esperanza de que volverá a mí; así sea solo para refugiarse bajo mis alas. 

No podía pensar en las consecuencias que podría traer haberla penetrado profundamente y sin preservativo. Cuando la cabeza de abajo se calienta, la de arriba deja de pensar. Para todo existe una solución, y para mañana esto la tendrá, pero por ahora, solo quería apaciguar esta amargura, rozando con mi pene las paredes de su interior con rudeza. 

—Te dije que era peligroso sacarlo, pero no hiciste caso.

Había roto una de mis tantas reglas, pero a decir verdad, ni eso me importaba. Jamás había estado con una mujer sin preservativo. Tampoco imaginé que se podría sentir tan bien. 

Su humedad y calor interno arropaba mi pene, sacando a esa bestia que tanto había ocultado de todos. 

Sentía la necesidad de arrasar con todo lo que tenía por delante. Oír esos gemidos ahogados que salían desde el fondo de su ser al ser sometida a mis fuertes embestidas y arrebatarle por completo el aire con estas manos enroscadas en su pequeño y frágil cuello. 

Sentí su vientre contraerse y la presión que brotó de su interior, algo que solo podía elevar el calor y la maldad en mí, haciendo que pudiera sentir mis movimientos circulares, la manera en que acaparaba cada espacio de su jugosa vagina, sin darle tiempo a reponerse luego de ese exquisito orgasmo que me regaló.

Disfrutaba plenamente de esas técnicas suyas de contraer su interior para volverme loco y provocarme escalofríos. Sabe justamente todo lo que me gusta y me calienta.

Sus piernas se entrelazaron a mi cintura y con la hermosa expresión que tenía, no pude contenerme de besar esos dulces labios que tan delicioso me saben. Sus uñas se enterraban en mi cuello, debido a esas ansias de no apartarme de su boca. A mejorado mucho esas técnicas con la lengua. Sus besos y mordidas eran lo suficientemente estimulantes para sentirme a tope. 

Su vagina palpitaba mucho, como si estuviera pidiendo a gritos ser llenada por mí. Si ya me había saltado la regla, por nada del mundo pensaba desaprovecharlo. Descargué en su interior todo lo que tuve retenido por esas semanas. Fue algo explosivo que dejó mi cabeza dando miles de vueltas. 

Ella lucía fuera de sí; jadeante y apresando mi cuerpo entre sus piernas, como si no quisiera que saliera de ella. Estaba claro que yo tampoco quería hacerlo. Esto jamás sería suficiente para llenar ese vacío que dejó.

—Mañana tomaremos medidas con esto. Pero por ahora, hagámoslo un ratito más. 

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora