XXVIII. Destinados

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¿Acaba de llamarme meona? Todos esos recuerdos volvieron a mi mente haciéndome sentir peor. Intenté salir corriendo al sentirme tan avergonzada, pero su mano se aferró a mi muñeca. 

—¿A dónde crees que vas? Deja de comportarte como una niña y asume lo que hiciste anoche. 

—¿Estás contento de humillarme frente a la gente? 

—¿Humillarte? Tú te humillaste sola. 

—Te odio — fruncí el entrecejo, soportando ese nudo que se había agudizado en mi garganta.  

—Estoy harto de oírte con lo mismo. Ya me ha quedado suficientemente claro. 

Me solté de su agarre, desapareciendo de su vista y la de todos a su alrededor. Es un desgraciado. Ya quisiera regresar, estar al lado de Max, quien es el único que no es capaz de burlarse de mí. Con él puedo ser yo. No debí haber venido con ese imbécil a este lugar, pero bueno que me pase.

—¿Tiene algún teléfono que pueda usar? — le pregunté a un hombre que venía caminando por el pasillo. 

—Estamos en medio de la nada, señorita. Aquí no hay señal. 

—¿Ahora también incomunicada? No puedo creerlo. 

Max debe estar preocupado. No me he comunicado con él.

—¿Pensabas llamar a tu noviecito? — tras escuchar la voz de ese canalla detrás de mí, lo miré enfurecida. 

—¿A ti qué importa? Déjame sola. 

—No se me antoja. Tu y yo tenemos una cuenta pendiente. 

—No tengo ninguna cuenta contigo. Si lo dices por lo de anoche, debí haberte orinado la cara. 

—Uy, esa es la salvaje que me gusta. Puedes mojarme toda la cara, pero asegúrate de que no sea de orina, sino de tus deliciosos fluidos. 

—¡Depravado! — todo mi rostro se calentó por su pervertida forma de expresarse. 

—Lo dice la que anoche no dejaba de tocarme. Me lo agarraste varias veces mientras trataba de dormir. Tuve que irme de la habitación y dormir en otra, o si no era yo quien hubiese sido violado. Ojalá fueras igual de atrevida ahora. Anda, ¿por qué no te sientas en la falda de tu tío preferido esta vez? Ah, pero sin orinarte. 

—Yo no sé por qué hice todo eso, pero yo no quería. 

—Dicen que los niños y los borrachos dicen la verdad. Me temo que anoche sacaste a la Esme insatisfecha a pasear. 

—Cuidado con lo que dices. 

—Los dos sabemos que esa fachada de niña buena y novia fiel, pronto caerá por los suelos. Tu cuerpo hace tiempo muere por una buena sacudida y que el inservible de tu novio no te puede dar. 

—Tan pronto lleguemos al puerto, tú te irás por tu lado y yo me iré por el mío. No te quiero volver a ver nunca más. Eso sí, no sin antes entregarme el dinero que gané. 

—Lamento desilusionarte, muñequita, pero tú y yo estamos destinados a estar cerca, tal vez no juntos, pero sí revueltos. 

—¿Según quién? 

—Según mis huevos. 

Ya lo veremos. Este tipo no se cansará de joderme la vida, pero ya me cansé de esto. ¿Quiere jugar? Pues yo le enseñaré cómo se juega. 

—Bien— me incliné hacia él, poniendo mis manos sobre su pecho y mordiendo mi labio inferior—. Entonces solo debo cortarte los huevos para desmentirlos, ¿cierto? — arqueé una ceja. 

—Puedes llevarlos a tu boca también. Como mejor lo prefieras — contraatacó, con una sonrisa maliciosa. 

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora