XVII. REGALO

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—¿Para qué? Ah, ya sé. ¿Para deshacerte por fin de mí? 

—¿Verdaderamente piensas abandonar la casa cuando cumplas tus dieciocho? 

—Sí. Lo haré. 

—Te dejaré ir, pero con la única condición de que continúes con el entrenamiento. Al menos por los meses que te quedan. 

—¿Y ese cambio tan repentino a qué viene? Te conozco bien. No creo que me dejes ir tan fácilmente. 

—Pienso dejarte ir. 

—Espero no tengas en mente hacerle algo a Max o no respondo. 

—¿Me volarás la cabeza como le hiciste a aquel sujeto? 

—Eres un imbécil — le empujé la mano—. Con eso no se juega. 

—¿Verdaderamente nunca habías usado un arma? 

—Por supuesto que no. ¿Por qué haces esa pregunta?

—Curiosidad. Pensé que tendría que luchar más contigo. Habías fallado muchos tiros hoy y de la nada y sin apuntar acertaste varios. 

—No sé, solo pasó. 

—Si continúas cómo vas, podrás lograr muchas cosas. Estaré tranquilo si te vas de la casa, sabiendo defenderte por tu cuenta. 

Durante los días que estuvimos quedándonos en el campamento con esos hombres, no hubo un día de tranquilidad o calma. Todo eso se extendió también a la casa. Comencé con la misma rutina por la madrugada. Corriendo, ejercitándome, practicando la puntería, pero esta vez no con personas, sino con objetos fijos. Fueron meses difíciles, pues el sueño era limitado y debía enfocarme en los estudios también. 

No le comenté nada a mis amigas ni mucho menos a Max. Ha sido un secreto entre Kiran y yo, y así quiero que permanezca. No podré perdonarle jamás lo que me hizo hacer. Ni yo mismo puedo perdonarme lo que hice, pero más que eso, el haber podido superarlo tan rápido. Pensé que tendría pesadillas, pero extrañamente no tuve nada de eso. Aunque muchas veces se cruza por mi mente. 

A pesar de mis ausencias, pude graduarme con buenas notas. Pudieron haber sido mejores, pero lo importante es que es una meta más alcanzada. Aparte de que pude restregarle en la cara a ese idiota que pude hacerlo y lo disfruté hasta más no poder. Todavía no sé qué carrera estudiar, pero aún tengo tiempo para pensarlo. 

Max y yo habíamos planificado con tiempo lo que haremos ahora. Me he sentido ansiosa con los planes, pues aún me parece muy extraño que Kiran haya estado de acuerdo con esto. Mañana es mi cumpleaños y será el día en que por fin deje la casa. 

Max consiguió un empleo donde supuestamente le pagan bien. La dueña del apartamento que alquiló nos estará entregando las llaves mañana.Tan pronto nos mudemos, pienso ir a buscar trabajo para así ayudarlo con los gastos. 

Tenía la mayoría de mis cosas guardadas en cajas. Rosita me ayudó mucho hoy. A quien no he visto es a Kiran. Ha estado fuera de la casa desde esta mañana. Probablemente está divirtiéndose con alguna de esas prepagos. Es lo único que sabe hacer. 

Me recogí temprano a dormir, pues mañana es el gran día y estaba loca porque el tiempo pasara. Mi sueño se vio interrumpido por Rosita y miré hacia la ventana esperando ver claridad, pero aún era de noche. No sabía ni qué hora era o qué quería, pero ella vino a mi habitación con intenciones de mostrarme algo. Me puse la bata por encima rápidamente y bajé con ella las escaleras hacia la entrada de la casa. Aún me encontraba soñolienta, pero todo se esfumó al salir. El auto de mis sueños estaba estacionado frente a la casa. Un Lamborghini Veneno Roadster rojo. Creí que me encontraba soñando, no podía creer lo que mis ojos estaban viendo. 

—¿De qué se trata esto, Rosita? 

—Feliz cumpleaños, sobrina. ¿Cómo que de que se trata esto? Es un regalo para mi querida sobrina. ¿Hay algún problema? — Kiran salió por detrás de mí y lo enfrenté. 

—Yo no puedo aceptar eso. 

—¿Por qué? A tus padres no les gustaría que te deje desamparada o sin un auto en que moverte. El hecho de que no vayamos a vivir más juntos, no implica que perderemos contacto. Ve esto como un regalo de parte de ellos y mío por haberte graduado, por cumplir tu parte del trato y por tu cumpleaños. Has batallado con muchas cosas durante los últimos meses, es lo menos que mereces. 

—No, no puedo aceptar esto. ¿Qué puedo hacer yo con un auto como ese? 

—Conducirlo. 

—Sabes bien que no hablo de eso. ¿Qué es lo que te traes entre manos? ¿Estás tratando de comprarme?

—Es un regalo; y los regalos no se desprecian. Hay unas cosas que tus padres me encomendaron entregarte. 

—¿Qué cosas? 

—Cámbiate de ropa. Aquí te espero. 

¿Y a este tipo qué le ha picado?

Dulce Veneno I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora