XXXII. MÁSCARA

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El rostro de Max fue lo que me hizo despertar, antes de que cometiera una tontería por dejarme llevar por el momento y la situación.

—Yo no puedo hacer esto contigo. Detente, por favor — bajé mi blusa, cruzando mis manos para evitar que continuara. 

—¿Por qué? Hace unos instantes estabas entregada. 

—No puedo hacerle esto a Max — me levanté de su falda, retrocediendo despacio.

—¿Otra vez ese muchachito? — suspiró—. ¿Cuántas veces más lo usarás de barrera entre los dos? 

—Es cierto que me he sentido confundida, pero no por eso tengo derecho de serle infiel. Casi caigo en la tentación por tu culpa. Sé bien que esto es lo que quieres; confundirme. Ya suficiente tuve con haberle mentido para venir para acá contigo. 

—Yo no te mandé a mentirle. Si no confiaste en él lo suficiente como para decirle la verdad, aquí la única culpable eres tú. 

—No podía decirle o iba a lastimarlo y no quería eso. 

—¿Qué te hace pensar que el daño no se lo estabas haciendo desde el primer momento en que decidiste usarlo en el intento de independizarte? ¿Cuándo aceptarás tu culpa? ¿Cuándo será que vas a madurar, chiquita? Te he venido advirtiendo las cosas desde el principio, pero quisiste alimentar sus ilusiones con tal de darme por la cabeza a mí. Escúchame bien, Esmeralda. No pienso entrar en ese jueguito de «me quedo con él o me quedo contigo». Me tienes los huevos bien inflamados. Te lo voy a decir claro; o te quedas conmigo o te vas con él. Pero escúchame bien, elige sabiamente o, como dicen por ahí, te estarás quedando sin la cabra y sin la soga. 

—¿Por qué me pones a elegir? No tengo absolutamente nada que elegir. 

—Te he corrido la máquina, he estado detrás de ti como un imbécil, soportando tu inmadurez, tu rebeldía, tus insultos, tus caprichos, y sobre todo, respetando tus decisiones que han sido todas malas. Mi trabajo terminó hace tiempo aquí, aun así, he seguido protegiéndote el trasero. 

—¿Con qué propósito? ¿Para ganar un revolcón conmigo? Los dos sabemos que eso es lo que tanto buscas, por eso mismo no quisiste responder mi pregunta esta mañana.  

—Responde a lo que te pregunté. 

—Max no me ve como un pasatiempo como tú. Él no me humilla, me trata bien, ha hecho todo por mí y me ama. 

—Pero tú no lo haces y eso cambia todo. 

—No cambia nada, porque yo sí lo amo. 

—¿Lo amas? Eso es un amor de mentiras. Eso es todo lo que puedes ofrecerle; mentiras. Por lo visto planeas seguirte mintiendo a ti misma, solo por sentir lástima por él. 

—Yo no siento lástima por Max. Si hago todo esto es porque con esto que casi pasa entre nosotros, he descubierto que él es el hombre con quien quiero estar y al que no pienso fallarle por nada del mundo.

Se levantó del sillón, tirando la crema batida hacia la mesa. 

—Muy bien. Ya te has decidido— ni siquiera sé de dónde demonios sacó su arma, pero cualquiera diría que ya la tenía preparada—. Es una lástima, realmente pensé que los dos éramos muy compatibles y hasta extendí los planes con la ilusión de que te dieras cuenta de que yo era tu única salvación. Desde este instante en adelante, dejarás de ser mi muñequita meona, para convertirte en comida para los tiburones — sonrió.

—¿Qué estás haciendo, Kiran? — tenía el corazón en la boca, mi cuerpo era un manojo de nervios. 

No le falló el pulso para apuntarme con tanta precisión, hasta parecía otra persona con esa sonrisa torcida.  

—Has jugado con mi mente y con mi corazón, chiquita. Aunque no lo parezca, yo también tengo sentimientos, tal vez muy adentro, pero los tengo. Es una pena que haya depositado mi confianza en una mocosa que no sabe lo que quiere. Cría cuervos y te sacarán los ojos, eh. Te di la oportunidad de elegir sabiamente, pero como era de esperarse, tomaste la peor decisión de todas. Me has conocido como tu aliado, como tu amigo y como tu tío, pero te aseguro que como enemigo seré tu peor pesadilla.

—¿De qué planes hablas?  — logré formular, pese a mis temblores.

—Los de reunirte con tus papis. ¿Qué otros planes podrían ser?

—Tú...

—Es un trago amargo, ¿cierto? Te advertí que no confiaras en nadie. Lo único que ha extendido tus días, es el cariño y el aprecio que te tengo, mi muñequita preciosa, pero ahora que hemos dejado eso a un lado, más aclaramos tus verdaderos sentimientos, ahora no hay barrera que valga.

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora