XXXXI. Amenaza

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Vi en él intenciones de golpearme, pues subió su puño y eso fue algo que me sacó de mis casillas.

—Inténtalo. Anda, atrévete.

—Hasta que al fin sacas tu verdadero rostro.

—Tú eres quien me lo ha sacado. No te había faltado el respeto para que vengas y me lo faltes. Tú comenzaste a atacarme, solo te contraataque respondiendo tus preguntas. Es cierto, cometí el error de haberme acostado con él aún estando contigo y quise evitarlo a toda costa, pero me vencieron las ganas. ¿Ahora qué se puede hacer? Habiendo dejado todo eso claro, entonces ya no hay nada más que decir. Lo nuestro termina aquí. Tú sigues por tu lado y yo por el mío. Muy sencillo, ¿no?

—Suena sencillo para ti, pero para mí no. No te importó jugar con mis sentimientos, pisotearlos como se te dio la gana y hasta alardear en mi puta cara que te revolcaste con otro. Te he amado sobre todas las cosas. Todo lo que he hecho ha sido para darte lo mejor y eres tan malagradecida que ni eso supiste valorar. No sabes lo que te espera. Vas a derramar lágrimas de sangre. Vas a presenciar la muerte de cada uno de los que te rodean y aprecias. Vas a quedarte seca. Pasarás tus últimos días en agonía y soledad.

¿Qué demonios le ha pasado a este tipo? Un escalofrío se situó en mi espalda baja, hasta la piel se me erizó. La manera en que me estaba mirando fue muy extraña.

—Que todo el mal que le deseas a mi mujer se te multiplique; y que el culo se te cierre de por vida, cabrón— no sé en qué momento Kiran entró, ni siquiera lo escuché—. Estos adolescentes de hoy en día, deseándole el mal a los demás hasta por puro chiste. Tenga los cojones para aceptar que no te quieren. Por primera vez en tu vida, pórtate como un hombre. Demuestra que tus huevos no están de adornos.

—Llegó el que faltaba — dijo Max con evidente disgusto.

—No sabía que me echabas tanto de menos. De haberlo sabido, hubiera venido a visitarte desde mucho antes.

—Ya recogí todo. Vámonos — le pedí a Kiran.

Solo me volteé un pequeño instante para agarrar la maleta y mi bolso, cuando escuché un extraño sonido.

—Un movimiento en falso, y tendrás más cráteres que la luna. Yo no me voy por las ramas, el que me apunta, se muere.

Al escuchar lo que dijo Kiran, volví a mirarlos y vi que ambos estaban apuntándose. El revólver estaba en el armario, recuerdo haberlo dejado allí, pero el que Max traía en sus manos era idéntico.

—¿De qué se trata esto, Max? — cuestioné.

—¿Así que te graduaste recientemente? — no entendí la pregunta de Kiran—. En estos tiempos ya le sueltan un juguete como ese a cualquiera. He matado a muchos como tú. Le has vendido el alma al diablo por unos cuantos billetes. ¿Te va bien en tu nuevo trabajo o te va igual que en tu vida amorosa?

—¡Cállate! — Max se veía bastante molesto, y eso me tenía nerviosa.

—Bajen esas armas. Esto no tiene que llegar tan lejos. Nosotros nos iremos.

—Ve al auto, muñequita. Este tipo y yo tenemos un asunto pendiente.

—Por supuesto que tenemos un asunto pendiente, pero lo pienso resolver ahora mismo — amartilló el revólver y encontrándome en esa situación, notando que tenía todas las intenciones del mundo en hacerle algo a Kiran, no tuve de otra que unirme a ellos, sacando el arma de mi bolso y apuntando al primer objetivo que sentía que era la amenaza; en este caso, Max.

No tenía intenciones de hacerle daño, solo lo hice para ver si encontrándose en clara desventaja desistiría.

—Baja esa puta arma inmediatamente o seré yo quien te vuele la cabeza.  

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora