Capítulo 71 • Lo malo que hacemos

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En cuanto Alexandria se enteró de lo ocurrido, se comunicó con Hilltop de inmediato por la radio

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En cuanto Alexandria se enteró de lo ocurrido, se comunicó con Hilltop de inmediato por la radio. En cambio con El Reino y Oceanside mediante wokies. La razón detrás de esto era descubrir cualquier información relevante sobre el logo con las iniciales y su posible significado.

Pero aunque nadie parecía saber nada, de las tres comunidades mandaron a muchos voluntarios para que puedan unirse a la búsqueda y lo que viniera después.

Mientras tanto en Filadelfia, una ciudad amurallada y controlada por un ejército. Es donde se ubica una organización por completo secreta. Solo un puñado selecto de personas externas a ella conocen o han tenido contacto con miembros de este grupo. Además la naturaleza y los objetivos de esta organización permanecen ocultos para la mayoría.

Una de las personas con más poder que residen en este lugar es el Mayor General Beale, militar de alto rango conocido por su severidad y rigidez.

— Trajeron al equivocado, este no es su hermano porque no tiene la marca de nacimiento —pronuncia Beale.

Parece bastante molesto, pero no toma represalias con el hombre frente a él que parece atormentado por su reacción a su equivocación.

— Lo sentimos, comandante en jefe —le dijo.

— No hay problema. Puede sernos útil, ya sea como un B o, menos probable, como un A. Esperaremos a que despierte para averiguarlo —dijo Beale.

— Entendido —asiente el soldado.

— Pero tienen que traer al hermano de inmediato —le ordena Beale.

— No permitiremos ninguna falla está vez.

Una mujer que tenía cierta insignia en su chaqueta negra y gris se acercó con autoridad hasta ellos. Se trata de la teniente coronel de Nueva York: Elizabeth Kublek.

Junto a Kublek venía el también teniente coronel Donald Okafor, que ha ido a recibirla tras su llegada a la base de Filadelfia.

— La encontraron cerca al sector de donde recibimos noticias de Jadis por última vez, no dudo que sus comunidades se conozcan. Habrá que interrogar al hermano de camino aquí —dijo Kublek.

— ¿Quiere que los acompañe en la misión en esta ocasión, teniente? —pregunta Okafor.

— No será necesario —le dijo Kublek.

Evidentemente, es consciente de los riesgos. No arriesgará a uno de los mejores militares de la república. Alexandria podría atacarlos en lugar de hacer lo que piden por las buenas. No obstante, los soldados tenían órdenes estrictas de condenar a muerte a cualquiera que se interponga en sus planes y más ahora que están tan cerca de hacerse realidad.

El Chico del Sombrero • Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora