XXXVII. Mi mujer

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Esme

No tengo recolección de en qué momento la lluvia, los truenos y los relámpagos cesaron, solo sé que el sol estaba en su máximo esplendor. Ni siquiera sé cómo comenzó todo, mi cabeza no daba para tanto en este momento. Me sentía muy sensible y vulnerable. Necesitaba descansar así fuera unos minutos, pero mi cuerpo no quería detenerse. Pese al cansancio, la debilidad, la fatiga, no podía dejar de mover mis caderas sobre él.  

No había parte de mi cuerpo que no doliera. Incluso mis piernas estaban algo entumecidas. Mi voz estaba ronca y mi garganta casi no daba para más. Tenía dolor de cabeza debido a sus fuertes agarres. Mi cuerpo en este momento pareciera que hubiese estado en una pelea. Estaba llena de chupones y mordidas. Consciente de lo enfermizo que ha sido todo esto, dentro de mí no encuentro forma de arrepentirme. 

No sé por qué de un momento a otro, él se volvió un animal, hasta parecía otra persona. A pesar de lo que me hizo, no sentía miedo alguno. No podía concentrarme en la falta de aire, solo en su expresión que nunca la había encontrado tan interesante, atractiva y placentera como ahora. Experimenté el mejor orgasmo que alguna vez haya tenido. Mis dedos o Max jamás me produjeron tanto. Por alguna razón, no he podido dejar de verlo de una manera totalmente distinta al comienzo. 

Su perversión la ha llevado a otros niveles. He tocado el cielo tantas veces que ya perdí la cuenta. Ojalá pudiera experimentar esto por más tiempo. Odio tener que admitir que él siempre ha tenido la razón. Con Max no había sentido ni la mitad de todo lo que pude sentir estando en sus brazos. Solo con sus besos y caricias me provoca un sinfín de emociones. Una parte de mi lo odia y lo quiere lejos, pero la otra se ha tornado masoquista y muy egoísta, deseando solo tenerlo para mí. Lo sé, son sentimientos muy contradictorios. 

¿Qué sucederá ahora que hemos llegado a esto? ¿Habrá alguna diferencia? ¿Qué estoy esperando? 

Tendí mi cuerpo en la cama por fin, luchando por normalizar mi fatiga. No creí posible que un hombre pudiera durar tanto. 

—Me temo que no podrás regresar todavía a tu apartamento, chiquita — se acomodó al lado mío, cerrando los ojos, pero con esa misma arrogante sonrisa que lo caracteriza. 

—¿Por qué me parece que ese fue tu propósito para marcarme de esta manera?

—Marcaste territorio la otra noche, ahora me tocaba a mí. 

—Ya la cagaste mencionando eso.

—¿Aún te quedan energías para enojarte? Siento que puedes cagarte en mí cientos de veces y ni siquiera eso me estará mal. 

Me sorprendí sonriendo por su ridículo comentario. 

—¿Cómo se supone que pueda disfrazar esto? Fuiste muy lejos. 

—Hace unos instantes me pareció que estabas disfrutando plenamente de mis mordidas. 

Necesitaba ir al baño, sentía que hasta la vejiga me la había sacado de sitio. Caminaba como una anciana, utilizando hasta las paredes de soporte. Mis piernas estaban acalambradas, ni soportaba mi propio peso. Solo oía su fastidiosa y burlona risa desde la cama. Sé que debía estar disfrutando de su obra. Me encerré en el baño y mi vagina estaba pasando factura por haberme excedido. 

—¿No sale? ¿Necesitas ayuda? — escuché su voz detrás de la puerta y lo maldije internamente muchas veces. 

—Sigue burlándote, idiota. Ya me tocará el momento a mí. 

—Debemos mejorar esa resistencia. ¿Vamos por más? 

—Ni lo sueñes. De aquí no salgo hasta mañana. 

Escuché su risa y cerré los ojos. Necesito llenarme de paciencia con este hombre. 

Luego de pasar trabajo, salí del baño con el objetivo de tirarme a la cama, pero Kiran me atrapó por la cintura. 

—¿A dónde vas? ¿Mi muñequita pensaba escaparse de mí?

—No. Quería acostarme porque estoy muerta. ¿Realmente te quedan energías todavía? — lo miré sorprendida. 

—Relájate. No te haré nada. Luego de esa sesión de ejercicios, necesito que comas algo y te hidrates bien. Te pediré algo de comer. Tengo cosas que hacer.

—¿No vas a dormir ni un poco? 

—Luego lo haré. Necesito estar al pendiente de los muchachos. 

—En pocas palabras, ¿me dejarás sola? 

—¿Quieres que me quede? ¿Es eso lo que quieres decir? 

—Sé que no duermes con las mujeres con las que te acuestas, por eso no te voy a pedir que te quedes. 

—Tú no eres “esas mujeres”, eres mi mujer, así que eso lo cambia todo. Si quieres que me quede, solo debes pedirlo por esa boquita. 

¿Su mujer? Eso suena bastante comprometedor, especialmente porque ni siquiera me consultó primero. Aunque estaría mintiendo si no admito que no me sentía molesta en lo absoluto, al contrario, fue un sentimiento muy extraño, pero en el buen sentido. Debo estar loca. Creo que se me ha soltado una tuerca con esas fuertes sacudidas que me dio.

—Entonces quédate conmigo. 

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora